CAMAGÜEY.- Mucho antes de lo habitual,está abierta la barbería-peluquería en el edificio de doce plantas de la avenida Finlay. No están los carteles de belleza, las tijeras, los sillones para pelar, ni siquiera los trabajadores que arrendan el local. Son las 6:00 a.m., es domingo, 26 de noviembre de 2016, y los días de comicios son diferentes.

La comisión electoral del colegio número 1, circunscripción 57, está hace rato allí. Se releen sus funciones, revisan que estén la bandera y el escudo, confirman que el teléfono esté listo para dar los partes, que ya se levantaron los primeros “guardias” de las urnas y que tienen listos sus uniformes escolares, vuelven a contar las boletas, juran…  

Una hora más tarde, fuera del colegio, ya hay una fila hecha. Después del Himno Nacional,  Juan reclama el primer puesto en la fila; pero antes del primer voto,  Thiago recita una poesía para participar también. Su hermana Yusleidis se estrenará como electora y él se resiste a ser el único que no aporte al sufragio. “Es para él”, dice, en voz muy baja, y señala el cuadro del Comandante en Jefe. Con los versos se le va la timidez y termina exclamando alto: ¡Fidel por siempre!

Mientras en la mesa buscan a Juan en el listado, María Karla y José Javier se paran junto a la urna. “Tenemos que decir votó”, le recuerda la pequeña a su vecino. Ella tiene 5 años, él esté por cumplir 7. Están muy nerviosos.

Un par de votos “inauguran” la urna y los pioneros dicen “votó”, aunque apenas se les escucha. Desde la mesa les recuerda la importancia de esa palabra y los anima a hacerlo juntos y con énfasis. La próxima vez que lo dicen, se escucha desde fuera.

A las 7:30 a.m. ya los niños indican a los electores cómo votar, les enseñan dónde hacerlo, y cada vez que el coro les sale bien y reciben un saludo, una flor o un “qué bien”, chocan sus palmas. Mientras están desocupados cruzan un par de palabras, pero si alguien se acerca boleta en mano, los semblantes muestran seriedad. Llegado el momento de cambiar de turno, no ceden fácilmente el puesto.

Sorprenden sus argumentos para querer ser parte. Thiago, María Karla y José Javier saben que “así Cuba se mantiene libre y los niños somos felices”, que “aquí, cuando los pioneros crecen, también pueden elegir al Gobierno, y ¡hasta ser escogidos!”, que “la gente viene a hacer cola porque es deber y derecho” y que “esto es por Fidel y la bandera”.

No es un domingo cualquiera en la barbería-peluquería del “doce plantas”. No es una fecha igual a otra, porque Cuba hoy elige, y donde quiera que hay una urna tan bien custodiada, se elige a sabiendas de que nuestros comicios, nuestro país, tienen un porvenir seguro.