Esther Bejerano.Foto: Leandro Perez Perez/AdelanteEsther Bejerano.Foto: Leandro Perez Perez/AdelanteCAMAGÜEY.- La conocí en Alemania. Esther Bejerano es de esas personitas especiales con las que logras química muy fácil. Rapera de 92 años, tiene la energía suficiente para contagiar a todo el que la rodea. Su historia parece una novela, pero no, es real. Por el origen judío en tiempos del nazismo fue enviada para el campo de exterminio masivo de Auschwitz, pero con recursos increíbles sobrevivió a cargar piedras más pesadas que ella.

“El trabajo era muy agotador, físicamente no iba a resistir mucho. Entre tanta desesperación apareció Tchaikowska, quien tenía la orden de fundar una orquesta y necesitaba jovencitas que supieran tocar algún instrumento. Yo sabía algo de piano, levanté la mano, pero la orquesta no lo llevaba. Aquella señora me propuso el acordeón, no sabía qué era, pero logré algunos acordes de Bel Ami, una canción de moda. Fue como un milagro, el instinto de conservación”.

Al escucharla mis lagrimales, casi tanto como los de Esther, terminaron irritados. Así comenzó nuestro reencuentro en Cuba.

“Cuando llegaban nuevos condenados a la cámara de gas, la orquesta comenzaba a tocar junto a los transportes. La música era un aliciente psicológico para que las personas a bordo de los trenes no sospecharan que les pasaría algo terrible”.

Pero otras notas se añadieron con la orden de su traslado de Auschwitz al lugar donde hizo que su vida cambiara para siempre.

“Yo tenía una abuela cristiana y eso significa que solo alcanzaba un cuarto de aria o raza ‘superior’, la única permisible. Luego de una revisión del mismísimo Mengele, el médico inventor de esa raza, me trasladaron al campo penal para mujeres de Ravensbrück. Cuando se acercaban los soviéticos emprendimos la marcha de la muerte, en la que asesinaron a mis padres. Al quinto día de la caminata, un soldado dijo a otro que ya no podían disparar a los prisioneros, entonces siete mujeres escapamos. El término de la guerra para mí es el retrato de Adolfo Hitler ardiendo, y los soldados y las muchachas bailando mientras yo tocaba el acordeón. Jamás olvidaré esa imagen”.

Esther Bejerano fue para Israel, donde se casó, tuvo una familia, pero su desacuerdo con la política israelí contra Palestina los regresó a Alemania, a pesar de que anduvieran libres los asesinos de su familia.

“Es absurdo que hoy se distribuya propaganda nazi, después de todo lo vivido. También resulta muy peligrosa la actual discriminación de las minorías en Europa, porque instaura gérmenes de fascismo en los niños y jóvenes que van a dar a los grupos neofascistas. Me da mucho miedo que existan esos grupos, que la derecha se fortalezca en Europa y desencadene un fenómeno mundial. No quiero que mis hijos, ni mis nietos, ni la gente que quiero pase por lo mismo. Soy antifacista”.

La artista hace una pausa, por agua y más. Su historia es una alerta constante para evitar semejantes desgarramientos. Entonces respira profundo y continúa el diálogo por la cuerda de la música.

“En Israel estudié para soprano. Pensé que a través de la música podía convencer de lo negativo del nazismo para el mundo. Fundé el grupo Coincidence con mis hijos y nos presentamos en varios países, pero el interés por llegar a la juventud me llevó al rap, tan afín a ella. Un rapero me propuso un proyecto que iniciamos con la idea de hacer un disco”.

El acierto de su búsqueda en el hip hop lo comprobamos en el concierto que Esther ofreció en la Casa del Joven Creador de Camagüey.

“Hemos hecho un grupo muy especial, aunque no logro adaptarme todavía al nombre: Microphone Mafia. Somos tres generaciones, con presencia de tres religiones, una muestra de que podemos coexistir. Queremos ser ejemplo de unidad por encima de las diferencias”.

Ante la pregunta de por qué vino a tocar en Cuba se ríe y contesta enseguida. “Es un viejo sueño. Quería brindar mi arte aquí, porque ustedes han demostrado que la alternativa es posible y yo soy socialista. Varios amigos me hablaban de lo hermoso de su gente y vine a comprobarlo. Deseo que sigan así, como son, que los jóvenes lean la historia, a los seres humanos que se unan, solo así podremos cambiar y preservar el mundo”.