La camagüeyana se “inventó” trece piezas de papier maché, en un ejercicio de síntesis de los variopintos rostros de la sociedad, y las hizo andar para la duodécima Bienal de La Habana.

“Estaba asociada al Proyecto de Colón, que integró a estudiantes de Diseño, Arquitectura y de la Universidad de las Artes. Cada uno intervenía para el barrio, porque la Bienal estaba enfocada a la comunidad. Aproveché un taller de máscaras para mi performance y sumé al violinista Isaac Soler. La gente se sorprendía y nos acompañó hasta el final. Fue mi primera intervención pública”.

Había expuesto lo aprendido en el aula, en el Festival de las Artes de su escuela.

“Primero hicimos el molde de yeso a un modelo del ISA y a una compañera. Algunos temen porque se pone caliente, aunque seca rápido. Luego se coloca cera para que no se pegue el papel, se emplea la técnica del papier maché y se pinta con acrílico. Revertidas con talco industrial quedan lisas. Las máscaras son prácticas, no pesan”.

Cristina se abre paso en el circuito artístico, en muestras colectivas en Camagüey y La Habana, con telones para el Ballet Prodanza y como directora de arte de cortos.

“Pasé para segundo año, todavía hay mucho por explorar. Pudiera hacer intervenciones de otro tipo, cuando estudie vestuario. Me interesa esta línea de las máscaras, claro, con otro diseño, para llevar el arte al barrio”.

Graduada del IPVCE Máximo Gómez, la joven llegó al ISA con currículo de activa pionera, ganadora en convocatorias de la UNICEF y certámenes nacionales.

“Mi hermana y yo hemos estado vinculadas al mundo del arte. Ella sí estudió en la Academia Vicentina de la Torre; yo no pude entrar. Mi familia siempre nos ha estimulado. Mi abuela Deisy nos enseñó a coser. Mi papá, un económico, y mi mamá, una ingeniera mecánica, nos llevaban a la Casa de Cultura Ignacio Agramonte. Allí empezó todo para mí en el taller de Rodrick Dixon, mi primer profesor. Participábamos en concursos de artes plásticas, nos premiaban con materiales y podíamos seguir pintando. Así me fui involucrando”.

Volviendo a Máscaras de barrio, solo desde el escenario urbano podremos leer a Cristina cuando exhorta a quitarnos las máscaras con que salimos a ese terreno de diálogo y horizonte de conflicto que es la ciudad.

“Veo muy bien mi primera exposición personal, porque traje parte de lo que he hecho en La Habana. Sería magnífica una intervención aquí. Soy de la periferia, del Micro, pero haría las máscaras mirando la arquitectura colonial de la ciudad, no tan deprimente como el marginal barrio de Colón. Yo veo Camagüey muy bonita”.

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