“...Las paredes, me parece, opinan otra cosa. Ellas no siempre se sienten violadas por las manos que las escriben o las dibujan. En muchos casos, están agradecidas. Gracias a esos mensajes, ellas hablan y se divierten. Bostezan de aburrimiento las ciudades intactas, que no han sido garabateadas por nadie en los poquitos espacios no usurpados por las ofertas comerciales.”

Eduardo Galeano, Hablan las paredes

CAMAGÜEY.- Esta semana la ciudad luce diferente; por toda la Avenida Finlay hasta la terminal de ferrocarriles, y un poco más allá, adentrándose en el centro histórico, un mensaje de amor decora las más inesperadas paredes.

Fachadas de casas, muros de parques, las paredes de una farmacia, los bancos de una cafetería, las aceras y los puentes reproducen la declaración: “Q te amo”.

Todo indica que el romántico grafitero aprovechó la frialdad de una madrugada para estampar sus sentimientos sin reparar en conceptos de propiedad privada o estatal. Nada se interpuso entre el rojo de su pintura y los murales que escogió.

Mariela Zorrilla Palacios despertó temprano para buscar el pan y preparar el desayuno a sus muchachos, como hace cada día, y le llamó la atención el letrero en el edificio y la dulcería de la calle de enfrente. Sin embargo, minutos después el asombro fue mayor: “cuando vi que habían escrito en la fachada de mi casa 'puse el grito en el cielo', imagínese, había pintado hacía menos de tres meses. El que hizo esto es un irrespetuoso, esa no es forma de demostrar nada”, dice alterada desde la puerta del hogar.

En la farmacia número 667 del reparto José Martí, como si fuera poco, el grafiti ocupa espacio en dos paredes. El administrador Reinier Lozada Guerra cuenta: “las muchachitas percibieron la presencia de la frase en la mañana del lunes y enseguida me lo informaron. Decidí pintar nuevamente ese espacio”.

El primer suboficial de la Policía Nacional Revolucionaria Yuniesky Mola,  encargado de patrullar la zona a diario, declaró a Adelante Digital: “no hemos investigado el caso porque no se ha denunciado. Nosotros detectamos los carteles desde temprano, pero como no poseen un mensaje ofensivo ni político, no actuamos. Si sorprendemos a alguien en el acto sí tenemos el deber de detenerlo o advertirlo, pero no fue así en esta ocasión”, agregó el agente.

Según lo dispuesto en el artículo 64 de la Constitución de la República, “todo ciudadano tiene el deber de cuidar la propiedad pública y social, por tanto, quien lo incumpla estará incurriendo en un delito y puede ser sancionado por ello”. O sea, si se aplica la ley la declaración de amor puede costarle cara a nuestro anónimo grafitero.

“Me gustaría que alguien me mostrara su afecto de una forma alocada, pero a este se le fue la mano”, nos comenta una estudiante del Instituto Politécnico de Economía. “Si yo lo cojo, le entro a sombrillazos por fresco”, dice, en una parada de ómnibus, una señora. “Ojalá la musa que inspiró tal locura corresponda rápido al cariño del autor, porque si no, volverá a la carga nuevamente”, bromea un colega.

Lo cierto es que este fenómeno se entronizó en la agenda pública camagüeyana en solo unas horas y levanta opiniones tan exageradas como diversas. En todo el mundo el grafiti (o grafito) es considerado un arte, una modalidad de pintura libre que se realiza por lo general ilegalmente en espacios urbanos, y suelen predominar los mensajes críticos, sociales y políticos apoyados en imágenes. Los de amor y esperanza han cobrado fuerza en este "estilo pictórico" incipiente en Cuba.

Esta polémica práctica es manejada en varios países mediante instituciones o movimientos artísticos para lograr una convivencia pacífica con el orden ciudadano; quizá puedan tomarse referencias para aplicar aquí. No son muchos los casos con estas características que se registran en Camagüey en los últimos años y el de ahora puede ser catalogado como el de mayor impacto.

El lunes, al descubrir está controvertida declaración amorosa, recordamos otras de tamaña repercusión, como cuando nuestro amigo Omar caminó descalzo en pleno bailable del preuniversitario y pidió a cada muchacho que dibujara un corazón en el aire para su novia, mientras ella veía el espectáculo desde un balcón; o el 14 de febrero en que Erisbel hizo un gran corazón de fuego en medio de una cancha de baloncesto. Pero el afán de trascendencia de nuestro “pintor” anónimo supera esas vivencias.

A los ojos de la autoridad consecuente, es una afrenta al civismo y la propiedad social; a los de un crítico de arte, el autor carece de genio pictórico y vuelo poético; para los sentimentales es un chispazo de amor en medio de la a veces demoledora dinámica de la ciudad; y para nosotros es, al menos, "carne" de crónica.

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