CAMAGÜEY.- La finca La Nueva Esperanza, ubicada en la circunvalación sur de la ciudad de Camagüey, es un laboratorio dedicado a la experimentación y demostración de prácticas agroecológicas. “Escuela” de guajiros y estudiantes que encuentran a su sombra un espacio ideal para el aprendizaje colectivo y el asesoramiento, constituye referente del buen hacer del Movimiento Agroecológico De campesino a campesino.

Hace 18 años, allí solo había un basurero y marabú. “Empecé con seis cordeles, los limpié y sembré de flores. Después me aventuré con el vivero de árboles frutales. Desde entonces producimos posturas y frutas; también algunos cultivos varios y flores, porque nunca las he dejado completamente. Ya tengo cuatro hectáreas de tierra en usufructo”, apunta Camilo Mendoza Caballero, su artífice.

En la actualidad en esa finca agroecológica se cultivan 63 especies de frutas, entre estas algunas de baja propagación en la provincia y el país como anón, chirimoya y guanábana, y exóticas como el melocotón y la manzana.

“Estamos vinculados a varios centros científicos de la provincia: la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, el Instituto de Suelos, la Estación de Sanidad Vegetal, la Biofábrica de Camagüey, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el Citma y la Estación Territorial de Viandas Tropicales. Yo trabajo la tierra, pero me gusta investigar y aplicar lo nuevo de la ciencia. Así aprendo y puedo compartir los conocimientos con otras personas”, asegura Camilito, como lo conocen sus más allegados.

“Vienen a cada rato estudiantes a recibir conferencias, a realizar las investigaciones para las tesis y a sus prácticas laborales. Nos enorgullece ser finca-escuela de la ANAP y de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (Actaf). Hasta tenemos una biblioteca que nos donó esa institución”.

 

EL FRUTO DE LA AGROECOLOGÍA: MÁS DULCE Y SALUDABLE

La aplicación de formas tradicionales de cultivar la tierra y la búsqueda constante de soluciones con productos orgánicos y biológicos para sustituir los insumos de la agricultura convencional, no significan para este campesino y los suyos involución. Ellos asumen las prácticas agroecológicas como la única forma de disminuir o eliminar la dependencia de los recursos que se importan, factor que responde a las necesidades y prioridades del país en los momentos actuales y futuros.

Caracteriza a esta finca la utilización de cortinas rompevientos y de barreras vivas como el árbol del nin, robles y girasoles, que funcionan como repelentes naturales para las plagas. Con ese mismo objetivo emplean las trampas de colores, luz, y una que confeccionan utilizando el agua de miel de purga.

“Estas medidas no eliminan las plagas, pero las mantienen en equilibrio biológico, y no arruinan las cosechas. También empleamos agentes de control biológico que compramos en los CREE (Centros de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos). Es importante que la gente entienda que estas prácticas no son de un día, hay que mantenerlas para lograr buenos resultados”, explica Mendoza Caballero.

Los sembrados intercalados y el empleo de la yunta de bueyes para las labores de preparación y cultivo de la tierra son otras de las claves, al igual que la utilización del compost, abono orgánico de probada efectividad.

“Para hacerlo utilizamos las hojas secas, las malas hierbas que se arrancan, el estiércol animal, y nos apoyan muchos carretoneros que dejan aquí sus desechos. En el 2017 produjimos 220 toneladas y el año pasado logramos más de 400. Lo utilizamos para abonar las plantaciones de la finca y en el relleno de las bolsas de las posturas; el 70 % de compost y el 30 de tierra vegetal. Es una garantía que las posturas se vayan con ‘comida’.

“Puedo asegurar que las frutas que se producen con el empleo de técnicas agroecológicas no son tan grandes, pero sí más dulces y saludables”.

 

EL CORAZÓN DE LA NUEVA ESPERANZA: EL VIVERO

Las posturas de guayaba enana que comercializan las obtienen a partir de la reproducción por esquejes (gajos), técnica que se utiliza poco por su complejidad.

El experimentado ingeniero agrónomo Lino Mola Hinojosa es asesor de la finca y de la cooperativa, y el alma del vivero: “La guayaba la tenemos en la casa de cultivo semiprotegido. El área del corte de cada esqueje se sumerge de tres a cuatro segundos en un estimulador radicular. Antes utilizábamos hormonas importadas, pero ahora empleamos el Complejo Húmico, hormona biológica que se produce en el Instituto de Suelos y está en fase de patentarse. Toda la investigación para la elaboración de ese complejo la realizamos en esta finca.

“Ese gajo se introduce en los canteros con zeolita, y se mantiene con un sistema de riego automatizado que se activa por 15 segundos cada cinco minutos. A los 45 días ya está enraizado, pasa a la bolsa, rellena con el mismo mineral y se aumenta el intervalo de riego. Después de ocho o diez días se saca al sol.

“La importancia de la reproducción de guayaba con esta tecnología es que a los seis meses comienza a parir la planta. Con el método de semillero hay que esperar casi un año y medio para recoger el fruto, mientras que de esa otra forma se reduce a menos de la mitad el tiempo”, explicó Mola Hinojosa.

Mangos y aguacates de injerto, anonaceas, tamarindo, maracuyá y marañón, son parte de la larga lista de plantas que se pueden encontrar en el vivero. Al año se producen aproximadamente 20 000 posturas de guayaba y 15 000 de mango.

“Pudiéramos sembrar más, pero no tenemos bolsas. Ahora mismo vamos a tener que plantar en canteros en el suelo y después, si aparecen las bolsas, motear las posturas, porque desde el 2017 no entran”, se lamenta Camilo.

“No damos abasto. Vendemos a campesinos, empresas, escuelas, personas interesadas. No producimos posturas por producir. A todo el que viene le damos la asesoría completa de cómo y dónde sembrar y consejos para mantenerlas. Aquí han llegado agricultores a buscar determinada postura y por el tipo de suelo de su finca los aconsejamos para que cambien la siembra y no pierdan la inversión.

“Es muy bonito que la gente te busque y ver que lo que tú haces va para adelante. Un día vi en una feria unas guayabas lindísimas, y me sorprendió cuando me dijeron: ‘esos son los frutos de tu fruto’”.

Este guajiro-científico está enfrascado en fomentar un bosque con árboles frutales y 11 variedades de bambú, ya plantados. Quiere desarrollar la cría de conejos y de aves, entre otros animales. “Nosotros no paramos, siempre estamos con un proyecto nuevo. “La Nueva Esperanza” permanece con las puertas abiertas para compartir lo que sabemos. Nuestro objetivo es generalizar la agroecología para lograr una mayor armonía entre el trabajo agrícola y la naturaleza”.