Por supuesto, cada quien tiene su librito, y a todos respeto. En este caso me enfrento a un profesorazo de la Medicina, así, sin exagerar. Él es Jefe de Cirugía y Profesor Principal en el Cardiocentro del Hospital Hermanos Ameijeiras, de la capital cubana.

Pero sucede que somos amigos desde años ha y si digo esto no hay quien me crea que nos tratamos de Usted; por eso pido licencia a mis colegas y entrego esta conversación con el Profesor Titular Manuel Silvino Nafeh Abi-Rezk, ese que abre el pecho, repara corazones de otros y los regresa, a su sitio bien restablecidos, en el mayor de los casos; sin embargo, el suyo, ese que se entrega en encuentros como este, lo puso en mis manos sin artificios ni reservas.

Hoy no hablo con Manolito, ese que me encontraba a cada paso en el Instituto Preuniversitario Álvaro Morell, de Camagüey, el del Casino, como le decíamos entonces. Converso con el Doctor en Ciencias Médicas, quien dice con sano orgullo que comenzó el difícil camino de llegar a su estado científico bajo la tutela del Dr. C. Profesor Noel González Jiménez, ya fallecido, y que recordamos como el primero en trasplantar un corazón en Cuba.

Al indagar sobre su Tesis de Doctorado aclaró: “Estuvo relacionada con la Cirugía de Revascularización Miocárdica. Aplicación de un Protocolo de Actuación Asistencial en el Hospital Hermanos Ameijeiras, entre el 1985 y el 2010, con la asesoría del Dr. C. Teddy Osmin Tamargo Barbeito y la ayuda incondicional de la Dra Nayette, una de mis queridas sobrinas”.

Aunque he mantenido contacto con él y sus hermanos por razones de amistad, este encuentro fue muy especial. Lo declararon a él y a su hermano el Dr. Luis Manuel, Hijos Ilustres de la provincia de Camagüey, aproveché la ocasión, no podía escaparse.

¿Qué sientes hoy con esta Distinción otorgada por el Gobierno en tu provincia?

– Sí, porque no podemos olvidar que este es mi Camagüey, todo lo que me viene a la mente es bueno, me siento feliz, emocionado y me trae los recuerdos desde que empecé los estudios primarios en mi pueblo de Sola, hasta que me hice médico y todo el transcurso de este tiempo.

“Y algo que es importante es que evocas a tu familia. Pienso en mis padres, mis hermanos, mi esposa, mis hijas, quienes también han pasado una cuota de sacrificio para que uno llegue a alcanzar estos logros en la ciencia, son muchos años, y es algo que debemos agradecer toda la vida; además, aquí tengo presente a mis amigos, mis colegas, quienes me han apoyado también.

“Mira, mis padres eran muy especiales, no eran cubanos, eran unos campesinos del Líbano, pero con una idea tremenda acerca de los emigrantes, ellos decían que debíamos estudiar, sacrificarnos, y así desarrollarnos, era como poner un extra y hay momentos en los que debemos renunciar a placeres de la vida para alcanzar un objetivo, esas cosas nos las enseñaron nuestros viejos, así como a sacrificarnos sin perseguir resultados inmediatos, sino que llegan poquito a poco”.

¿Qué significa Camagüey para ti?

—Es como un deber, cuando alguien de Camagüey está cerca de mí siento la necesidad de acercarme y ayudarlo en todo lo que pueda.

¿De dónde sacan tú y tus hermanos Luis y Nelly tanta sencillez?

—Nos viene a los tres de mi papá y mi mamá. Eran extremadamente sencillos, y nos enseñaron adondequiera que llegáramos, poner los pies sobre la tierra. Mi papá era el tipo más humilde y amistoso que existía, allí incluyo a mi madre igual.

“Y fíjate en esto, mi padre quiso ser médico y por la Segunda Guerra Mundial en el Líbano no pudo seguir y sin imponérnoslo nos llevó a los tres hacia la Medicina. Mi hermana es estomatóloga, y mi hermano Luis y yo médicos. Reitero, él era del Líbano, pero un guajiro. Mis padres amaban a Cuba y a los cubanos, éramos bilingües, árabe y español, una familia muy unida y feliz”.

Tienes logros y otros pacientes se complican, ¿cómo enfrentas en lo cotidiano estas dos situaciones comunes y a la vez diferentes en tu especialidad?

—El momento más feliz de un cirujano cardiovascular, y lo he dicho así en otras entrevistas, es al otro día en la mañana cuando vez a esa persona viva y te dice: ‘Me siento bien’. Ese es el momento más feliz, es el pago más grande que tiene uno, no tiene comparación ni con todo el dinero que pudieran ofrecerte, y que a los siete días se vaya de alta y luego regrese a tu consulta y te dicen que todo ha cambiado, la felicidad es tremenda.

“Ahora, cuando se complican sufro como su familia, y si fallecen porque no estuvo en mis posibilidades salvarlo me aflijo por un buen tiempo y no se me va de la mente su cara, su imagen. Hay veces que no quiero intimar tanto antes de operarlos, porque me angustio mucho después y ese es un riesgo que enfrentamos. Tenemos un cinco por ciento que puede morir y un 95 % de supervivencia, y si uno cae en ese cinco imagínate. No es que deje de ser amable con ellos, pero me preocupo mucho”.

¿De tus profesores, cuáles recuerdas?

—No olvido a grandes profesores camagüeyanos. El Dr. Raúl Capote, del municipio de Florida, fue el primero en enseñarme a realizar una apendicectomía (técnica quirúrgica para extraer el apéndice cecal), él me levantaba en peso, para decirlo de algún modo, para enseñarme todo lo que sabía, y era muy bueno. Él vio algo en mí para que llegara a ser un cirujano normal, falleció en un accidente a los 52 años, pero era una estrella como cirujano. También Alba Pi, Odrey Ravelo Gutiérrez, Oliverio Agramonte Burón y Roberto Cuan Corrales, este último me enseñó cómo actuar ante la vida, y otros más jóvenes, pero no menos importantes como Ramón Romero Sánchez.

¿Atesoras el récord de cirugías?

—Llevo 31 años en el Ameijeiras y de 11 000 pacientes operados he participado en el 60 % de estas; de los 151 trasplantes de corazón, he estado igual en el 60 % como cirujano principal o como ayudante; y ahora soy el más viejo del grupo de trasplante, después de Noel González, que dejó de trabajar hace 10 años, mi profesor guía a quien le debo mucho y a quien copié todo lo que pude.

¿Y en otras naciones?

—En cirugías del corazón he estado en más de 30 países, y participé como profesor invitado en más de 15 centros del mundo; pero fíjate en esto, soy de Sola. Llegar desde ese pequeñito Sola hasta aquí no ha sido fácil. En aquel momento era municipio, ahora es la capital del municipio de Sierra de Cubitas.

¿Olvidaste algunas vez aquel pueblito?

—Cómo olvidar los años más felices de nuestras vidas, los pasé cazando palomas, montando bicicleta y comiendo naranjas. Los tres hermanos tenemos remembranzas hasta difíciles de mencionar. Papi era una buena persona y se esmeraba en que la gente lo supiera, fue el inventor del vino aquel con la fórmula de 15 días, era un gran innovador, siempre estaba ideando algo y en la cirugía cardíaca puede hacerse, pero no tanto, tenemos un protocolo, normas a seguir”, y se rió a carcajadas, entonces añadió: “Hoy comparto aquí con el profesor Manuel Oliva Palomino, que fue mi profesor, un ícono de la Medicina que merece ese Escudo de la provincia y más; también con mi hermano Luis, en fin...

¿Eres un hombre feliz?

—Sí, y hoy después de esto más, también por la familia de la que provengo, mi hermana, mi hermano, y la creada después con mi esposa y mis hijas, y mi sobrina Loreny, esa tiene la sangre de mi papá, es la candela...

Sería casi imposible mencionar todos los países visitados por mi amigo, ese que a pesar de ser un científico encumbrado no ha dejado de ser y responder con agrado cuando le digo Manolito, el más pequeño de sus hermanos, quien tiene entre sus más queridas medallas la de Trabajador Internacionalista y la conmemorativa por el aniversario 75 de la fundación de la Sociedad Cubana de Cardiología.

Agradezco ahora al profesor, al doctor, al amigo por ofrecerme esta posibilidad, más bien un privilegio de entregarme parte de su yo, ponerlo en mis manos, confiar en mi selección y por eso se lo devuelvo segura de que continuará siendo el mismo: sencillo, amable, cariñoso, humano y profesional, cualidades muy difíciles de encontrar en un solo corazón, que latió muy rápido y sin dobleces ante algunos recuerdos, lo sé y lo noté, claro, lo tenía conmigo.

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