CAMAGÜEY.- Olida Morales Pérez es una de esas personas con las que al conversar el tiempo sale volando y nunca alcanza. Aquella mañana en la que me acerqué a ella se encontraba alegre, con ganas de sacar a luz todo un gran cúmulo de experiencias y anécdotas.

Una discapacidad la afectó desde los 26 años de edad y para toda la vida. La Retinosis Pigmentaria no la dejó continuar con sus estudios de Ingeniería Textil, pero aún así logró salir adelante y marcar pautas en la Asociación Nacional del Ciego (Anci), organización de la cual es fundadora y quiere como su segundo hogar.

“Cuando salí diagnosticada con esta enfermedad, en aquel año 1966 al no existir una organización que agrupara a los discapacitados de la vista, hice la gestión a través del Partido Comunista de Cuba que me ayudó mucho y me bequé en la antigua escuela Tony Alomá en la provincia de la Habana, un lugar en el que te ayudaban a convivir con tu discapacidad. Fue difícil acostumbrarme, perder la vista me cambió la vida por completo”.

“Desde ese entonces, a través de la escuela hicimos gestiones para una organización propia de los ciegos, porque ya desde ahí pensábamos en la necesidad de tener nuestro eje principal que nos representara y ayudara en los problemas.”

Pero no fue hasta el año 1975 cuando le envían un telegrama para constituir la Anci. Aún recuerda ese día como si fuera hoy. “La alegría fue enorme. Además de ser los primeros, fuimos escogidos para inaugurarla y sabíamos de la importancia que tendría para los discapacitados visuales.”

Mucho ha llovido desde aquel día y aún así no deja de reconocer las ventajas de la organización a la que no le pierde pie ni pisada.

“La institución me ha ayudado mucho tratando de resolver los problemas que se me presentan como discapacitada, y no solo a mi sino a todos los que la integramos. Nos ofrece una vida mucha más movida en el sentido de que nos sentimos ocupados por las actividades que organiza para que nuestras vidas sean más llevaderas. Por ejemplo existe un coro en el cual yo soy la voz prima y eso nos mantiene alegres y entusiasmados.”

Dentro de sus mejores recuerdos no puede olvidar cuando fue presidenta de la Anci en Florida, desde ahí, según ella misma, sentía que ayudaba más. Su trabajo fue reconocido con tres medallas de la organización y otras más que conserva con mucho ahínco. Sin embargo, aún se siente con ganas para seguir ayudando a todos en lo que pueda y en especial a la nueva generación.

“Me gusta conversar mucho con los jóvenes, siempre les digo que nunca se sientan frustrados, que luchen por sus sueños en contra de las dificultades y en contra de las enfermedades. En mi caso mis padres no querían que estudiara y yo luché por ello y les demostré que era capaz, pero ahora los tiempos son distintos y hay que saber hacer las cosas de acuerdo con la etapa que se vive pero siempre con mucha responsabilidad y compromiso.”

Hoy a sus 75 años de edad, no cree en las debilidades, todo lo contrario, dice que el límite de una persona es uno mismo. En sus tiempos libres escribe cuentos y poesías para niños, asegura que con ellos se siente muy feliz porque: “esa pureza y ternura no la encontrarás en ninguna persona mayor.”

Y así pasa el tiempo entre preguntas, palabras sabias, risas y recuerdos. Más que una entrevista, la conversación se convirtió en una lección de vida, es que Olida Morales es así. Aprovechando cada instante para sacarle provecho y regalar un poquito de su sabiduría. Se despide con un consejo acerca de su segunda casa, la Anci y que según ella debe aplicarse a todo.

“Cuando la Asociación comenzó eran otros tiempos, sin embargo hemos seguido hacia adelante. Les digo a todas aquellas personas que trabajen mucho y que no podemos pensar que porque falta algo ya no se puede hacer lo que queríamos, al contrario ahí es donde hay que demostrar que sí podemos y que somos más, porque de las grandes dificultades salen grandes hombres.”

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