CAMAGÜEY.- Cuando Kadel de la Vega Varona tenía 16 años, su mundo se dinamitó. El padre cayó enfermo y murió poco después. Al muchacho no le alcanzó el tiempo ni siquiera para terminar el primer curso de técnico de nivel medio en Electrónica, en la “Cándido”. Le dio el pecho a 72 hectáreas solo con la ayuda de su hermano, tres años menor que él, y los empleados que tenía su papá.

“El viejo me entrenó fuerte. Un día me llevó aparte, debajo de unas matas, y me preguntó si me estaba llevando muy recio. Le respondí que ahí, más o menos; entonces me explicó que un jefe de finca debe saber hacerlo todo y bien, para que, aunque no sea él quien lo haga, sepa exigir”.

En La Caridad de Mota, como se llama la finca, trabajan regularmente dos ordeñadores, Kadel y el hermano, que se encarga de operar el tractor. Con estas manos basta para atender 65 reses en ceba, 57 vacas, cerdos, caballos, gallinas, guanajos y guineos. Bastan porque desconocen el ocio entre las 5:00 a.m. y el ocaso.

“Entre ir al ordeño, echarle comida a los puercos, soltar las vacas, arreglar alguna cerca, la mañana pasa volando, siempre trato de descansar por el mediodía, porque por la tarde se repite la historia. Aquí no se para nunca. Por la noche veo un capítulo de alguna novela, ahora estoy viendo La Doña, y después me acuesto a dormir, pero no a pierna suelta, porque nada más que ladran los perros me tiro. Duermo en un sobresalto”.

Cuatro cerdas de más de 200 libras, ocho rollos de alambres con púas y todas las piezas del tractor que guardaba en un rancho son las bajas que los ladrones le han propinado a Kadel. Por eso no duda ante la más mínima sospecha en salir a velar escopeta en mano.

Es un atrevido. De pequeño estudiaba a kilómetros de la casa, la secundaria la hizo en Camagüey, se quedaba en la casa de la abuela, y cada fin de semana cogía el tren “moronero” para regresar al hogar, a 13 kilómetros de La Vallita. Esa cualidad le sirvió desde 7mo. grado para besar “de piquito” a Mirelys Morales Pedros, su actual esposa. “Tenemos dos niños, uno que va para tres años, y el otro cumple dos. El más grande siempre anda conmigo pa’ rriba y pa’ bajo. Creo que la herencia que me dejó mi padre estará segura con mis hijos. Por mi parte, trabajo para ser cada día mejor y para honrar la memoria de mi papá”.

“Tenía las llantas podridas, tuve que invertir más de lo previsto, pero vale la pena, porque el tractor es el corazón de hierro de la finca”, dice Kadel.“Tenía las llantas podridas, tuve que invertir más de lo previsto, pero vale la pena, porque el tractor es el corazón de hierro de la finca”, dice Kadel.Kadel no lo hace mal. Mientras en la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Abel Santamaría, millonaria en la leche desde el 2008, hay una decena de muertes por el azote de la sequía; en el centro de acopio cañero, que le queda a cinco kilómetros, busca los desperdicios donde se mezclan hojas y trozos de caña, para los terneros compra miel de purga, y además de tener cuatro pozos en funciones, dividió los potreros en cuartones.

“La vaquería la roto por nueve cuartones, el ganado horro está en dos potreros grandes, y los terneros en un cuartón, más cerca de la casa. Deseo llegar a 20 cuartones, pero en la ganadería hay que ir poco a poco, me trazo la meta de hacer un cuartón o dos cada año. Tengo un molino de viento, necesito dos más, pienso enlistar la cochiquera para hacer el convenio con Porcino y adquirir un sistema de riego para poder sembrar permanentemente”.

Kadel es miope. Su fidelidad a los espejuelos es semejante a su dejadez ante el sombrero o la gorra, por más que a la madre le hierva la sangre, porque “quién ha visto un guajiro sin sombrero, y más con el sol que hay”. Pero ante un hombre que ve más lejos de lo que alcanzan los ojos hay respeto, desde la madre hasta la gente de la CCS que lo vieron crecer.

Anda a cabeza descubierta por el monte, como si el viento y el Astro Rey le refrescaran las ideas. Y parece que funciona. Lo dicen los 40 litros de leche diarios que entregaba cuando tomó el mando de la finca, y los 90 que tributa ahora. Lo demuestra la compra de 40 novillas Holstein y Siboney, con cierto mestizaje, para mejorar la línea lechera de sus vacas, tan cercanas al Cebú.

“Mentiría si digo que soy un lector, pero sí puedo decir que leo bastante las revistas de ganadería. De allí, y de los buenos productores que hay en la misma cooperativa, he aprendido mucho”.

Aprender y atreverse. Son palabras que signan casi toda la vida de Kadel, que con 30 años ha sido distinguido como vanguardia juvenil campesino, con el Sello 55 Aniversario de la ANAP, y está propuesto para la Distinción Antero Regalado, de esa misma organización.

“Me hubiera gustado terminar la escuela, porque me encanta la electrónica. He arreglado el refrigerador, he roto un televisor y así, pero por lo general lo reparo todo en la casa. Aprendí a soldar, y algo de mecánica. Ahora mismo estaba faja’ o con el tractor, que tiene problemas con la transmisión. De él dependen las siembras. Tengo nueve hectáreas para cultivar, ahora me queda el plátano, pero he cosechado tomate, maíz y calabaza”.

Habla fluido y con un respeto inusual entre los de su edad. Cuando Kervin, el más pequeño, no quiere ir con nadie más que con él, no pelea, sonríe como quien ha vivido mucho más que tres décadas. “No me arrepiento de haberme quedado como campesino. Tenemos dos casas en Camagüey, pero de aquí no me voy. Esto lo heredé de mi padre y lo quiero desde las entrañas. Además, este es el sostén de mi familia. Soy feliz como guajiro”.