CAMAGÜEY.- Con el paso del tiempo (y de los huracanes) el instituto preuniversitario vocacional de ciencias exactas (IPVCE) Máximo Gómez, escuela insigne de la enseñanza superior, se ha convertido también en uno de los centros de evacuación más importantes de la provincia.

Quiénes habitualmente están acostumbrados a tratar con adolescentes de uniforme azul, hoy brindan sus servicios a más de 360 personas que buscan refugio ante la furia de la naturaleza. Alrededor de 100 trabajadores entre personal de la institución, de mantenimiento, de los servicios de salud pública, deportes, la policía y representantes del la zona de defensa local atienden a los evacuados.

Normando Suárez lleva más de 30 años en la vocacional y en ese período se ha visto involucrado en cerca de 10 movilizaciones por eventos meteorológicos de este tipo. “Algunos, como este, se han quedado en el susto, pero otros han acabado y es duro ver la gente sufrir cuando se enteran que lo perdieron todo. Recuerdo que cuando nos azotó el ciclón Paloma trabajamos dos días sin apenas dormir porque las guaguas que traían la gente de Santa Cruz llegaban a cualquier hora de la madrugada. En todos estos años hemos ganado en experiencia y organización, ya casi somos profesionales de la defensa civil”, cuenta entre risas este veterano profesor de educación Física.

Cuando Adelante Digital llegó al IPVCE Normando se encontraba dando su habitual ronda por los dormitorios para interesarse por el bienestar de los albergados, luego siguió hasta el comedor para verificar la elaboración del almuerzo.

Allí se encontró con Rafael Galán, un cocinero con 25 años de labor en el lugar, “otra vez en esta batalla” fue la frase de saludos. Según el viejo Galán, los días de Ike y Paloma fueron los más intensos que recuerda. “Entre uno y otro casi no podíamos salir, trabajamos en dos turnos para cocinarle a casi mil personas. Ya los ciclones no nos cogen de sorpresa, cada temporada mi familia sabe que en cualquier momento tengo que venir para acá. En estos días la gente nos agradece mucho lo que hacemos, me da mucho gusto apoyarlos en estas situaciones difíciles; esto solo se ve en Cuba” nos dice mientras atiende a varias madres que buscan calentar un poco de leche para sus niños.

Marisol Sarría Poll e Hildelisa Tucén Cipriano, ambas trabajadoras del área de elaboración, también dejaron su casa y su familia para servir a personas más necesitadas.

Y no es que ellas tengan todos sus problemas resueltos, por el contrario, la primera dejó a su hijo de 11 años con unos vecinos, y aunque resguardó los electrodomésticos aún no pasa la incertidumbre de encontrar a su regreso la casita en pie, porque está en muy mal estado; mientras la segunda dejó a su madre de 86 años y a su hija embarazada.

Pese a toda preocupación, ambas están convencidas de que es su deber colaborar en la protección de vidas humanas, y a nuestra interrogante por conocer sobre los reclamos de los seres queridos afirman: “Ellos saben que este es nuestro trabajo y estamos cumpliendo con el deber”.

Finalmente Matthew no hizo estragos en Camagüey, todo quedó en el susto para quienes hoy esperan que la defensa civil ordene el traslado de regreso a sus hogares. Junto a ellos, hasta el último minuto, estarán los trabajadores del IPVCE Máximo Gómez, gente que dejan el pizarrón y la tiza para dar clases de humanismo y solidaridad.