Los cuatro de la Charolina

La Charolina parió cuatro terneros, ¡cuatro!, un número de hijos inusual para una vaca, diseñada genéticamente para parir uno. “Carlitos (Carlos Cabrera) pensaba que traía mellizos porque él la conoce bien y tenía la barriga grande, fue una vaca nacida y criada en la CPA y la única de raza Charol, color amarillo plateado, es inconfundible”, comentó Omar Ricardo, presidente de la CPA Jesús Suárez Gayol.

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Las vueltas que da la vida

Había una vez una joven graduada de Enfermería que se enamoró de la veterinaria… Así podría comenzar la historia de Niobis Vázquez, una de esas mujeres que a las vueltas de la vida asigna los mejores significados y contra todo pronóstico recoge frutos.

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Un trabajo que enamora

“Es mucho trabajo pero no me importa, ¡me gusta! Es nuestro granito de arena para que la ciencia avance. ¡Lo hacemos con tremendo gusto!”, me dice en algún momento de la conversación la doctora Alina Tejeda, y así se ilustra la grandeza de su corazón y se resume su entrega, tanto que dice que ya perdió el nombre pues para muchos es, “Alina vacuna”, me comenta entre risas.

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Rostros infantiles de la vacunación

Vanessa traía entre sus manos pequeñas unas flores rojas para regalarle a la enfermera. Las apretaba mucho, no quería perderlas; pero cuando vio los bulbos, las jeringuillas y todo lo que se gestaba en aquella escuela, Vanessa rompió en llanto.

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Termo adentro, la terquedad no se ahorra

A lo lejos la chimenea, que desprende una columna de humo entre negro y gris, anuncia que está generando. Más acá, las líneas de 220 000 voltios indican que andamos cerca de la Central Termoeléctrica 10 de Octubre.


Cuando a Gerardo Hernández Nordelo se le pregunta por los barrios vulnerables, deja a un lado la visión de quien es hoy el coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y evoca su niñez y adolescencia en su natal Arroyo Naranjo para recordar los momentos en que, cerca del estadio Ciro Frías donde hacía Educación Física, existían unos edificios que todos conocían como los de Pastorita.


Amanda tiene 6 años y le gusta reparar muñecas rotas, vestirlas de limpio, pegarles una ruedita de carro o un brazo de robot donde les falta el suyo. Ella es también una muñeca rota. Allí está su foto, en un grupo virtual y horroroso, esa foto inocente de cuando viajaron a la playa.


Estas letras no le regresarán la corriente, tampoco encenderán la hornilla para que cocine a los suyos ni harán que el ventilador funcione para disminuirles el calor a los niños de casa; por solo citar algunas de las  desesperaciones en las que nos colocan los molestos apagones, que también afectan la economía, nuestras funciones laborales y hasta la estabilidad del país.


Cuando las noches no se apagan

La actual contingencia energética no oscurece las iniciativas de empresas estatales que mueven sus habituales horarios laborales para mantener activadas las dinámicas productivas. Muchos trabajadores dejan en casa a los suyos, la mayor parte de las veces cuando aún no hay electricidad, o recién comienzan las labores domésticas. Para esos colectivos, las noches no se apagan, suelen abrazarse con las mañanas.