CAMAGÜEY.- Una y otra vez la ecuatoriana María Fernanda Espinosa tomaba el martillo y con un golpe seco sobre su estrado cubierto de mármol verde anunciaba al mundo, este 1ro. de noviembre, cada victoria de Cuba. En términos beisboleros fue un nocao y por blanqueda. La cara de Nikki Haley y sus acompañantes eran un poema que describía la impotencia de un imperio, que vio cómo hasta sus súbditos le desobedecieron.

Sí, el mundo se le sublevó al magnate millonario, no creyó en chantajes ni cedió a las presiones. Esta vez quisieron jugar una carta secreta, pero no lograron confundir, con enmiendas o sin enmiendas no han podido nunca con la fuerza de los argumentos de esta Isla que una vez más retumbaron en la sala de la Asamblea General con los aplausos de aquellos que no le temieron a la fiera. No entiende el Míster que la esperanza y la luz no se pueden parar a base de bloqueos y de muros.

Cómo pretender entonces que el mundo aprobara sus ocho desmoralizadas enmiendas si la mismísima Haley calificó esa asamblea como un teatro político y como un puñado de países locos a quienes apoyaron la resolución cubana, bendito puñado de 189 países que, una vez más, aisló al odio, la mentira y a la verdadera locura.

No entiende la Haley de dónde nos viene tanto apoyo, es comprensible, donde su país manda soldados para asesinar, Cuba envía médicos para curar. Mientras ellos invierten tiempo y dinero en derrocar gobiernos, nosotros le demostramos a unos cuantos que sí se puede aprender a leer y a escribir. De derechos humanos quieren hablar, acaso puede hacerlo el mismo Gobierno que envía 15 000 soldados a su frontera sur para impedir que entre, por la fuerza, una caravana que solo busca el sobrevalorado sueño americano, parece una burla, pero no, es el mundo en qué vivimos

Esta victoria fue por Adam y por Rosita, por quienes enfrentan a diario el bloqueo en las calles de esta Isla, en el laboratorio, en la industria o hasta en la casa. Es un regalo a la dignidad y el decoro de 11 millones de seres dispuestos a seguir construyendo una sociedad que cambia y se adecua a los nuevos tiempos, con el concierto de todos y no al antojo de las élites, una Cuba que no será perfecta, pero sí perfectible.

Nadie lo duda, Cuba golpeó por encima de su peso. Y es que como dijo Bruno desde el podio de la ONU, retomando al más universal de los cubanos, a nombre de los millones que desde nuestros televisores le apoyamos, aplaudimos y hasta nos erizamos de tanto orgullo patrio, primero se unirá el mar del sur al mar del norte y nacerá una serpiente de un huevo de águila antes de que los cubanos renunciemos al empeño de seguir construyendo nuestro, muy nuestro, proyecto de nación.