CAMAGÜEY.- Para encontrar un tesoro valioso hace falta más que un detector de metales y las ansias de riqueza. Para hallar la verdadera fortuna no se necesitan la dicha del Conde de Montecristo o que un brillo metálico nos golpee la vista tras cavar un hoyo. El descubrimiento real satisface el espíritu. Esa máxima la comprendí luego de visitar la recién inaugurada Dirección de Investigaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC), nuevo hogar de los trabajadores afines a la arqueología.

El inmueble, ubicado en la calle Avellaneda, abrió sus puertas después de varios años de abandono y vandalismos que lo consumieron casi por completo. En ese entonces, entre las paredes derruidas y un techo casi inexistente todavía eran percibibles las vibraciones del antiguo hogar de la familia Agramonte Loynaz. Allí, Ignacio laboró junto a su padre como abogado y vivió la mayor parte de su vida hasta sumarse a la manigua en el 1868.

Su recuperación, además de materializar una deuda pendiente con la historia patria resultó, para los ocupantes del presente, el ambiente propicio que unifica a los interesados en la búsqueda del oro subyacente en nuestras raíces.

LA FORTUNA DE UNA CASA

El rostro de los integrantes de la Dirección de Investigaciones transmite luz. La alegría de sus 17 miembros se sintetiza en las facilidades para laborar con mayor holgura y desenvolvimiento en el rescate de la memoria escondida tanto en las márgenes terrestres como en la costa.

Joven como la mayoría del colectivo, al director en funciones, Iván Mora Domínguez le place hablar de las potencialidades de la institución nacida con el apoyo de la OHCC: “contamos con las condiciones para efectuar nuestros quehaceres: tenemos locales dedicados a la restauración, laboratorios, un pañol con herramientas imprescindibles en las excavaciones, los aditamentos fundamentales en las búsquedas subacuáticas, además, hay un aula destinada a la superación de los especialistas y al intercambio con otras instituciones”.

“Desde el punto de vista logístico radicábamos en espacios muy pequeños en la Oficina del Historiador. No podíamos emprender estudios de mayor envergadura, soñar con otros horizontes. Esta sede nos garantiza eso”, agregó Mora Domínguez.

Tres grupos de trabajo son los que llevan sobre sus hombros la misión de develar o de reconstruir las incógnitas del pasado: el de arqueología, el de pintura mural y el de historia aplicada. Estos equipos se insertan en dinámicas diferentes, no obstante, uno de los méritos del centro es la promoción de proyectos multidisciplinares que impliquen a sus investigadores y a personalidades de la comunidad científica camagüeyana.

Antes de la “mudanza” varias zonas de pesquisaje como Pueblo Viejo, en Nuevitas, o el Hotel Habana, ubicado en la calle Cisneros, insuflaron aires de conocimiento y adiestraron las manos que hicieron visibles las piezas aborígenes y coloniales exhibidas, actualmente, en el salón de exposiciones de la Dirección de Investigaciones.

Apasionada desde siempre por el misterio del ¿qué encontraré? la arqueóloga Jenny Patricia Mujica Olario, una de las dos certificadas con ese título en la provincia, comparte detalles de su oficio: “lideramos los sondeos antes de las excavaciones y después con la limpieza de los materiales, su clasificación, la elaboración de los informes y la divulgación de los resultados. Somos las responsables de la planificación precisa sobre el terreno”.

HURGANDO EN EL ORO AZUL

Las entrañas de la tierra no son las únicas que ocultan, bajo sus capas, parte de nuestra cultura. En la quietud de las profundidades marinas existen claves para comprender mejor de dónde venimos, claves que ayudan a descifrar la arqueología subacuática.

Mora Domínguez, convencido del rol esencial de esa disciplina, refiere: “con ella expandimos sustancialmente nuestros objetivos de trabajo. Antes de decidir con cuál zona comenzaremos las pesquisas evaluamos lo que haremos en el sitio y el plan de manejo a mantener. Luego, socializamos los resultados de la excavación y capacitamos a las comunidades costeras en pos del cuidado del patrimonio descubierto. Varios de los integrantes del centro ya han sido preparados para asumir estas búsquedas en el mar”.

Graduado en la Escuela de Oficios de la OHCC Francisco Sánchez Betancourt, como técnico en arqueología histórica, Osmel Castro Rodríguez declaró que “los cursos de buceo serán muy provechosos en las venideras incursiones porque al encontrar restos de naufragios sabremos enfrentarnos a ese escenario no desde una mirada empírica, sino profesional”, y añadió cuántos saberes aportarán esas experiencias en su faena diaria.                               

Respecto a las metas futuras, el director en funciones de la entidad reveló: “Iniciaremos las investigaciones de esta línea de trabajo en el litoral de la región norte de nuestra provincia y, por el sur, en etapas posteriores”.

Otra de las múltiples perspectivas de estos aventureros de las ciencias es la divulgación de forma masiva de sus hallazgos a través de publicaciones, el fomentar la interacción con los ciudadanos en los barrios y el diálogo, así como la muestra de los elementos recolectados a los estudiantes en las escuelas. Seguramente, ellos conocen que ese es uno de los mayores secretos para formar los cazafortunas del mañana, un medio efectivo para asegurar el tesoro de nuestra identidad.