CAMAGÜEY.- Los misterios de la salud humana son infinitos, de eso estoy segura, máxime cuando tropiezo con casos como el de Adriana Beatriz Rojas Betancourt, una muchacha de 20 años que tiene más para contar de los dos últimos meses que de toda su vida anterior.

Ella reside en La Emboscada, en la carretera que va hacia Esmeralda, pero pertenece al municipio de Carlos Manuel de Céspedes. Con su embarazo a término comenzó con complicaciones aparentemente digestivas que le produjeron vómitos. Fue atendida en el hospital Manuel “Piti” Fajardo, de Florida, y remitida al universitario Manuel Ascunce Domenech, en cuya sala de terapia intensiva ingresó desde el 22 de junio último hasta el 22 de agosto.

UN TORTUOSO RECUENTO

En esa institución hospitalaria acudimos a los doctores Juan O. Roura Carrasco y Eldis Quintana Carbonell, ambos especialistas en Medicina Intensiva y Emergencia, y Profesores Auxiliar y Asistente, respectivamente, y el primero, jefe de ese servicio. También conversamos con el licenciado en enfermería Raúl Morales Rivero, especialista en Enfermería Intensiva y Emergencia, Profesor Auxiliar y jefe de esa Sala de Cuidados Intensivos.

El Profesor Roura explicó detalles esenciales: “Llega a nuestro servicio porque venía en estado de gestación a término, pasadas las 37 semanas y aunque esta etapa, el parto y el puerperio son normales, hay que tener sumo cuidado ante cualquier evento de enfermedad por las complicaciones que pueden enfrentar y que, de perderse un segundo en la atención, pueden ser fatales.

“De momento Adriana comenzó a presentar ictericia (color amarillo de la piel y las mucosas) y se le diagnostica una de las complicaciones más graves que pueda tener un ser humano: una degeneración aguda grasa del hígado; en estos casos el órgano se destruye, con elevadas posibilidades de provocar la muerte, pero no fue así”.

Los especialistas descartaron esa enfermedad; sin embargo, relata el Dr. Roura que las alteraciones en la funciones renales y hepáticas no se hicieron esperar con complicaciones muy serias: “Inlcuso quedó sin plaquetas, las que tienen como función formar coágulos de sangre que ayuden a sanar las heridas y a prevenir el sangrado. Tenía una anemia severa por lo que hubo que interrumpirle el embarazo mediante cesárea y después fueron necesarias seis reintervenciones quirúrgicas por sangramiento.

“Estos deterioros la llevaron a perder en dos ocasiones toda su volemia (término médico que se refiere al volumen total de sangre circulante en un individuo), o sea, que se mantenía con sangre que no era propia sino repuesta y perdió hasta volumen magro, que es referido a los músculos y a veces hasta incompatible con la vida”.

Las siete veces Adriana fue intervenida quirúrgicamente por Miguel E. García Rodríguez, Doctor en Ciencias Médicas, Profesor Titular y especialista de Segundo Grado de Cirugía General. En dos ocasiones, le practicó un tipo de cirugía a la que se acude como medida heroica, y consiste en que ante el sangrado de los órganos se opera, estos se empaquetan, o sea, se conservan con compresas y se cierra. En una de esas hubo que reintervenirla de nuevo, aunque algunos del equipo multidisciplinario a cargo no estaban de acuerdo, pues la sangre era muy licuada, y esa era la quinta reintervención; pero el Profesor Miguel lo hizo, y la reempaquetó, aunque no se contaba con ella.

“Ese segundo empaquetamiento de los órganos el Dr. Miguel tuvo que realizarlo en la cama de terapia intensiva; si la movíamos iba a morir en el intento”, aseguró el Dr. Roura.

“Es muy difícil que un ser humano tolere ser operado en seis ocasiones en menos de un mes, porque la última fue hace pocos días. El trabajo en equipo es importante. Todos nos poníamos de acuerdo. Necesitamos de buenos obstetras, cirujanos, intensivistas, enfermeros, nefrólogos, hematólogos, gastroenterólogos, anestesiólogos y cardiólogos y poco a poco la paciente fue saliendo, pero como es natural luego llegaron las complicaciones por pérdida de oxígeno.

“Comenzó entonces otro período difícil, hizo una miocarditis, que es la inflamación del miocardio, en su caso séptica, pues se infectó por gérmenes oportunistas y estuvo con una insuficiencia cardíaca que la llevó al shock por más de una semana”, explica.

Cuando nos interesamos por el comportamiento de la paciente y su familia, tanto el Dr. Roura como Quintana refirieron que fueron muy cooperativos: “Adriana se quejaba y lloraba, se aprendió los nombres de médicos y enfermeras y los llamaba cuando podía hablar para aguantarlos cuando se le hacía algún proceder”.

El Dr. Quintana agregó: “La familia confiaba, nunca cuestionaron nuestros planteamientos. La cesárea se realizó aquí 48 horas después de su ingreso por un equipo de obstetricia, encabezado por el Profesor Auxiliar Dr. Ernesto Lafontaine Terry, del hospital materno infantil Ana Betancourt. El bebé es un varón con mucha vitalidad y ya está de alta.

“Nunca había visto a un paciente con tanta necesidad de hemoderivados en tan poco tiempo; todo se le garantizó, la nutrición parenteral, los medicamentos y ventilación mecánica artificial, que la necesitó en dos ocasiones”.

El licenciado Morales Rivero precisó que a la hora de particularizar en el trabajo de alguien en un servicio de terapia es muy difícil: “No podemos omitir ni equivocarnos, pero el personal de enfermería es un complemento importante de un gran equipo que incluye a tantos y tantos, con la participación de los Profesores Consultantes. Hacer sobrevivir a la paciente de las intervenciones quirúrgicas no es tan fácil, todas las indicaciones médicas e higiénicas hay que cumplirlas con exactitud.

“Contamos con personal bien calificado para las maternas complicadas, aunque cada enfermo es importante. Como parte del Programa de Atención Materno Infantil (Pami), su atención tiene sus particularidades por ser mujeres, casi siempre jóvenes, embarazadas o recién paridas, o tienen más hijos, son definitorias para nosotros y para la sociedad. Así garantizamos el futuro”.

“A los dos meses decidimos dar alta a Adriana de la terapia intensiva”, dijo el Dr. Roura. Hubo despedidas y hasta lágrimas de ella, su familia y el personal. Por supuesto, estábamos contentos del resultado, mas sabíamos que la extrañaríamos, sentimos nostalgia. La sacamos para reincorporarla a la vida, ni siquiera todavía a la sociedad, solo a la vida. Se mantuvo mucho tiempo entre los azulejos y el techo de la sala. La trasladamos primero a un área de menos grave en la terapia y ahora está en una salita confortable fuera del servicio”.

CON ADRIANA Y PARTE DE SU FAMILIA

Esa muchacha tan valiente agradeció a Dios y a sus médicos, así los llama: “mis médicos”. Lamentó no poder retratarse con todos los galenos, enfermeros, técnicos, el personal encargado de la limpieza, de la comida, ni con su cirujano, el Dr. Miguel. Esas fueron sus “lamentaciones”, las palabras restantes fueron de elogio, satisfacción, enseñarnos la foto de su bebé Samuel de Jesús Balboa y llorar un poquito.

Su esposo José no estaba en ese instante, pero sí Olga Betancourt Ruiseco, la madre que no ha vuelto a ir a su casa desde el 22 de junio. “Sentirme en las nubes es poco. Agradezco a Dios por poner a esos médicos en el camino de mi hija, pido por ellos día a día. Lo que hicieron por ella ha sido muy grande, no han descansado un solo día y el director del hospital, quien la operó tantas veces, hasta en sus vacaciones estuvo pendiente. Algo verdaderamente.

“Mi nieto está bien, el 17 de agosto le dieron el alta de la sala de neonatología del Hospital Materno, querían quedarse con él hasta que la mamá saliera de aquí. Desde luego, sufrí mucho, pero confié y todo salió bien. Nuestra familia se mantuvo unida y con mucha fe y amor para dar. Eso también ayudó”.

Pronto Adriana regresará a su Emboscada, luego de sortear otras siete de las que salió ilesa.