CAMAGÜEY.- El Museo Plaza de la Revolución es lugar sagrado de Camagüey, no solo por llevar el nombre y la vergüenza de Ignacio Agramonte, también por haber sido sitio de reposo de las cenizas de Fidel en su camino hacia lo eterno.

Allí el pueblo dijo el más triste “hasta siempre”; colocó sus flores, cartas de amor, dibujos; dijo gracias; allí rezaron por el alma de Fidel; cayeron lágrimas sobre un libro de firmas para jurar lo que es Revolución.

Cuidarlo después de la muerte, como tanto nos cuidó él en vida, hacer de ese momento solemne un recuerdo inolvidable fue la misión de héroes y heroínas anónimos de la Plaza de la Revolución. Quizá haya sido su labor más difícil: tragar las lágrimas durante aquellos días, porque la tristeza de Cuba era infinita, porque lo esencial era honrar a Fidel. Y otra vez, él los guio y acompañó, mientras Agramonte los abrazaba con su hidalguía.

Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/AdelanteFoto: Alejandro Rodríguez Leiva/Adelante

Isela Yero Tamayo, directora de la Plaza en 2016.

“Cuando conocimos de la triste noticia del fallecimiento del Comandante, nos embargó un gran dolor, pero al saber que en este lugar se le rendiría tributo, tuvimos que sobreponernos a esa tristeza y rápidamente convocamos al colectivo para organizarlo todo. Apenas me llamó el Director de la Oficina del Historiador, le dije a mi hija: ‘vamos a preparar las mochilas, que vienen días muy difíciles’. Fueron intensas jornadas de trabajo, de muchas personas anónimas, pero teníamos el alto compromiso de honrar a Fidel. Cuando entró la Caravana el día 1ro., bajo lluvia, porque incluso la lluvia quiso despedirlo, en este sitio sagrado solo se escuchó el Himno de Bayamo, y luego, el pueblo entero al unísono que decía: yo soy Fidel, yo soy Fidel, yo soy Fidel... Todos los trabajadores estuvimos en la Plaza a tiempo completo; había que vivirlo para entender lo emotivo del momento y la responsabilidad de que saliera perfecto. Como mujer, como cubana, como camagüeyana, que me formé con esta Revolución y con Fidel, tuve el compromiso de estar allí y tengo el compromiso de continuar hoy”.

Foto: Rodolfo Blanco Cué/ACNFoto: Rodolfo Blanco Cué/ACN

Yyolexis Jordán Díaz, especialista.

“Desde el momento en que las autoridades de la provincia dijeron que en el Salón Jimaguayú se le rendiría póstumo tributo a nuestro Líder de la Revolución los días 28 y 29, vivimos jornadas de inmenso dolor, pero también de compromiso. Desde los más jóvenes, los niños, los combatientes, cada persona que pasó por aquí llevaba en sus mejillas tristeza y agradecimiento. Cuando marcha hacia la inmortalidad, en este histórico lugar descansan sus cenizas el 1ro. de diciembre. A partir de entonces se convierte en un espacio sagrado para los camagüeyanos y el pueblo de Cuba. De ahí el compromiso de los trabajadores de la Plaza. A través de visitas coordinadas, vinculamos los puntos de contacto de Fidel con Ignacio Agramonte, para llevarle a la nueva generación los valores que ellos nos inculcaron, a través de los encuentros con la historia, las aulas patrimoniales, los círculos de interés”.

Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/AdelanteFoto: Alejandro Rodríguez Leiva/Adelante

Isabel Cisneros Esbert, trabajadora.

“Llevo 21 años trabajando en la Plaza. Soy auxiliar general, limpio, sirvo café, atiendo el salón. Aquí he vivido Primeros de Mayo, 26 de Julio, la batalla por el regreso del niño Elián, la visita del Papa en 1998, pero para mí el más importante fue cuando supimos del fallecimiento del Comandante. La directora entonces, Isela Yero, nos llamó a las tres de la madrugada y estuvimos tensos hasta que amaneció. Fue un momento decisivo, duro, histórico, tuvimos que estar al pie del cañón. Permanecíamos en la puerta todo el tiempo hasta que pasara la última persona con flores”.

Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/AdelanteFoto: Alejandro Rodríguez Leiva/Adelante

María de los Ángeles Rodríguez Manresa, actual directora.

“Estos cinco años han sido de reafirmación del legado dejado por nuestro Comandante en Jefe. Hemos seguido propiciando desde nuestros proyectos socioculturales, la formación en valores de las nuevas generaciones, la población, la comunidad. El Salón Jimaguayú es un lugar sagrado de la Patria, y así lo tratamos, con las normas, requisitos y respeto que lleva. El reto del colectivo en estos años ha sido defender y transmitir ese legado, con el agradecimiento del pueblo de esta provincia a Fidel”.

Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/AdelanteFoto: Alejandro Rodríguez Leiva/Adelante

José Medina Machado, trabajador.

“Para la velada del día 1ro., teníamos que poner el audio con el Himno Nacional a la entrada de la caravana a la Plaza. Nuestro equipo de sonido es obsoleto, de casetes; pedimos prestado un DVD en la casa de un compañero. Yo probaba cada cinco minutos el disco porque no confiaba en el DVD, la tensión era grande. Luego uno de los bafles se dejó de oír. Llevamos un cable desde el Salón Guillén hasta el otro extremo empatando cables, porque no había mucha disponibilidad. En aquella situación de nervios, quemé accidentalmente en los dedos al Director de la Ofi cina que supervisaba personalmente el trabajo. Yo estaba muy tenso, todo debía salir bien y ya la caravana venía por La Vallita. Siempre soñé con conocer a Fidel, no lo logré, pero ese era mi momento de demostrar que podía hacerlo y afortunadamente el Himno se escuchó. En una escala de eternidad, cinco años no son nada; por eso Fidel está vivo en nosotros”.

Foto: Leandro Pérez Pérez/AdelanteFoto: Leandro Pérez Pérez/Adelante