Camagüey.- Este 26 de junio, Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas,  compartimos el testimonio de una madre que hace apenas unos meses vio transformarse su vida, pues sufre, y de qué modo, los embates de un hijo adicto.

La conocí en el Centro de Homeopatía ubicado en la esquina de las calles Avellaneda y Pobres, conocido por ofrecer servicios homeopáticos y de terapia floral, y donde sesionan ahora las consultas del Centro de Atención a las Adicciones, dirigido a adolescentes y jóvenes, lideradas por el psicólogo José Eduardo Vázquez Benítez y otros especialistas de la Sala de Salud Mental del hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, cuyo jefe es el psiquiatra Rubén Pérez Rodríguez.

En contra de su voluntad la llamaré solo María Elena, sin pasar por alto que su llanto estuvo presente siempre, creo que no deja de llorar nunca.

¿Qué edad tiene su hijo y cómo era antes de enfrentar este otro modo de vida?

Tiene 15 años. Era un niño dulce, cariñoso, muy noble, transitó por la escuela de manera adecuada, terminó su secundaria, fue seleccionado para una carrera de nivel medio.

¿Cómo era su comunicación con él?

Imagínese, soy madre de tres hijos, y con todos he mantenido una buena relación, con los mayores no tengo dificultades y soy hasta abuela; pero con el más pequeño mire lo que me sucede. He sido su madre y su padre, lo crié sola; el padre lo visitaba a veces, después de los siete años nunca más, y ya más grande lo llevaba con él y le daba dinero, algo que no encontraba bien, no tenía edad para manejarlo, yo no veía la pensión, le entregaba el dinero al niño. Hoy mantengo comunicación con el padre y estoy segura de que lo quiere, pero el daño está hecho. Estamos inmersos en un gran problema.

¿Usted trabaja en la calle?

Sí, y con mucha responsabilidad, aun así he estado al tanto de su vida, nunca lo he dejado solo, además, de mí dependen muchos, una madre enferma y no puedo dejar de trabajar. Lo llevaba conmigo a todas partes y en la escuela mantuve muy buen intercambio con sus maestros, de quienes tengo las mejores opiniones, sobre todo de una de ellas que ha sido preocupada y ocupada de todo cuanto le ocurre.

¿Cómo se dio cuenta de que algo andaba mal?

Él empezó enamorándose de una muchachita muy buena, tanto ella como su familia y se fue para esa casa. Al inicio yo no estaba de acuerdo, lo consideraba un niño todavía; luego empezaron las quejas, había cambiado, fumaba, no trataba bien a su pareja, acudí al padre y no hizo caso alguno. Así comenzaron las angustias.

¿Nunca notó que faltaban objetos en la casa?, porque al consumir drogas necesita de dinero...

Comenzaron a desaparecer sus ropas. Confiaba tanto en él que llegué a creer que era otra persona, había cambiado de novia, buena también aunque con un entorno diferente, y me di cuenta que lo mío también se “perdía”, imagine dentro de la propia casa, y en medio de un clima desagradable lloró mucho, se me tiró arriba a decirme que había acabado con él y conmigo, que estábamos destruidos. Le respondí que todo en la vida tenía remedio, que él siempre podía contar conmigo y lo llevaría al médico, entonces me decía que había vendido todo para fumar, pero era demasiado.

 

¿Cuándo acudió a la ayuda profesional?

En ese momento lo vi desesperado, había cambiado el color del pelo, el pelado era diferente, lo llevé al Hospital Pediátrico donde confesó que había consumido drogas.

¿Cómo fue atendido?

Recibió la mejor atención del mundo, estuvo hospitalizado, y creí que todo iba a cambiar, pensé volver a tener aquel niño cariñoso y amoroso.

Infiero que volvió a lo mismo...

Así es. Dice que no tiene ni por quién ni por qué luchar, dígame usted un niño de 15 años decir eso. No quiere vivir con nadie, prefiere estar sin control.

Usted vino en busca de ayuda con el licenciado José Eduardo Vázquez Benítez, del Hospital Pediátrico, ¿por qué no trajo a su hijo?

No quiso. Vázquez ha sido maravilloso con nosotros, por eso estoy aquí.

¿Se pregunta algo usted misma?

Por supuesto, siempre me digo: ¿en qué le fallé?, me culpo de todo, hasta de propiciarle bienestar, quizás eso dañe en lugar de hacer bien.

¿Estuvo pendiente de los llamados “juntamentos”, o de sus amigos?

No puedo echarles la culpa a los amigos conocidos, hoy son mejores que él, otros, los que no conozco siquiera, esos no sé y se lo digo, que lo van a llevar al abismo.

¿Piensa usted que su hijo, menor de edad, se le fue de las manos?

Totalmente. Daría mi vida porque mi niño volviera a ser lo que era. Se me escondió por unos días y era por unos tatuajes que se hizo, figúrese... para lograrlo vendió más cosas.

Si pudiera conversar con él de una manera equilibrada, ¿qué le diría?

Que nadie lo va a querer y a ayudar como yo, que siempre estaré a su lado y quiero su bien y lograr el hombre que yo aspiro a que sea.

El decirme “aspiro”, significa que piensa recuperarlo...

Seguro. Ahora no vivo, pero no descansaré en esta lucha. Tengo 50 años, soy universitaria, tengo un buen trabajo y he seguido preparándome, ese es el ejemplo que le he dado.

¿Piensa que otras personas de la sociedad pudieran apoyarla?

Sí, en un caso así toda ayuda es importante y algunas regulaciones serían bienvenidas, no solo para nosotros. Fuera conveniente que a los menores de edad no les permitieran entrar a los centros nocturnos y para hacerse un tatuaje debía pedirse consentimiento informado de sus padres. Todo eso frenaría un poco situaciones de esta índole.

Pero tengo entendido que los menores no entran a los centros nocturnos…

Sé de los esfuerzos de las autoridades del país y de la provincia porque estas cosas no sucedan; sin embargo, cuando le reclamo y le hago saber en lo que incurre porque él no tiene carné de identidad de mayor, me responde que con dinero lo logra todo.

Ofrecí mis disculpas a María Elena por hacerla llorar tanto y me respondió: “Así paso los días y las noches, no se preocupe. Espero esta conversación sirva a otros y si mi hijo la leyera y no supiera que se trata de él, quién sabe me ponga en el lugar de su María Elena y se dé cuenta del sufrimiento que llevo en mi alma y del daño que se hace, así es que gracias a usted”.

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