Su Historia de la Isla y Catedral de Cuba es considerado el ensayo histórico más antiguo de que se tenga noticia en nuestro país. Allí recoge el traslado de la villa, que de la costa norte terminó asentada entre los ríos Tínima y Hatibonico. En ese texto incluyó el poema Espejo de Paciencia, y salvó para la posteridad la obra que muchos consideran el más antiguo antecedente de la literatura cubana.

La vida eclesiástica constituye otro material de cabecera de investigadores. Desde el punto de vista urbano resulta una joya. Su descripción de la ciudad prácticamente coincide con el plano de 1814, el más antiguo que se conoce.

También relata lo novelesco de la vida de sus habitantes, con los episodios de asedio y toma de la ciudad del pirata Henry Morgan, en 1666; y unos años más tarde, lo que generó la leyenda del rapto de las camagüeyanas, por el filibustero Francois Grammont.

El obispo Morell de Santa Cruz visitó Puerto Príncipe entre 1755 y 1757. Sus observaciones atribuyen a esta tierra una relevancia a nivel del imperio colonial español: “(...) á excpeción de la Habana, no hai Pueblo alguno en la Isla que le exceda, ni aun le iguale”.

Una de las pruebas de su utilidad emerge de las páginas del libro La luz perenne: la cultura en Puerto Príncipe (1514-1898), enjundioso volumen publicado en el 2013 por las editoriales Ácana y Oriente, a propósito del medio milenio de Camagüey.

Prestigiosos intelectuales como el Dr. Cs. Luis Álvarez Álvarez, la Dra. C. Lourdes Gómez Consuegra y la M.Sc. Elda Cento Gómez acuden con frecuencia al obispo Morell de Santa Cruz, en su incesante ejercicio por desentrañar ciertos enigmas alrededor de esta tierra.

¿Quién era aquel hombre? Un biógrafo lo retrató así: “Era caritativo con los pobres, áspero con las beatas, celoso de su ministerio, severo con la clerecía y honrado en sus costumbres”. Sin haber sido ordenado sacerdote ocupó la canonjía doctoral, cuando solo tenía 20 años de edad. Incluso tomó los hábitos un año antes de la edad permitida por el Concilio de Trento.

Cuando la invasión inglesa, fue expulsado a la Florida por negarse a pagar contribuciones de guerra. Cuentan que a su regreso trajo consigo las abejas con que fundó la apicultura cubana.

Consecuente amigo de la cultura, promovió la creación de una universidad en Santiago de Cuba, llevó la enseñanza hasta Jiguaní y El Cobre, donde se concentran aborígenes sobrevivientes del genocidio; y hasta arrancó las cortinas de su aposento para vestir a unos menesterosos.

Atender el legado del obispo Morell de Santa Cruz es posible, como asegura el Dr. Cs. Luis Álvarez Álvarez, porque la cultura también deviene un espacio de conservación, creación y transmisión de valores espirituales.

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