CAMAGÜEY.- Las tierras ubicadas en el perímetro de 10 km. alrededor de la circunvalación de la ciudad de Camagüey, y los consejos populares San Blas y Altagracia fueron y son el punto de mira del programa de la agricultura suburbana. El proyecto, fundado en el 2009 y que se extenderá hasta el 2030, fue promovido por el General de Ejército Raúl Castro Ruz con el objetivo de acercar la producción de alimentos a la urbe.

Capacitar a los productores más y menos experimentados sobre la utilización de materia orgánica, el cuidado de los suelos mediante técnicas agrotécnicas correctas, el manejo agroecológico de plagas, la producción y conservación de semillas, y el uso y manejo del agua son algunos de sus muchos empeños.

Poco más de 1 220 fincas constituyen en la actualidad el núcleo del proceso productivo en ese entorno, dedicadas fundamentalmente a la cría de ganado mayor, cultivos varios, ganado menor, forestales, frutales y porcino, en ese orden.

A la vuelta de una década hay muy buenas historias por contar, de gente que ha puesto su vida en la tierra para hacerla “parir” y aportar a la alimentación del pueblo; de gente que, aunque todavía no son regla, no ha dejado que la carencia de recursos ni los entuertos de la comercialización los pare, aunque la comida siga escasa y los precios en las carretillas estén por las nubes.

LOS PÉREZ

Ellos son famosos en el reparto Marquesado, no solo por las habilidades en el cultivo de las hortalizas que heredaron de sus padres, sino por ser dirigentes e impulsores de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Renato Guitart desde su fundación.

Su huerto fue el primero en la provincia en obtener la condición de Referencia Nacional y Huerto Escuela del Programa de la Agricultura Urbana y Suburbana, no solo enCamagüey, pues recorrieron Cuba de punta a cabo, incluyendo la Isla de la Juventud, para generalizar sus buenas prácticas.

Los hermanos Manuel Pérez Hernández y Blanca Rosa, actualmente la presidenta de la CCS, aseguran que el huerto de Los Pérez continuará, porque a su descendencia también le gusta el trabajo en el campo.

“Nacimos aquí y nuestra vida está junto al cantero. Desde pequeños aprendimos sus mañas. Fíjese si hace rato de eso que entonces se regaba con dos latas con huecos sobre las puntas de un palo que se llevaba en los hombros”, confiesa Blanca.

Manuel asegura desde la experiencia de los años:

“Para tener éxitos hay que preparar bien la tierra y garantizar el drenaje y la materia orgánica que da de ‘comer’ a estas plantas de ciclo corto; además, es importante el policultivo”.

La CCS está insertada en el movimiento de entrega de 100 000 quintales de viandas, frutas y granos, compromiso que cumplen cada año, explica ella. “Las producciones de la cooperativa tienen varios destinos, entre los que se encuentran las escuelas y círculos infantiles, un punto de venta en el mercado La Arboleda, del reparto Julio Antonio Mella, la placita ubicada en la calle Cuba, y comercializamos también muchas verduras con los carretilleros de oferta y demanda. Queremos abrir un punto para vender productos de nuestras tres minindustrias.

“Verdad que hay que producir mucho más y que hoy es una urgencia, pero es necesario que cuando el país tenga las condiciones priorice la entrega de implementos y medios de transporte al sector cooperativo y campesino; somos los que más aportamos y con menos recursos. Le puedo asegurar que si tuviéramos en la CCS algún transporte para recogerles a los campesinos sus cosechas en las fincas, triplicaríamos lo que entregamos a Acopio”.

SE TRABAJA DURO, PERO SE VEN LOS RESULTADOS

Allá en la finca La Esperanza, en el camino Jagüey, no hay espacio para las malas hierbas. A cada palmo, Williams Molina Domínguez le da un uso diferente. Además de la ganadería, siembra calabaza, guayaba, maíz, plátanos, chirimoya, guanábana, mandarina, mango, caña y king grass para los animales. Y no falta la cría de gallinas, guanajos y cerdos para el autoconsumo familiar. Parece tanto, y solo en una hectárea y media de tierra.

“Con la comida nosotros no tenemos problemas. ¿Cómo uno va a vivir en el campo y no tener qué comer? Lleva mucho trabajo, mucho, insiste, pero se ven los resultados. No hay hora, a veces son las nueve y pico de la noche y la mujer me da una voz para que vaya a comer porque estoy dándole agua de miel a las vacas para que den más leche. En lo que va del 2019 ya entregué 2 000 litros más de lo que me había planificado. El año pasado fui el mejor productor de leche de la ‘Renato Guitart’.

“Trabajo con mi hijo Williams y con un vaquero. Es una realidad que muchas personas no quieren ocuparse de los quehaceres de la tierra, hay otras opciones con las que se gana más con menos esfuerzo; por ejemplo, los revendedores. En Cuba, si la gente se empeñara más, la comida sobrara. Es como dijo el secretario del Partido (Jorge Luis Tapia Fonseca) hace unos días en la televisión:Comeremos lo que seamos capaces de producir’”.

LA FORTUNA DE LOS VERDE

Para Guillermo Verde Carrió, “La Fortuna” de su vida no es solo el nombre de su finca, sino la dicha de saber que tiene garantizada la continuidad. A los 85 años ve con orgullo cómo su nieto Luis Miguel Carrió Verde y Luis Miguel Carrió González (el bisnieto Luisito) llevan el mayor peso del trabajo, aunque él sea para su prole “la mente maestra”.

“Comenzamos con los cultivos varios, pero después nos especializamos en porcino, ganadería y los frutales. Acopiamos 7 000 litros de leche de vaca, 200 toneladas de mango y 10 de carne de cerdo al año aproximadamente, esta última con destino a la Empresa Agropecuaria de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Actualmente ampliamos la cochiquera, porque las 25 puercas reproductoras que tenemos ya no caben en la actual instalación. Pertenecemos a la CCS Cándido González Morales”, afirmó el mayor de los Verde.

Para Luisito, con solo 19 años, los inicios de sus quehaceres en la finca no fueron muy atractivos. “Al principio, como a cualquier muchacho, no me gustaba la tierra. Puedo decir que le cogí la vuelta. Ya no le tengo miedo al trabajo, antes sí. Dormía hasta las 10 de la mañana o trabajaba una hora y me iba a descansar. Ahora lo hago de 7:00 a.m. a 12:00 m. y después de 2:00 p.m. a 6 o 7:00 p.m. y hasta más tarde si hace falta. Atiendo las puercas reproductoras, recojo los corrales a las vacas, cocino el salcocho y lavo la cochiquera. Ya puedo decir que me gusta; menos ordeñar, todo lo otro. El trabajo en el campo no es malo; eso sí, da más dinero y ayuda a la economía de la familia, además de producir para el pueblo. Yo gano aquí 800 pesos al mes y el 3 % de los animales que crío”.

BASULTICO NO CREE EN IMPOSIBLES

El que vio hace 20 años las tierras donde Basultico pretendía sembrar hortalizas, seguramente pensó que se enfrentaba a un imposible, porque aquel es un suelo de categoría tres, que malamente sirve para el desarrollo de la ganadería.

“Primero tuve que sacar las piedras y después poco a poco desmontar el marabú. Cuando terminé, comencé a mejorar el suelo. Ya llevo 17 años en eso, utilizo el estiércol y la cascarilla de arroz, a esta última lo mismo la quemo para aplicar la ceniza que la pongo a podrir. Me ha sido útil trabajar de conjunto con el Instituto de Suelos”.

En su finca El Huerto produce el 90 % de las semillas que utiliza (ajíes, habichuela, acelga, lechuga, perejil); además, vende a la Empresa de Semillas y colabora con otros campesinos de la CCS Cándido González.

Leonardo Basulto Rojas es uno de los productores de hortalizas más reconocidos en la provincia, y en su momento dicen que fue el mayor de todos, pero la poca potencia de la corriente eléctrica que llega a su finca le limita el bombeo del agua a solo dos de las seis hectáreas que tiene preparadas para esos cultivos.

“Cuando comencé utilizaba tres turbinas para el riego, pero la potencia ha disminuido y ya solo puedo poner una y se me quema con frecuencia. Sin agua no puedo sembrar, y eso me duele. Ojalá un día me ayudaran para producir más comida. La calidad de los suelos no fue un freno pero la falta de agua sí. Lo mío es trabajar, y lo he hecho toda la vida. A la tierra hay que ponerle el corazón y después las manos”.