CAMAGÜEY.- El mismo día de la celebración de la segunda vuelta —el 3 de diciembre— para elegir los delegados de las 77 circunscripciones del Poder Popular que no alcanzaron en la provincia el 50 % más 1 de los votos, de acuerdo con la Ley Electoral, escuché una expresión que anulaba la importancia de comprometer a una persona en el barrio para asumir la representación de la comunidad en los órganos locales de Gobierno. “Si en definitiva no tiene nada que repartir ni resolver”.

La opinión no podía ser más desacertada. El tiempo y las circunstancias cambian y si, en realidad, los delegados se vieron inmersos hace muchísimos años en encauzar la distribución de materiales de construcción, de viviendas y de uno que otro recurso, la verdad es que no son esas las funciones a las que están llamados los  representantes genuinos del pueblo.

No dejo de reconocer que con el mayor interés de solventar necesidades expuestas por los electores, los delegados llegaron a intervenir en la repartición de determinados medios, de la manera más justa posible, con el auxilio de las comisiones auxiliares, pero casi siempre hubo inconformidades, viéndolos los desfavorecidos erróneamente como juez y parte.

En julio del 2000 la Asamblea Nacional del Poder Popular en su desempeño legislativo aprobó la Ley 91 de los Consejos Populares que estableció claramente el papel de este eslabón de la democracia socialista y como eje esencial, la participación del pueblo en interés de la comunidad y de toda la sociedad con el concurso de las organizaciones de masas y de otras entidades.

Quienes no hayan interpretado correctamente este cuerpo legal o quizá no lo buscó, o simplemente lo engavetó, no quiere decir que las reglas de juego no estén establecidas con un lenguaje transparente que no deja lugar a dudas.

El Consejo Popular en el que se agrupan los delegados contribuye con sus acciones a que la Asamblea Municipal del Poder Popular tenga conocimiento de las actividades económicas, productivas y de servicios de las entidades de sus respectivos territorios.

El próximo domingo en la provincia de Camagüey, como en el resto del país, se constituirán las 13 Asambleas Municipales del Poder Popular para el nuevo mandato de dos años y medio con una composición de 871 delegados, electos  democráticamente en la primera etapa de los  comicios generales 2017-2018. A partir de ese momento serán reorganizados los consejos populares.

Lo que sí queda claro para mí es que si estos hombres y mujeres que acaban de ser elegidos o reelegidos, no tienen el acompañamiento del Grupo de Trabajo Comunitario y de los vecinos y  de sus electores poco podrán hacer.

Quien quiera más atribuciones que cumplir y hacer cumplir la Constitución y las demás leyes del país y la política  trazada por los órganos superiores del Estado lo remito a estudiar la Ley 91, en la que encontrará suficientes argumentos para comprobar que los delegados están investidos de autoridad y verdaderamente juegan un rol dentro del sistema político cubano.

Al delegado le toca  trabajar activamente para satisfacer las necesidades asistenciales, económicas, educacionales, culturales y sociales de la población, promover la participación del pueblo  y el resto de los factores para lograr avances de las tareas,  controlar y fiscalizar las actividades de las entidades existentes en la demarcación, independientemente de su nivel de subordinación, más atender con prioridad las tareas de la defensa, entre otras. Solo así rescatarán  nuevamente la confianza de sus electores.

Los delegados, célula fundamental de la labor de los órganos locales del Poder Popular, tienen genuina representación en el Parlamento en una proporción de hasta el 50 % del total de los investidos en Cuba para legislar.

Una persona por sí sola no puede arreglar el mundo y eso es lo que ocurre con los delegados, a quienes se precisa apoyar en todo momento, no solo en las reuniones de rendición de cuenta sino en cuanta convocatoria libre, para que sea  efectiva la acción y la magia se torne en un real acompañamiento, sin olvidarse de que no perciben un centavo y lo hacen por amor al pueblo.