CAMAGÜEY.- Si se quiere dar ejemplo en Cuba de cómo una rama de la economía industrial azucarera fue capaz de expresarse en sociedad, cultura y arquitectura debe referirse al batey del central Jaronú.

Aseguran los especialistas que es difícil hallar en otra parte del mundo donde se produce azúcar de caña una muestra como esta, que en su forma y estilo de influencia sureña de los EE.UU. se ha mantenido por casi 90 años.

La primera zafra del “Jaronú”, dos años después de comenzar su construcción en los terrenos de la hacienda de su nombre, comenzó el lunes 26 de diciembre de 1921, con la intervención de centenares de trabajadores.

“Jaronú” fue el resultado de las repercusiones de la Primera Guerra Mundial que en Europa afectó la producción de azúcar de remolacha y aumentó los precios de la de caña. Desde entonces Cuba se convirtió en importante suministrador del producto, por supuesto, con los EE.UU. como intermediario.

El batey, proyectado con funcional planificación urbana y edificaciones únicas de su tipo en el país, se distingue por diseños originales de mampostería y tejas francesas, así como elementos en arcos, capiteles y molduras. El ordenamiento urbano incluye alcantarillado y acueducto con un diseño que previó todos los sistemas de servicios: hospedaje, comercios, educación.

Esa estructura respondió en aquel entonces a la composición social de los trabajadores del ingenio, donde su máxima distinción está en el edificio preponderante, la vivienda del administrador, mientras en su entorno y alrededor del parque se ubicaron las mayores viviendas, donde residían trabajadores de cierto rango. Como ese conjunto de obras dio al asentamiento valor arquitectónico excepcional, el batey Jaronú y el central fueron declarados, en el año 2011, Monumento Nacional de la República de Cuba.

EL VIENTO QUE SOPLÓ DESDE EL OTRO LADO

Perturbaciones ciclónicas y huracanes le amenazaron a lo largo del tiempo en todos esos años. Incluso, sufrió el bombardeo aéreo del terrorismo en la década de 1960, sin embargo, la comunidad se mantuvo bien plantada. Ahora, con el anuncio del cambio climático y el fortalecimiento de nuevas tormentas tropicales, Irma fue diferente.

Rafael Orestes Esquivel, vecino de la zona, nos relata de forma breve sus vivencias: “Sobre las nueve de la noche estaba soplando duro duro, pero de pronto hubo una calma. Aproveché para darle una vuelta a los animales que tenía protegidos en el rancho. Eso fue apenas quince minutos, porque de pronto comenzó a soplar fuerte desde el otro lado y entonces aquello sí se puso feo y todo comenzó a desgajarse y a volar. Y me dije, esas tejas van a caer por lo menos en la costa”.

Convocada por la dirección del Partido  Comunista de Cuba y el Gobierno, la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey acudió de inmediato en auxilio de Jaronú, donde el evento meteorológico se ensañó sobre el centro patrimonial dejando daños cuantiosos.

“Lo primero fue recuperar todo lo que se pudo desmontar de las viviendas y antiguos barracones dañados, y luego con lo que teníamos en existencia comenzar a trabajar. Nos dieron una primera manzana de casas, las más afectadas, a las cuales hubo que levantarles los techos por completo. También iniciamos obras en el policlínico, donde ya tenemos parte de su cubierta prácticamente terminada, el centro de elaboración, la funeraria, el local del médico de la familia”, narra Antonio Hernández Roldán, director de la Empresa de Restauración y Conservación, muchos de cuyos trabajadores, alrededor de 90 hombres organizados en 8 brigadas, se encuentran en los edificios donde radicaban algunos de los principales servicios a la población, así como en otras diez viviendas.

“Aquí es muy peligroso trabajar en los techos, no solo por la altura sino por el grado de inclinación que tienen. Por eso es necesario el uso de arneses y cuerdas de seguridad. Nadie duda que se está escribiendo una verdadera proeza laboral y eso va a la historia del batey. Lo realizado en Jaronú no es comparable con nuestra presencia en Baracoa, que fue importante —añade Hernández Roldán. No se puede comparar ni el tiempo que estuvimos, ni la cantidad de tareas realizadas aquí”.

CUANDO JARONÚ SE MULTIPLICÓ

“Cuando se construyó el batey del central azucarero Jaronú, se pensó originalmente en una población permanente y eventual de unas 4 000 personas, pero hace rato que se excedió esa cifra, nos dice José Rodríguez Barreras, titular de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey. Solo a este Consejo Popular tributan barrios tan grandes como el Micons, La 82 y Moscú, con una población que sobrepasa los 8 400 habitantes que no contaban con servicios adecuados. Ahora, con las obras de restauración tras el paso del huracán, se construyen algunas de esas infraestructuras, pues este Consejo Popular, en cifras conservadoras, para los próximos años, al ser salida al desarrollo turístico de la cayería norte, debe llegar a una población de 24 000 habitantes. Existe la voluntad política para ello y hay un apoyo importante del país para esta obra”.

Para la cultura universal los camagüeyanos recuperan el batey de Jaronú con importantes inversiones en viviendas y establecimientos sociales y económicos, incluyendo la conversión de las viejas cuarterías en viviendas confortables, así como el crecimiento del entorno de un batey convertido en la capital de los alrededores. Mas no solo se trata de recuperar el patrimonio arquitectónico, sino a la vez, y ello es lo más importante, fortalecer la cultura de una región histórica y única y educar una conciencia de identidad patrimonial como garantía de continuidad social.

“Esperamos terminar para el 2 de diciembre en las obras principales, interviene Rodríguez Barreras, ese es el resultado de la labor que desde un principio se planteó la Oficina, trabajar para resolver lo de ahora, pero con vistas al futuro añadiendo incluso más servicios necesarios. El batey tiene recursos y trabajo técnico, pero nuestra lucha principal se encuentra ahora en recuperar su identidad y esto ha de comenzar desde las escuelas y las familias. Comenzar a sembrar para el futuro”.