CAMAGÜEY.- Cuando llegamos en el “yipi” de Orlando a los surcos abiertos de Las 500, ya los sembradores de caña —en su mayoría jóvenes— habían empapado sus camisas de faena.

De un lado, los agrícolas de la UBPC San Pablo desmontaban de las carretas las semillas para sepultarlas y protegerlas de la maleza incipiente con el riego mecanizado de herbicida; del otro, cooperativistas de La Unión daban con azadones toques culturales a un rebrote de la gramínea que aprovechó las abundantes lluvias de mayo.

Jorge Luis Hernández y Roberto Pérez Marrero no tienen vínculos sanguíneos; son hermanos del trabajo como presidentes de ambas cooperativas, cumplidoras en las zafras de Vertientes y ejemplos a seguir en tierra de secano por los rendimientos.

A Jorge Luis y a Roberto solo los separa el camino de La Aurora, guardarraya limítrofe entre las más de 2 340 hectáreas de la San Pablo y La Unión, concebidas para la producción cañera con destino al central Panamá y al Batalla de Las Guásimas, aunque dedican fértiles suelos a cultivar yuca, plátano, maíz, boniato y ajonjolí, de cuyas semillas extraerán el aceite para freír lo cosechado.

Los dos están convencidos de que la rehabilitación de las áreas de bajos porcentajes y el fomento de variedades más productivas y resistentes a la sequía y las enfermedades resultan claves, pero les preocupa la escasez de herbicida para combatir el bejuco —la picapica incluida— que tanto perjudica la cosecha.

Sin embargo, saben que las carencias pospandemia aumentarán y habrá que retomar recetas e intensificar la limpia manual.

LA UNIÓN Y SAN PABLO

Alberto Dones Rodríguez, quien representa a todos los productores de caña de las plantaciones vinculadas al ingenio Panamá, confía en que ambas bases productivas superarán sus planes de siembra para que la UEB vertientina pueda plantar este año no menos de 2 800 hectáreas.

Jorge Luis, pese a los altibajos de la técnica para completar las 45,8 hectáreas de la campaña de frío, está seguro de que con la ayuda del “vecino” Roberto, con mejor disponibilidad técnica, no solo cumplirá, sino atenderá retoños y cañas recién nacidas.

Roberto aprovechó la sequía para preparar la tierra y sembrar a “riesgo”. Ahora que los plantones crecen con las últimas lluvias, tienen pendientes nada más 18 hectáreas.

Sus colectivos no reportan pérdidas, al contrario: obtienen ganancias porque contrataron y “vendieron” caña de mejor rendimiento y calidad a los basculadores la molienda pasada. Mientras otras agrupaciones —según Dones— como Antón, Pajones, Jagüey, Capitán, la CPA Che Guevara… presentan bajos rendimientos agrícolas y déficit de fuerza de trabajo, ni La Unión ni San Pablo carecen de jóvenes manos.

Explican Jorge Luis y Roberto otras razones que contribuyen en Las 500 a la estabilidad laboral: los salarios —que frisan los 1 000 pesos mensuales en correspondencia con los resultados— y la atención alimentaria a los cañeros, la mayoría residente en la cercana comunidad, que podrá extenderse con mayor frecuencia a sus familias en la medida que incrementen la producción de cultivos varios y la crianza de animales ovino-caprinos y vacunos para el abasto de leche a los comedores y la entrega a la industria láctea.

PROTAGONISTAS DE LA FAENA

Para trabajar en el campo hay que levantarse al primer cantío del gallo, aprovechar “la fresca”, porque después que sale el sol la tierra se pone dura y el machete y el azadón pesan arrobas.

Entre el grupo de bisoños de La Unión, Sergio del Toro Gómez, con 21 años, es uno de los más jóvenes. Hace solo cuatro meses cumplió el servicio militar en una unidad de la provincia y decidió seguir la tradición familiar  agrícola.

—¿Por qué haces esta labor tan dura?

—Porque alguien tiene que hacerla… ahora en mi casa hace falta que gane dinero, si un día vuelvo a la escuela quisiera estudiar Química industrial. Los jóvenes respondemos a la necesidad de producir alimentos como nos lo pide la Revolución en estos momentos difíciles de bloqueo.

ELLA EN EL CAÑAVERAL

En el grupo alegre, una mujer sobresale por su callada y persistente manera de trabajar azada en mano.

Griselda Sayúz Quiala vino desde Oriente con su mamá Isabel a Las 500 cuando solo tenía cinco años. Formó su hogar y desde los 17 labora como obrera agrícola en la caña.

“Mis compañeros me respetan y demuestro con mi labor que la mujer puede… resulta fuerte, desde el amanecer entramos al campo hasta el mediodía, pero estoy acostumbrada”, afirma y sonríe con su (según ella) liviano implemento de desyerbar los surcos.

EL “ELÉCTRICO” TAN

Él se llama Orlando Pérez Tan, pero en Las 500 y más allá lo conocen por Tan. Desde 1988 empezó como operador de equipos agrícolas, siempre vinculado a las faenas de la caña. Es rápido y constante en cualquier tarea y confiesa que la casa lo enferma. Quizá por eso cuando entra al campo pierde la noción del tiempo…

“Me gusta lo que hago y nunca quiero ser segundo de nadie. Por ejemplo, hoy me tocó regar herbicida y cumplí lo indicado con el uso adecuado del costoso líquido de importación”.

Casi con la última frase en la boca, Orlando cogió un nuevo tractor con implementos de cultivos y se perdió en la profundidad del incipiente cañaveral.

AHORRO Y EFICIENCIA, INICIO Y COLOFÓN

La venidera cosecha azucarera en Camagüey tiene como primer reto rescatar áreas improductivas de bajos rendimientos y plantar no menos de 14 000 hectáreas de mejores variedades. Ninguno de los seis ingenios con posibilidades tecnológicas reales para hacer zafra, posee plantaciones propias.

Todos los municipios cañeros tienen que garantizar el cumplimiento de los programas de siembra y organizar la fuerza laboral a partir de la formación y estabilidad de las brigadas AzCuba, al igual que las plantillas de los ingenios. De ellos dependerá la economía y el desarrollo local. Sin caña no habrá azúcar ni derivados vitales para la exportación como alcoholes, torula, sorbitol, mieles, bagacillos, urea, que suplen importaciones en la alimentación animal y sustituyen fertilizantes industriales por ecológicos.

Los productores vinculados a AzCuba y las autoridades en Vertientes apoyan la actual siembra para el abasto de “Panamá” y “Batalla de Las Guásimas”. Igual esfuerzo mantendrán en el período de reparaciones industriales como el de cosecha, para que la economía azucarera local recupere su antigua tradición productiva.