CAMAGÜEY.- Treinta y cinco años después de verlo ir entre sus brazos, Elsa Morales Naranjo mantiene aún impecable la cama de su hijo Marco Antonio como si el niño, de excepcionales cualidades e inteligencia, estuviera a punto de regresar de la escuela.

Aquel pequeño, de solo nueve años, cuyas fotos conserva en el comedor y en la sala del hogar, situado en la calle Rosario y Calixto García, en Camagüey, fue uno de los 101 infantes víctimas mortales de la epidemia de dengue hemorrágico, introducida en 1981, como parte de una guerra biológica contra nuestro país.

No lo dijo la prensa cubana. Un artículo en Covert Action,  un boletín de información estadounidense  reseñó los experimentos realizados con dengue en el centro de armas químicas y biológicas del Ejército en Fort Detrick, así como sus investigaciones sobre el mosquito Aedes aegypti que lo transmite.

Qué “extraña” coincidencia, más tarde de esa revelación se propagó en Cuba una variedad de dengue hemorrágico, nunca antes conocido, lo que por lógica complicó inicialmente el tratamiento por los profesionales de la Salud, mas en pocas semanas, 273 000 personas estaban contagiadas, y el número de enfermos llegaba a 158, de los cuales 101 eran niños.

Marco Antonio por el terrorismo no pudo disfrutar la vida.Marco Antonio por el terrorismo no pudo disfrutar la vida.El colmo de la desfachatez. Dos años después de la terrible epidemia, Eduardo Víctor Arocena Pérez, dirigente del grupo terrorista Omega 7, en un juicio en Manhattan, el distrito más conocido e importante de Nueva York, en el que fue sentenciado por el asesinato de Félix García Rodríguez, diplomático cubano ante la ONU, admitió que tuvo como misión “introducir algunos gérmenes en Cuba para usarlos contra los soviéticos y contra la economía cubana, para empezar lo que se ha llamado una guerra química”.

Elsa sabe esa verdadera historia de la aparición no fortuita del dengue hemorrágico en Cuba.

Cuando hablamos de Marco Antonio, lo califica como un ser especial y sonriente, personalidad que es fuente inagotable de la que bebe para plasmar en poesía sus vivencias, y el por qué no varía la disposición de la habitación donde dormía él, junto a su hermano, Julio César Esteban, residente actualmente en Estados Unidos.

“Para una madre el tiempo y el espacio son obra del hombre, y cuando a una mujer se le otorga el don de la maternidad, el hijo esté lejos o cerca, siempre lo encontraré a mi lado, porque hay otras formas de vida que el hombre quizá no visualice. El recuerdo de mi hijo, mientras viva, estará conmigo”.

Así Elsa conserva la habitación donde dormía Marco AntonioAsí Elsa conserva la habitación donde dormía Marco AntonioRecuerda la etapa de Marco Antonio en los círculos infantiles Alegrías del Hogar, ubicado en la calle San Esteban, y Cestico de Rosas, en General Gómez y San Ramón, y en las escuelas primarias Emilio Luaces, en Cisneros y Ángel, y en Grandes Alamedas, en la Avenida de los Mártires, donde lo matriculó por la cercanía a su centro laboral.

Recalcó que el niño era tranquilo, le gustaba el arte y coleccionaba sellos. Nos habló de que un tiempo antes de la desaparición de Marco Antonio, presintió que algo le sucedería a uno de sus dos hijos; y un día, al regresar del trabajo, lo vio dibujando un cementerio, la explicación la dejó estupefacta: “La muerte es igual que la vida. No hay que tenerle miedo”.

Conserva en la habitación algunas libretas y fotos. Con un tono de voz apacible cuenta muchas anécdotas.

Entre ellas, la de la vez que vio a un pionero con uniforme escolar, pensó que era Marco Antonio y este al llegar a su lado detuvo la marcha y le pidió darle un beso; o la escuela donde fue a dar clases y se encontró a condiscípulos del hijo; o de cuando Roberto Manzano Díaz, hoy prestigioso poeta, le sugirió que escribiera poemas para niños, algo que venía haciendo para adultos.

De ese empeño resultaron varios textos, entre ellos el que le mereció el Premio de la Ciudad; y como el color preferido de Marco Antonio fue el azul claro, mantiene en la biblioteca provincial Julio Antonio Mella la actividad La peña del Niño Azul, otra manera de tenerlo siempre presente.

Por la crueldad de terroristas como Arocena, Elsa y otras madres cubanas no tienen físicamente a su lado a los seres más queridos. Entre sus poemas, compartimos:

Herencia

Mi abuelo el agricultor

sembró de plantas el día,

y me plantó en su alegría

la semilla del amor.

Mi abuelo el libertador,

me regaló la poesía

de amar la tierra mía,

al monte y a su verdor.

Mi abuela, la campesina,

me dio el ansia de virtud,

el odio a la esclavitud

que a la mujer asesina.

Y mi abuela, la marquesa,

me ungió al amor de la cruz,

a su capricho andaluz

de un tesoro y la nobleza.

¿Qué daré al nieto adorado,

Naturaleza bendita?

Le daré la inmensa cita

con el mundo del pasado.

DISCURSO DE FIDEL CASTRO, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN LA CLAUSURA DEL V CONGRESO DEL SINDICATO DE LOS TRABAJADORES DE LA SALUD, EN EL TEATRO "PRINCIPAL" DE CAMAGUEY, EL 9 DE DICIEMBRE DE 1981, "AÑO DEL XX ANIVERSARIO DE GIRON".