CAMAGÜEY.- Algunos fuera de Cuba piensan que el bloqueo es solo una justificación para los “errores cometidos por la dirección del país” que han provocado el supuesto fracaso de nuestro modelo económico socialista. Dentro de Cuba también existen quienes opinan que los daños de esa política son “más muela que otra cosa”. Lo cierto es que, a pesar de algunos niveles de ineficiencia de la economía cubana y de errores que hayamos cometido, el impacto del bloqueo es real y trasciende lo puramente contable.

Ni el mismo Lester D. Mallory se imaginó que su idea perdurara 55 años. En sus propias palabras, el ideólogo del bloqueo le propuso, en abril de 1961, al presidente Kennedy negarle a Cuba suministros y créditos para disminuir los salarios monetarios y reales “a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”. Tampoco debe haber imaginado que los cubanos resistiríamos tanto al macabro engendro. Sin embargo, esa política va supera los 753 mil millones de dólares de pérdidas para el país.

Cuando pienso en el bloqueo, inevitablemente recuerdo a Noemí, una niña cubana que por su corta edad todavía no comprende mucho de política, pero como tantos otros pacientes de lo servicios de oncología se ve imposibilitada de recibir medicamentos de última generación que pudieran alargarle la vida, o por lo menos hacérsela menos dolorosa.

Tampoco puedo dejar de pensar en mi brazo derecho, que hoy pudiera tener mayor movilidad si, en el momento que lo necesité, Cuba hubiera podido adquirir regularmente la Toxina Botulinica utilizada, en este caso, como relajante muscular. A lo mejor hoy, en lugar de escribir este comentario con una sola mano sobre el teclado como lo hago, hubiera podido utilizar también mi mano derecha, como lo hace la mayoría de mis colegas. El Botox cuando aparecía en terceros países costaba 470 dólares, sin embargo, allí mismo, a solo 90 millas de las costas cubanas su precio no excedía de los 100 USD. 

El bloqueo no es un tratamiento selectivo destinado a los revolucionarios, sino que afecta a todos, incluyendo a niños de pocos meses de nacidos que todavía no saben, tan siquiera, lo que van a ser en la vida.

Son miles de toneladas de alimentos las que Cuba pudiera importar de los estados sureños norteamericanos, agrícolas en su mayoría, en lugar de buscarlas en mercados lejanos como Asia. De no existir esas prohibiciones, los peloteros cubanos no tuvieran que abandonar la tierra que los vio nacer para poder jugar en la Gran Carpa, y probarse en lo que es para muchos el mejor béisbol del mundo, un requisito exigido solo a los jugadores de la Mayor de las Antillas.

Si de colaboración se habla el Heberprot-P, medicamento de la biotecnología cubana para tratar las úlceras de pie diabético, se usa en más de 20 países, excluyendo hasta el momento a Estados Unidos, aun cuando este padecimiento constituye la principal causa de amputación no traumática en la nación más poderosa del planeta. Situación similar tiene nuestra vacuna terapéutica Cimavax que mejora la calidad de vida de los pacientes con cáncer de pulmón.

Hasta el mismísimo Donald Trump está acusado de violar las absurdas leyes del bloqueo, pues los directivos de una compañía de su propiedad viajaron a la Isla en 1998 y utilizaron más de 68 000 dólares, en un momento en que gastar dinero en Cuba estaba vetado.

Si bien Obama en marzo pasado llamó a olvidarnos del pasado y construir una nueva relación entre Estados Unidos y Cuba, es incongruente seguir renovando la Ley de Comercio con el enemigo de 1917, en la actualidad aplicada solo a Cuba, también está fuera de contexto insistir en que solo al Congreso toca levantar lo que eufemísticamente ellos llaman “embargo”, cuando desde el Despacho Oval, el Premio Nobel pudiera hacer más y lo demostró con la última directiva, valorada de significativa, pero aún insuficiente y por debajo de sus prerrogativas.

La Ley Helms Burton, la Torricelli y la Ley de Reforma a las Sanciones le retiraron poderes al Presidente, aun así solo son cuatro elementos que desde la Casa Blanca no se pueden modificar: la prohibición a norteamericanos de hacer turismo en Cuba, la eliminación del pago en efectivo y por adelantado a las compras de la Isla en Estados Unidos, las negociaciones con propiedades nacionalizadas luego de 1959 y la limitación de negociar con Cuba a subsidiarias de empresas norteamericanas en terceros países; eliminar el resto de las negativas del bloqueo está en un plumazo del Presidente.

Todavía no se sabe lo que va a pasar el martes 8 de noviembre. Si Obama quiere blindar verdaderamente las relaciones con Cuba, debe abrir más el diapasón del alcance de sus medidas. Una buena opción sería en los tres meses que le quedan en la silla presidencial, promover la inversión de capital norteamericano en la Isla, pues los inversores norteños están viendo cómo se les escapa una excelente oportunidad, así le sería muy difícil al Presidente 45 de los estadounidenses, aunque quiera, darle marcha atrás al proceso iniciado el 17 de diciembre del 2014.