ESMERALDA, CAMAGÜEY.- Desde hace poco más de tres años, Ariel Escalona Pérez tiene un “pingüino” en el norteño municipio de Esmeralda. Es una rareza encontrar algo así en Cuba; sin embargo, él insiste en cuidar mucho esta singularidad que ayuda, además, a todos los pobladores del lugar.

Ariel dice que ahora duerme tranquilo a pesar del potente ruido de la fábrica de dos pisos, ubicada al final de la foto.Seis años atrás, cuando le hablaron sobre el tema, Ariel preparó las condiciones para crear lo mejor posible de su “animal”. Hoy su empeño es una realidad. Tras mucho tiempo de trabajo, tiene su fábrica de hielo produciendo para casi toda la provincia, e incluso fuera de ella. Adelante llegó hasta su extraño “zoológico” para conocer de cerca esta curiosa historia.

LA LOCA IDEA

Ariel dice dormir tranquilo, a pesar del ruido de la fábrica de dos pisos, ubicada al final.Ariel dice dormir tranquilo, a pesar del ruido de la fábrica de dos pisos, ubicada al final.Mientras trabajaba de chofer en el Gobierno de Esmeralda, el “inventor” percibió que no había ofertas en el municipio para las grandes demandas de hielo. En uno de sus viajes conoció a otro similar que se había adentrado en la “chiflada” tarea de crear una máquina propia.

“Jamás había escuchado sobre las fábricas particulares, siempre pensé que no se podían hacer y que eran cosas del Estado. Cuando supe de la existencia de una me entró el bichito de lanzarme en esa aventura. Según lo que me han dicho hay muy pocas en Cuba, solo tres o cuatro, contando la mía.

“Ahí fue cuando les expliqué la idea a las autoridades del territorio para ver si me apoyaban. Ellos me dijeron que sí y entonces comencé la ‘locura’”.

Para hacerla dice que copió de una máquina que había en la presa El Porvenir, perteneciente a la Pesca, porque “no tenía ni idea de lo que iba a enfrentar.

“A raíz de eso tuve que leer muchos libros de refrigeración para conocer bien a lo que me iba a dedicar. Después contacté con unos mecánicos del municipio de Camagüey y ellos me ayudaron, junto a los torneros del central Brasil. Muchos no creyeron que la idea se materializara, pero aun así apostaron por mí”.

—Fueron seis largos años de decepción y duro trabajo, ¿alguna vez pensaste en abandonar?

—Sí. Muchas veces dije hasta aquí llegué, se acabó la planta de hielo. Tuve muchos tropiezos al principio, pero gracias a la ayuda del Gobierno decidí tirar pa’lante.

—¿Y la familia? ¿Cómo fue su apoyo durante el tiempo de creación?

—Ellos fueron mi sostén. En los momentos que me cansaba de luchar eran quienes me motivaban y me daban aliento. Al ver que la máquina comenzó a andar me animé un poco, pero cuando vi lo que gastaba de corriente la ilusión se fue de nuevo pa’l piso. Todo iba muy lento y con muchos tropiezos, pero sin la ayuda de la familia y el Gobierno esto no estuviera funcionando hoy.

“Yo no lo dejé desistir —sostiene Sandra Cardoso, su esposa— le dije que con todo el trabajo que había pasado tenía que llegar hasta el final”.

Cuenta que la primera vez que salió el chorro blanco se metió debajo y empezó a gritar ¡hielo, hielo!

“Nunca pensé que podía lograrlo, hasta loco me decían, que no lo iba a conseguir, y aquí me ven”.

EL ANIMAL POR DENTRO

El “pingüino” está produciendo de ocho a 10 toneladas diarias de hielo; sin embargo, como es lógico, cuando hay frío tiene mejor rendimiento. Más del 90 % de la producción es para las empresas estatales, la cual se comercializa a 0,84 CUP el kilogramo. Ariel mantiene el mismo precio tanto para el particular como para el Estado.

“Cuando me cambien el tendido eléctrico de 220 a 440 vol. vamos a hacer un estudio a través de Finanzas y Precios para modificar la tarifa con los beneficios de una cuota estatal. Así le puedo bajar el precio, debe ser la mitad de lo que está ahora, o menos”.

Pero no todo es color de rosa. Según nos comenta su creador, la demanda tiene que ser constante para evitar que el hielo se derrita y solo deje pérdidas. Aún no logra cubrir las paredes de la nevera con material refrigerante.

“Todos los meses analizo el agua a través de Higiene y Epidemiología. Esa es una de mis prioridades. La corriente y el agua, que la obtengo de un pozo en el patio de la casa, son los principales gastos de la fábrica, pero el que más me afecta es el primero”.

Según Ariel, cada mes paga a la Empresa Eléctrica más de 20 000 pesos. “Trato de consumir entre 6 000 y 7 000 kiloWatts en 30 días y tengo que jugar con eso y compartir el gas, unas veces menos, otras más, porque si no se disparan los costos y deja de ser rentable”.

Para que la máquina trabaje en plenas condiciones las 24 horas tiene que gastar entre 10 000 y 15 000 kWh. Por tal razón gestiona un contrato estatal para lograr un mejor rendimiento. Sus ventas se extienden desde la Empresa del Cárnico, la Pesca, Comercio, hasta varias cooperativas de la provincia de Ciego de Ávila.

Pero este hombre es un innovador nato, ahora trabaja en una segunda máquina que debe estar lista pronto. “Con esta pienso completar mi demanda, muchas veces no doy abasto y trato de cumplir con todos, pero me cuesta mucho trabajo”.

DURANTE EL CICLÓN

Pero este “pingüino” no niega el hielo a nadie. Durante el ciclón fueron muchas las personas que recibieron el necesario líquido congelado. Su hogar en Esmeralda se convirtió en un oasis.

Los dirigentes del municipio se acercaron y me preguntaron si podía trabajar con un grupo electrógeno y yo les dije que sí, que estaba dispuesto”.

A Ariel le pidieron también que bajara el precio (cinco pesos una cubeta), por el momento excepcional en el que se encontraba el territorio y se negó.

“Les dije que todo lo que se hiciera iba gratis tanto para el Estado como para la población. Así estuve trabajando siete días sin parar y despachando de 6:00 a.m. a 2:30 a.m. El pueblo entero estaba aquí. Cuando cerrábamos para descansar un rato, no se iban, se quedaban en el portal esperando a que abriera”, asegura el hombre que todos engrandecen en este pueblo.

“Cuando el ciclón —comenta su esposa— sabíamos que era algo que teníamos que hacer, estábamos dispuestos a ayudar a todos y no solo con el hielo, también cargábamos los celulares a las personas en la casa. Los niños ni veían el televisor por estar pendientes de los móviles de las personas y de la cola, además de que mantuvimos informados a los vecinos de la situación en el país”.

CON HIELO, PERO CALUROSOS

Con Ariel supimos que todos en la casa saben manipular la planta y cualquiera se puede encargar de ella. “Es un negocio familiar, y siempre le digo a mis hijos que la prioridad es ayudar a la población”.

Cuenta que aún le falta bastante por aprender de refrigeración, pero tiene mucho que enseñar a sus hijos de la vida.

Este hombre sencillo muestra con orgullo su creación. Sabe que es privilegiado, pero no por la rareza de la fábrica en la provincia, sino porque conoce que dondequiera que llegue, en su pueblo natal, siempre habrá un amigo que le dará las gracias. Comenta que ese es el mérito mayor que le ha dejado el pingüino.