Nuestros jóvenes no son mejores que los del resto del mundo, pero mucho menos peores y por eso el mensaje de Paz, fe,  esperanza   y trabajo… de su Santidad Francisco desde La Habana  para la juventud del mundo, excluida de los elementales derechos de salud, educación, profesión o faena garantizada tras los libros o el taller de aprendizaje. En Cuba, hace más de medio siglo estos derechos son deberes garantizados.

¿Hay insatisfacciones? Sí, y siempre las habrá porque la juventud es cual un volcán en erupción, a punto de ebullición, un ciclón que, de pronto, puede convertirse en huracán de grandes proporciones; mas , si se guían por los destinos del bien, si el derrotero primario de nacer, crecer y desarrollarse están asegurados  por la voluntad política de cualquier país, entonces, sus pueblos crecen con ellos para un futuro mejor.

Los jóvenes cubanos también emigran, se contaminan y hay que evitarlo, cuando por las fronteras aéreas y marítimas, quieren “minarlos” con la droga que enferma el presente y mata el porvenir de cualquier nación, o cuando en la tierra fértil se planta marihuana en vez de un alimento, o la familia, confiada en que para la Revolución lo primero son los niños, adolescentes y bisoños, descuidan sus quehaceres y se descarrilan los críos.

Cuando el Santo Padre se dirigía a los jóvenes del mundo  desde Cuba para que el tiempo de sus vidas no se malgaste en vicios y ocios sin la garantía del trabajo, pensé  en el  martiano programa del Moncada antes y después de 1959 liderado por Fidel Castro, traje a colación al Apóstol José Martí, cuando dijo: “Los niños son la esperanza del mundo…son los que saben querer…” donde, aún con imperfecciones, no todas por causas del bloqueo, ningún niño está desprotegido, ni deambula descalzo,  semidesnudo, pide limosna en las calles, trabaja bajo explotación en duras faenas para sobrevivir , al contrario, puede estudiar desde preescolar hasta graduarse en cualquiera de las tantas universidades que hay en todas las provincias del país. Sus privaciones hoy podrían ser menores si el prolongado bloqueo no hubiera lacerado tanto la piel del pueblo y priva todavía de medicinas para salvar más vidas y de alimentos de importación que hoy son deficitarios por el acoso comercial contra Cuba.

Los jóvenes cubanos no son distintos a los de otras partes del planeta, son seres inquietos de contradicciones, de criterios frescos y diversos que hay que oír, comprender y encauzar  siempre desde el paciente puente  común e histórico por donde necesariamente pasaron generaciones precedentes  o pasarán nuestros hijos y nietos, nosotros mismos, aunque cada época es diferente a otra y esta generación de velocidad digital tiene la sagrada misión de conservar y mejorar el presente, pero sobre todo, construir  un futuro mejor  sin guerras.

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