CAMAGÜEY.- Rigoberto Fabelo también sabe pintar, pero a diferencia de su hermano Roberto, toma por pincel el conocimiento y se desborda en ese lienzo otro que para él es cada comunidad cubana, donde no encuentra límites de marcos, solo horizontes posibles a través del Centro de Intercambio y Referencia-Iniciativa Comunitaria (Cieric).

Oriundo de Guáimaro pero radicado en La Habana, preside esa organización que forma parte de la Sociedad Civil Cubana, y está demostrando el aporte de proyectos culturales al desarrollo económico de localidades de Guantánamo, Holguín, Las Tunas, Villa Clara y Camagüey.

“Aportamos una visión particular de cómo la cultura puede contribuir a los procesos de desarrollo, cómo el arte puede ser un medio de transformación humana, cómo estos procesos pueden ser organizados y sobre todo cómo pueden desarrollarse de manera articulada”.

Rigoberto Fabelo visitó recientemente Camagüey, a propósito de la jornada provincial por el aniversario 25 del Cieric, vinculado a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

“Estoy muy satisfecho, impresionado y emocionado. Aquí comenzamos a trabajar hace cinco años en Guáimaro, Camagüey y Céspedes, a través del Programa de Desarrollo Local en Municipios Cubanos desde la Cultura. Ha habido un salto muy grande en la integración y en el acercamiento de la diversidad de los actores que participan. Ha sido un camino donde hemos discutido, hemos encontrado la necesidad de confrontar visiones, enfoques, metodologías, criterios, pero ha primado la voluntad de hacer”.

En Camagüey, el Cieric además atiende 72 proyectos de Casas de Cultura y 15 liderados por miembros de la Uneac.

“Hay tremenda diversidad en los proyectos comunitarios que expresan el potencial cultural que dignifica y distingue esta provincia. Mi familia es de Guáimaro, yo me siento muy orgulloso de esas raíces y de ver ahora lo que me encontré”.

Espacios de diálogo, construcción colectiva y participación ciudadana resultan claves de éxito del centro fundado por idea del guatemalteco Guillermo Toriello Garrido, el 23 de octubre de 1991, en medio del desgarramiento nacional debido a las problemáticas del Período Especial.

“El Cieric nace movido por un signo de solidaridad. Cuando se piensa en un proyecto social humanista, hay una dimensión imprescindible, la de los seres humanos, contribuir a su dignificación, a su espiritualidad. Eso marcó desde el principio una visión del trabajo institucional hacia las comunidades. Hemos encontrado el apoyo de instituciones de la cultura, del gobierno, de instituciones académicas y de los líderes de los proyectos”.

Acerca de su despliegue en Cuba añadió que trabaja de conjunto con la Uneac y cuenta con oficinas regionales, especialistas en cada provincia, y actores e iniciativas de la red Arte y Comunidad.

“El Cieric es una organización de carácter asociativo, no gubernamental, una organización miembro de la Sociedad Civil Cubana que mira desde una reflexión crítica y constructiva el avance de nuestra sociedad, y considera que su labor es contribuir a los esfuerzos mayores de la Patria. Para ello se requiere participar, y participar implica tomar partido, decidir, acompañar”.

Fabelo también valoró la condición del centro como referencia teórico-conceptual, a partir del apoyo de las investigaciones, las sistematizaciones de las experiencias y el aprendizaje de la práctica.

“Este trabajo parte del corazón, de la pasión y del esfuerzo, muchas veces de la voluntad de las personas, pero si sus capacidades y conocimientos se refuerzan con una concepción clara, con una herramienta metodológica que organice sus procesos transformadores, evidentemente las hace de mayor rigor y se alcanzan mejores resultados. No podemos solo estar realizando cosas desde el activismo, el voluntarismo y el empirismo”.

El presidente del Cieric enfatizó en la urgencia de adaptarse dialécticamente a los cambios, porque cambian los actores y los tiempos, porque las realidades son otras.

“El trabajo comunitario es una de las esencias de la construcción del país, de una sociedad y de su cultura, entonces no es algo menor, requiere también de cientificidad, de profundización y de rigor. El trabajo comunitario tiene el desafío de conjugar esas dos dimensiones: el amor y el conocimiento, para que todo nos salga mejor, y eso también es ciencia”.

Fabelo consideró un aporte extraordinario la utilidad del Cieric que se evidencia en el reconocimiento de su metodología, al formar parte de los programas universitarios, de centros de estudio comunitario, del Centro de Superación para la Cultura e insertado en los programas de formación para los gobiernos.

“No formamos parte de esa institucionalidad ni de ese estatus del ordenamiento existente. Siempre al principio crea determinadas resistencias, barreras de comunicación, pero cuando se entra en diálogo con lo que vienen haciendo las instituciones, entendemos que ambas partes podemos aprender. Se enriquecen nuestras visiones y enfoques. Contribuimos a que las instituciones tengan otra mirada de cómo pueden hacerse las cosas. El diálogo reflexivo, crítico, directo, abierto, franco da la posibilidad de que crezcamos todas y todos. De eso se trata”.