“Para enseñar historia usted debe tener conocimiento del escenario

donde se produjeron los acontecimientos históricos...”.

Fidel Castro, 15 de marzo del 2001

Omelio Nilo Caballero Agüero .Foto: Otilio Rivero Delgado/AdelanteOmelio Nilo Caballero Agüero .Foto: Otilio Rivero Delgado/AdelanteCAMAGÜEY.- Omelio Nilo Caballero Agüero fue mi profesor de Historia Contemporánea y de varios colegas cuando la carrera de Periodismo de la Universidad de Oriente abrió una filial en Camagüey.

Entre las tristes y arbitrarias decisiones de entonces no figuraba la asignatura Historia de Cuba en innumerables planes de estudio, incluido el nuestro. Por aquella época él era recién graduado, hoy es profesor auxiliar, MS. c. en Historia y ejerce en la carrera de esta especialidad en la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz; antes fue alfabetizador, monitor, alumno ayudante…

 Estudió en el Instituto Pedagógico Enrique José Varona, de La Habana, laboró en distintas secundarias básicas de la capital, y en el curso 1975-76 se graduó en el entonces Instituto Pedagógico José Martí camagüeyano, donde trabajó hasta su jubilación en diciembre del 2012, pero en enero siguiente se reincorporó.

Con estos y otros elementos como aval, seleccionamos al profe Omelio para abordar aspectos de primerísima importancia y de urgente atención en la enseñanza de la Historia.

—Últimamente le hemos escuchado decir a autoridades del país que la enseñanza de la Historia de Cuba debe comenzar en casa, ¿cree usted que realmente debe ser así?

—La familia debe crear el clima para que los estudiantes tengan la responsabilidad de aprovechar los años escolares, conocer el mundo en que viven.

“Yo soy del campo, mis padres apenas tenían vencida la primaria, sin embargo, cuando comencé en la escuela me matricularon en segundo grado porque ya ellos me habían enseñado a leer y a escribir, las cuatro tablas de la Aritmética; cuando fui avanzando, especialmente mi padre se ocupaba de revisarme las libretas, de que hiciera las tareas, y me ayudó hasta que sus conocimientos le dieron la posibilidad, luego mantuvo la preocupación.

“Ahora las personas pueden tener mayor preparación, ser magníficos profesionales, se pueden incentivar valores morales, el patriotismo, pero enseñar la Historia no es asunto de cualquiera, es tarea de las escuelas”.

—Con ese punto de vista, ¿cómo usted valora en la actualidad la enseñanza de esta materia?

—En búsquedas de métodos más pedagógicos se ha dejado en un segundo plano el contenido, hay programas a los que debemos ponerles más rigor, sobre todo en la formación de los profesores e historiadores, hay que lograr que los estudiantes estén bien preparados, con conocimientos sólidos.

“El principal elemento para enseñar historia es saber historia, empezando por la del propio país que es la que más nos preocupa. Siempre fui y soy partidario de que quien la imparte no debe asumir otra asignatura, a no ser en caso extremo, en una situación de emergencia. El profesor de Historia debe dedicar mucho tiempo a su autopreparación, leer, incluso hasta de la lengua materna, la dicción, esta es una asignatura que requiere de una buena expresión, tanto oral como escrita.

“Hemos atravesado por situaciones difíciles, se han preparado muchachos de forma emergente para que den clases, en lo cual lo más importante es lograr que el joven se sienta seguro, apoyado, de esa forma muchos han comenzado su carrera de magisterio y hoy son magníficos profesores de Historia. Para estos se requiere un sistema de preparación más sistemático”.

—¿Cómo se interrelacionan el magisterio y la investigación?

—La investigación debe formar parte de la formación y el ejercicio del magisterio. Tengo dos líneas fundamentales, una la Historia de los Estados Unidos, porque opino que al enemigo hay que conocerlo bien, al detalle, para combatirlo, y a lo interno me interesa mucho todo lo que tiene que ver con el patrimonio natural y cultural, por eso me he dedicado a estudios arqueológicos en colaboración con el Citma y a través del grupo Victoria de Caonao, de la cátedra de Antropología de la Universidad de Camagüey, que integran profesionales de diferentes especialidades para el estudio de la cultura y la historia regional.

“En temas ambientales soy autor de una estrategia para introducir el enfoque ambientalista en los programas de Historia, que el Ministerio de Educación estableció a nivel nacional como estrategia rectora para los institutos pedagógicos, la mayoría ahora facultades integradas a las universidades.

“He colaborado en investigaciones medioambientalistas como la de Yumaisí, una zona cercana a San Miguel, afectada por la tala indiscriminada y la explotación extensiva de la caña, lo que agotó la capa del suelo y provocó la salinización, no solo allí, en muchas áreas de Camagüey se produjo un fenómeno similar. También en toda la costa sur; tratamos de evitar la desaparición de importantes sitios arqueológicos, los que tienen una gran importancia en la historia de esa zona, y en la conformación de la Historia regional”.

—A propósito de referir el tema de la Historia regional, ¿qué importancia le concede a esos estudios?

—En el rescate de la memoria histórica tenemos una tarea, si bien el último libro de texto de Historia de Cuba de preuniversitario aborda estudios sobre nuestros aborígenes, que se basan en los aportes de destacadas figuras como Ramiro Guerra, Hortensia Pichardo y las más recientes investigaciones, es muy importante que ahora se reconozca la existencia de comunidades aborígenes hasta el siglo XVIII y su aporte a nuestra cultura.

“El impacto de la cultura aborigen fue mayoritario en la población cubana hasta el siglo XVIII; la espiritualidad no la trajeron los españoles de espada, la labor educativa en las familias, en los bohíos, conservó parte de su cultura, más allá de los vocablos; ellos tenían su religiosidad, adoraban a una virgen (Atabex), a un San Lázaro, un dios que representaban con cabeza de perro… eso no vino de África ni de España. Tampoco la cría de peces y quelonios en corrales que hoy se explota en nuestras presas y costas, esa era una forma de cría que empleaban. Lo abrigen también tuvo un gran impacto en el área del Caribe”.

—Influencias en su formación profesional

—Mi modelo a seguir siempre ha sido Horacio Díaz Pendás; durante años fue metodólogo del Ministerio de Educación, cada visita de él al Pedagógico era un verdadero reto para los profesores, pero a la vez una nueva lección, una sesión de aprendizaje, pues con un carácter afable, refinado, te señalaba lo bueno y lo malo, era un intercambio fructífero con una cátedra viviente, tanto en historia como en pedagogía.

—Satisfacciones

—Mi principal satisfacción es encontrarme a los que fueron mis alumnos y que me acojan con beneplácito, que me reconozcan como un profesor exigente y a la vez agradable, que hayan asimilado lo bueno que les entregué, eso me estimula. Aún tengo muchas insatisfacciones, por eso me reincorporé. Me queda mucho por aprender y trato de enseñar todo lo que puedo.

—Sugerencias

—Para enseñar Historia de Cuba el maestro no puede imponer conceptos, debe estar preparado para propiciar la discusión, saber orientar al alumno hacia la búsqueda de elementos probatorios, de fuentes originales, a escudriñar en relatos presenciales. Uno de los males de la enseñanza actual es querer dictar conclusiones ya elaboradas para que se las aprendan de memoria, eso es matar la historia. Félix Varela revolucionó el sistema de enseñanza, sin embargo, lamentablemente, hay improvisadores e improvisados frente a las aulas, la carencia de docentes especializados no nos puede llevar a colocar esta asignatura en manos de cualquiera. Reitero que para impartir Historia, hay que saber historia.

“Esos acontecimientos que nos parecen muy evidentes a los que los hemos vivido, a los jóvenes que no los vivieron cualquiera les hace un cuento y ellos lo creen de quien mejor se los cuente, por eso hay que ponerlos frente a las evidencias, llevarlos a los museos donde pueden ver los instrumentos de tortura, desde la esclavitud, incluso las que se utilizaron por los esbirros de la dictadura de Batista para sacar ojos… hay documentos probatorios, publicados en libros, revistas, periódicos”.

—¿Usted cree que eso sea posible con programas para la asignatura dosificados, con frecuencias y tiempo límites para impartir los contenidos?

—En realidad no hay espacio suficiente en el currículo, por eso es tan necesario seguir perfeccionando los planes de estudio, rescatar contenidos, darles mayor flexibilidad a los programas, sin que eso signifique sacrificar temas, pero es preciso que lejos de acortar la asignatura, se amplíe, de lo contrario, continuaremos matando la Historia, esa que es tan imprescindible para salvar a los pueblos.