Él mira las plantaciones envejecidas y suspira. Pero no se queda en la lástima, ¡qué va! “De aquí a unos años esto vuelve, si todo nos sale bien, a recuperar su esplendor, de eso puede estar seguro, periodista”, afirmó Raúl Alejandro Bárcenas González, el muchacho que en los años ‘80 vio cómo se teñían de amarillo los naranjos verdísimos. De él depende, en buena medida, que otra vez se tornen dorados los campos, pues es hoy el director general de la Empresa Agropecuaria y Citrícola Sola.

Amor a segunda vista

Varios refranes aconsejan no juzgar a priori, y en Sola es bueno seguir la sabiduría popular, porque a primera vista (con reses sueltas dentro de los naranjales, los campos viejos y el consabido saqueo de las plantaciones para revender en Santa Lucía y Camagüey), uno cree que Sola, en verdad se quedó sola, que allá ahora es difícil pensar en una historia de amor como la de Raúl y Manuela. Pero no es así. Detrás de los añosos naranjos que se ven desde las carreteras hay quienes les surcan nuevas arterias a la tierra roja, como los trabajadores de la finca Antonio Maceo, de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Amistad Cuba-Argentina.

José Antonio Ibáñez Soria, jefe de finca, comentó su agrado con la estrategia de la empresa de desarrollar el cítrico intercalándolo con otros cultivos como la yuca, el frijol, el maíz y la guayaba, todos con un ciclo productivo más corto que las naranjas y toronjas. “En los tres años que demoran esas cosechas, recogemos otras producciones que nos dan buenos ingresos. Tenemos dos hectáreas con frijol; una con piña; tres con mango; dos con yuca; tres con coco; dos con malanga y tres con plátano. También criamos 135 chivos, pero lo principal es el cítrico; tenemos bajo riego 19 hectáreas, 15 de toronja y cuatro de naranja, y ya preparamos para ocho más con limón”.

Vicente Lafferte Hernández es un constructor devenido obrero agrícola. “Me va bien aquí, he aprendido mucho y no pienso irme de la agricultura porque ganamos por lo que hacemos; hay quincenas de 2 000 pesos. Y espero mejorar si aumentamos las áreas bajo riego. Ya tenemos unos tubos con los que vamos a innovar conductoras”.

En las memorias de muchos quedan las glorias pasadas de Sola. Como rememora Leidi Conde Figueredo, directora de técnica y desarrollo de la empresa, “después de los ‘90 hubo un abandono terrible: disminuyó la mano de obra y todo tipo de suministro. El peor año fue el 2007, creo que entonces Adelante publicó un reportaje crítico, que explicó nuestra mala situación. Pero a partir del 2009 empezaron a subir un poco las producciones. Sola tiene la ventaja que, por no usar químicos, la enfermedad del cítrico no proliferó tanto como en otros sitios de Cuba y el mundo. Además, con el aumento del precio del quintal de cítrico, hemos recuperado fuerzas productivas”.

¿Felices por siempre?

“Prácticamente en dos años hemos sembrado a pipa 128 hectáreas. El riego es problema grande. También nos golpea no tener vivero propio, pero no nos cruzamos de brazos: compramos en Matanzas y Ciego de Ávila, y ahora encargamos en Contramaestre 20 000 posturas, que darían unas 36 hectáreas para plantarlas en el 2016”, explicó Raúl.

El directivo informó que a pesar de distar mucho de las 10 000 hectáreas plantadas antes del período especial, la empresa hoy, con alrededor del 2 % de esa extensión, ocupa el segundo lugar nacional en el rubro. En el país la exportación de jugo de naranjas orgánicas es exclusiva de Sola, de donde también se envían frutas frescas a La Habana, Camagüey, Las Tunas, Holguín, Santiago de Cuba, y destinos turísticos como Cayo Coco y Varadero.

“El año pasado, aunque no cumplimos con el plan de ingresos, ganamos casi un millón de pesos, algo que desde hace años no lograba la empresa. Obtuvimos más de 1 400 por encima de las 5 378 toneladas planificadas para el 2014, y para el actual calendario no pensamos tener problemas para superar esas cifras. ¿Qué nos detiene a dar saltos productivos mayores? El riego. Contamos con suministros de agua para sembrar 1 000 hectáreas, pero no tenemos equipos”, argumentó Raúl Bárcenas.

Con el director general de la “Agropecuaria y Citrícola” concordó Víctor Naranjo Hernández, administrador de la UBPC 10 de Octubre, que en el 2011 dejó de ser cañera y pasó al Ministerio de la Agricultura. “En la finca Maisí, por ejemplo, hay una turbina con capacidad para irrigar 63 hectáreas de cítricos. Hoy, las 17 hectáreas que hay con naranja en desarrollo reciben riego por aniego, y así desperdiciamos agua. La electrificación, que es lo más complicado, está, pero seguimos sin sistemas de riego, y ¡presentamos esta situación desde hace tres años!”.

Los embates del estancamiento por la falta de sistemas de riego los sufre bien Joeglis Jarrett Arango, un vaquero de pocas palabras, que pastoreaba 109 reses que la cooperativa envía para la “Maisí” para que se recuperen, dadas las facilidades con el agua. El anticipo del salario mensual de este joven es de 400 pesos; si el cítrico de esa misma finca que el año pasado, con solo tres años de vida, produjo tres toneladas tuviera riego, en el 2015, que corresponde su segunda cosecha, ¡cómo cambiarían las finanzas de Joeglis!

“Similar a esta unidad hay otra en la UBPC Julio Sanguily; tiene agua para 101 hectáreas de cítricos y 14 de frutales, pero no hay sistema”, subrayó Leidi Conde, y destacó la importancia de sembrar nuevos campos, pues la vida útil del cítrico dura 15 años, y los de Sola superan con amplio margen esa edad.

Que la empresa carezca de equipos pesados para la preparación de tierras, de sistemas de riego y de mano de obra ha servido para que su directiva impulse iniciativas, según expuso Raúl Alejandro, el director general, quien acentuó la necesidad de una mentalidad de negociante para el éxito de la empresa estatal socialista. “Aumentamos las ventas de carbón vegetal, las directas al turismo y las producciones de condimentos industriales, todo lo que nos dé más ingresos es prioridad”.

Quizás esa misma pasión con que dirige y robustece una empresa devastada, hizo que en 1993 Manuela se casara con Raúl, y permanezca junto a él. Lo cierto es que ninguno de los dos concibe la vida separados del otro, ni lejos de los naranjales. A una felicidad similar aspira el directivo para la entidad que dirige y, ¿cómo no implicarse?, ¿cómo no ansiar que extirpen la tristeza de este municipio, y que al fin los cubiteños reconquisten su media naranja?


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