GUÁIMARO, CAMAGÜEY.- Visitar la casa de Maribel Lora Reyes fue uno de esos encargos “impuestos” por la rutina del trabajo periodístico. A veces nos toca escribir sobre algo que no dominamos del todo o sabemos, por experiencia, que casi nunca funciona tan bien.

La “encomienda” era destacar el trabajo del Bloque 1 de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en Guáimaro. Y para allá fuimos. Al llegar, nos encontramos una casa llena de féminas de disímiles edades, entusiastas, alegres... y al frente de todas Maribel, maestra jubilada, quien se ha dedicado al cuidado de la organización como una hija más.

Todas querían hablar al mismo tiempo de las actividades, de los cursos, de la atención. Al principio, confieso que pasé un poco de trabajo tratando de anotar en mi agenda esa explosión de ideas; pero entre recuerdos, testimonios y anécdotas –repito, todas a la vez– entendí cuál era el secreto de su buen andar en temas del mal llamado “sexo débil”.

LA UNIDAD COMO PREMISA

Buenas raíces tienen en Guáimaro las ocho delegaciones que conforman este bloque. Y es que para Maribel, su secretaria general por más de 15 años, la unidad entre las diferentes organizaciones políticas y de masa constituye la premisa fundamental.

“Me apoyo en los miembros de la comunidad, lo mismo llamo a un combatiente para que dé una charla, que busco al instructor de arte para que monte una danza. Tengo la suerte de contar con varias fundadoras de la FMC que aportan su experiencia, que tanta falta hace hoy para guiarnos”.

De sonrisa fácil, Maribel lleva dentro de sí un carácter fuerte. En nuestro encuentro parecía ella la periodista, conducía la entrevista, convertida más bien en conversatorio, como un día más con sus compañeras.

“Estoy siempre arriba de todo el mundo para que se logren las cosas, hay que ser persistente. En ocasiones la gente me pregunta si no voy a parar y yo respondo que no, mientras me sienta apoyada, aquí seguiré”, expresó en medio del respaldo unánime de las presentes.

DE LO QUE FUE Y DEBE SER

Ya con 56 años, la FMC ha modificado sus líneas de acción. Josefina Riverón Sánchez, o Josefa como todos la conocen, recuerda que sus funciones al inicio no eran las mismas de ahora.

Desde la experiencia de sus años en la organización tiene claro que los tiempos han cambiado. “Antes teníamos que hablar más con las mujeres para unirlas a la Federación. Habían quienes nos esperaban en sus hogares porque ya conocían nuestra labor, pero otras nos decían que no, quizás por el miedo a lo nuevo, no sé. Fue un esfuerzo arduo para lograr la igualdad de la mujer y elevar su participación en los cambios de la sociedad”.

Y como si fueran hechos de ayer, Josefa contó sobre sus andanzas en la Campaña de Alfabetización, en la incorporación de las mujeres al trabajo, en programas preventivos para la salud. Con 90 años, dice, “volvería a hacerlo todo otra vez”.

Ya no son aquellas épocas en las que se imponía convencer a las madres para vacunar a sus hijos; sin embargo, se extraña la presencia masiva y el entusiasmo de las federadas en los trabajos voluntarios, por solo citar un ejemplo.

Para Marialis Suárez Bazán, secretaria de una de las delegaciones: “Antes se trabajaba con más fervor. Uníamos a los jóvenes porque hacíamos actividades que se parecían a ellos, con temas de su interés. Eso se ha perdido un poco y creo que ya es hora de rescatar la esencia de la FMC.

En el debate de “lo que fue y debe ser” opinó también Yailín Hernández Iraola, una adolescente de 16 años, consiente de que los retos de hoy son diferentes. “No puede ser el mismo discurso de los años '80 o '90 porque las motivaciones no son las mismas. Muchos jóvenes piensan solo en salir, en las prendas y en los celulares; si la competencia por la atención es fuerte... hay que buscar alternativas. Es difícil pero se puede, y cuentan conmigo para eso”.

Fidel y Vilma acompañan a Maribel en su día a día. Foto: Leandro Pérez Pérez/AdelanteFidel y Vilma acompañan a Maribel en su día a día. Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante

En esa casa llena de mujeres de todas las edades culminó mi primer viaje a Guáimaro. Mientras Maribel y sus “muchachas” nos despedían, supe que el de hoy había sido un buen encargo.