Aquello no le pareció de mucha importancia, entonces. Solo le preocupaba un poco el sol, que suponía ella le haría más estragos en la espera y en la caminata que en los últimos días, donde las altas temperaturas establecían marcas no registradas en los últimos 136 años.

Después de salir de la casa su categoría de trabajadora le vino otra vez a la mente, con un sentido agridulce, como cierto recordatorio de la fugacidad del tiempo: ya había cumplido un cuarto de siglo y era estomatóloga.

Seis años de Primaria y tres en Secundaria, todo ocurrió en estas mismas calles de las que salió para los Camilitos, y a las que regresó algunos fines de semana durante sus estudios en Ciencias Médicas. Todo quedó atrás, lejos de estas mismas calles por las que hoy camina como trabajadora.

Por delante la especialidad en estomatología general integral, más allá la ortodoncia, pero por ahora a llegar lo antes posible al desfile, porque es la secretaria general de la ‘Juventud’ en la clínica municipal y, después de participar con su gente, se incorporará al último bloque, conformado por militantes y dirigentes de diversos centros laborales y estudiantiles.

A veces, cuando era estudiante, no iba a algunos desfiles. Ahora siente la responsabilidad y el deseo de no faltar a ninguno. Para Marian Rojas Sepúlveda, de cierto modo, este 1ro de mayo le cambió la vida.

El mundo de Enrique giró de modo radical en 1959. A sus 82 años de edad todavía recuerda con emoción aquel primer mayo después del triunfo de la Revolución, pero no es un día específico lo que le dilata bien las pupilas, sino rememorar todo el proceso mediante el cual cada 1ro de mayo se fue convirtiendo en una fiesta popular para sus coterráneos.

En su paso, aún ágil, se descubre aquel joven que por encima de las persecuciones a los comunistas, como le decían casi mecánicamente en los tiempos de Batista a cualquiera que ayudara a la clase obrera, ayudaba al líder revolucionario Noel Fernández Pérez, primo de su esposa, también compañera de luchas.

No se ha perdido ningún 1ro de mayo. Ve el acto de desfilar como una muestra de la firmeza de los obreros y siente este día como una oportunidad necesaria para que los trabajadores festejen sus logros.

Se jubiló en 1992, por eso no desfila con ningún centro de trabajo, ni siquiera con los empleados del sector azucarero, en el que demostró sus dotes directivas a través del mandato en 10 centrales de la provincia. Hoy camina junto a sus amigos de luchas. Es un combatiente y marcha enarbolando la bandera por la que estuvo dispuesto a morir en más de una ocasión: la del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

Para este fundador de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, para este hombre que mereció la confianza de Ernesto Che Guevara como para ponerle al frente de la construcción de la terminal marítima de El Guayabal en Santa Cruz del Sur, para este enamorado de la Revolución, cada año siempre traerá una fecha fija para festejar toda una vida de lucha: el Día Internacional de los Trabajadores.

Marian y Enrique fueron a la misma celebración, pero vivieron el espectáculo desde distintos ángulos, aunque con la misma esencia: regodearse en la felicidad propia del cubano.


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