Suturas

CAMAGÜEY.- Lázaro Cabrera García tiene alma de arreglador. Lázaro tiene un nombre común. Tiene un oficio común. Usa ropa común, como un uniforme. Es un hombre común. Aunque no tanto, en su comitiva él es faro intenso. Con esa vocación para los remiendos bien pudiera ser el médico que alguna vez soñó. Aunque quizás componer los estómagos de once hermanos ha sido su mejor enmienda.

Lázaro no le tiene miedo al sol, ni a la luna; “descubriéndole” los caprichos a los astros ha andado siempre. Ha doblado el lomo machete en mano; ha vigilado a deshora los recursos de alguna escuela, ha recogido-recoge basura en su cuota de la ciudad.

A nosotros los periodistas a veces los diplomas nos llevan con gente de vértigo duro, de esos que sueltan sin tantos reparos: “Si no me enfermo hay Lázaro pa´ rato en Comunales; no importa el trabajo que tenga, lo que me gusta es hacer las cosas bien, con amor”. Y no es que “amor” lo haya utilizado para poner la frase linda, se le sintió como un sustantivo “simple”, “propio”, “concreto”, más allá del absurdo en la “clasificación” que decreta la Gramática.

Según la emulación de la Dirección de Servicios Comunales en Camagüey, Lázaro es uno de los trece trabajadores destacados de toda la provincia que reciben halagos con motivo del día del trabajador de ese sector, hoy 15 de febrero. Pero Lázaro siente que es un reconocimiento que merecen en igualdad de condición Yohandry, Pedro, Omar y José, sus compañeros de brigada, aun cuando lleva el “renombre” de la autoridad.

Un tractor, una carreta, palas, sacos, basura, rostros mojados, diez manos para cargar, y mucho pálpito, encontró este equipo en la calle Sociedad Patriótica del Reparto Torre Blanca, justo al mediodía. “Todavía nos queda el sol más fuerte, casi a diario hacemos el recorrido hasta las 3:00 p.m.; hay que aprovechar la jornada, sobre todo porque de nosotros también depende la salud de la ciudad”, sostiene con el desvelo del médico que lleva camuflado.

Retablo

En un nuevo filme de El Barrendero, Tamara Serrú Nestal tal vez ganara el papel para la versión femenina del Napoleón, de Cantinflas. En un “set” como Nuevitas, asegurar en todas las épocas la vitalidad de los espacios públicos debe ser un remache de cerebro y de ganas, de coraje. En nombre los nueviteros es posible que no le descubran la cercanía, seguramente sí en rasgos; ella que es lustre perenne en in-contables rincones de la ciudad.

Desde la “jerarquía” de su posición, Tamara decide y logra mucho. ¿Las claves? “Lo primero es que mi trabajo me gusta, y lo segundo: hay que trabajar mucho y bien. Me desempeño como jefa de una brigada en la que predominan los hombres; el respeto entre todos no debe faltar. Es un poco difícil dirigir y más en una tarea como la nuestra en la que todos somos iguales, aquí nadie se sienta a mandar, juntos nos fajamos por lo que debemos hacer”.

La ligereza de tallas contrasta con el peso de sus pálpitos. No fue esta una pregunta pero la respuesta está ante los ojos: el aval de Vanguardia cuatro años consecutivos como trabajadora de Comunales le miden los compromisos.

“Desde que salgo de mi casa me prendo a trabajar, nos reunimos y analizamos las prioridades del día, que nunca son pocas cuando se trata de garantizarle a las personas una ciudad más linda y limpia. Y el de ese que llega y se sienta en el parque, o el que pasa y elogia es el reconocimiento que más valoro. Es muy gratificante que la propia población reconozca nuestro sacrificio y que respete lo que hacemos, eso nos anima a hacer mejor lo que nos toca”.

Tamara es de esas mujeres que disfruta subirse las mangas y amarrarse la ventaja, sobre todo cuando se es madre de dos adolescentes. El mejor de los nervios, afirma, para echarse a correr.

A Lázaro y Tamara los separan casi 80 kilómetros pero los une una “ley”: con responsabilidad y frente largas buscan los frijoles largos para la familia, se enfundan la vida. ¿Qué rastro de basura hay en tal porfía?