CAMAGÜEY.- Allí, en la pared, justo donde la Galería Nicolás Guillén recibe a quien cruza el umbral del periódico Adelante, me encuentro yo, nos vemos todos. No sé si es hombre, o tortuga que simula a un hombre; pero el carapacho de casabe dice a las claras que de esa carga de historia y pasado no se libra nadie.

Eduardo Rosales Ruiz encontró en el casabe un soporte artístico para sus obras, un medio para acercarnos a los elementos primarios de nuestra identidad. “La espiritualidad de la cultura aborigen está en las imágenes que nos dejaron, y el hecho de que todavía hoy perdure el casabe como comestible es muestra también de ese legado. Al utilizar el casabe como soporte artístico lo estoy descontextualizando y a la vez recontextualizando porque lo convierto en una obra de arte, rompo con los cánones de la creación plástica”.

¿Cómo surgió La curiosa bruma de nuestro pasado?

 A veces las tragedias personales evocan sentimientos del pasado y hacen brotar la inspiración; eso por un lado, y por otro la motivación de un amigo, Andrés Carrera Curvelo, a quien se le ocurrió la idea de unir a un grupo de personas que investigan la cultura aborigen en la sociedad Victoria de Caonao.

Desde hace dos años Rosales se adentró en el estudio de esa temática y aunque los demás plasmen sus ideas por medio de la escritura o la investigación, él recurrió a la visualidad para no fallar al dicho de que a veces una imagen vale más que mil palabras.

Esta es la más reciente exposición de las 14 que, desde el año 2006, ha logrado concretar. Aunque sus primeros pasos como artista fueron en la Escuela Vocacional de Arte Luis Casas Romero, continuó estudios preuniversitarios y se graduó como abogado en una carrera militar de la que se licenció en 2005.

“Por ese tiempo había un cargo vacío como director de la Galería Alejo Carpentier y es a partir de ese momento que me integro nuevamente al mundo de la plástica. Lo que he hecho desde entonces hasta la fecha es renovarme constantemente tratando temáticas diferentes.”

 ¿Preferencias?

 Me ha gustado abordar siempre la nocturnidad de la ciudad, teniéndola como justificación, como tema de mis obras; y también al hombre, sus conflictos como parte de ella. Recreo sus calles, esquinas, perspectivas. Mi inclino también por trabajar con la luz y la sombra.

"Casi nunca uno se detiene a pensar sobre lo que ha hecho o por qué lo ha hecho. La mayoría de mis obras tienen mucho que ver con lo cíclico de la vida, los círculos concéntricos, la observancia de la naturaleza. Trato de representar lo que me interesa del entorno en que vivo con sus contradicciones, sus cosas buenas y malas".

Suelo recrear una misma idea a partir de diferentes variantes, conformar una muestra expositiva de un tema en particular pero con distintas formas de interpretarlo; la diversidad de soportes y técnicas. No me circunscribo a la pintura sino que recurro al colach, el dibujo, la escultura, la obra instalativa.

Dentro de la pintura tengo preferencia por el acrílico, el óleo requiere un largo proceso de secado y yo soy un hombre muy dinámico y no tengo paciencia para esperar que algo se seque; me monto sobre algo y lo voy generando constantemente, me surge una idea y la concreto rápidamente, sin demorarme muchos días, como hay artistas que lo hacen. Cuando termino una obra no vuelvo sobre ella, ni le “doy taller” o le estoy agregando elementos a cada instante; está, simplemente, concluida. Puedo hacer otra pero no será igual porque le agrego otros elementos".

 ¿Qué espacio ocupa la creación artística en su vida?

 La creación artística es el centro de mi vida. Yo no sé hacer otra cosa que no sea el pensar qué puedo llevar al lienzo, es parte de mi motivación para vivir y para justificar mis problemáticas personales.

"Aquel que observa mis obras, agrupadas en las diferentes series, encuentra el tránsito por los diferentes periodos de mi vida y aunque han sido realizadas en los últimos nueve años algunas reflejan experiencias anteriores. Detrás de cada obra está mi historia personal".

 ¿Qué criterios tiene respecto al desarrollo de las artes plásticas en Camagüey?

 Yo respeto la labor creativa de los artistas del Camagüey, pero si hay algo que no me deja estar conforme es el hecho de que muchos se repiten con lo mismo, sobre todo en cuanto a temáticas. Si se vive en un mundo, se está informado y permeado de toda esa influencia que el mundo ejerce sobre uno, debemos renovarnos constantemente. Siempre que hago una serie trato que no se parezca a la anterior, aún cuando abordo la misma idea trato que los códigos visuales sean diferentes.

"Esta es una ciudad muy diversa en cuanto a espacios galerísticos y hay proliferación. Lo que creo es que a veces no todo el mundo está actualizado en la contemporaneidad, y asocian esta a si se usan o no las nuevas tecnologías. Se puede ser un artista contemporáneo incluso en lo más primitivo que es el dibujo, todo depende del contenido que quieras plasmar. Si en una obra abordamos lo que preocupa al hombre de hoy y avizoramos un poco lo que puede ser el futuro estamos siendo contemporáneos".

Camagüey tiene algo muy favorable y es la diversidad de eventos relacionados con la visualidad desde diferentes manifestaciones que tienen lugar en la provincia; pero a veces no somos capaces de relacionar las especializaciones unas con otras y nos volvemos muy intimistas, cada cual cree que lo suyo es lo más importante y no se busca la interrelación; somos autosuficientes, subestimamos al otro y pensamos que solo lo nuestro es bueno, cuando todo lo es porque aporta a la cultura y la identidad de Camagüey y de la nación. Hay que darle a cada quien el respeto que merece por lo que hace".

El amigo Curvelo le ofreció la sala de su casa, situada muy cerca de la Plaza San Juan de Dios, para convertirla más que en una galería, en ese espacio íntimo y a la vez público que es el taller de Rosales. El nombre de una muestra permanente recuerda a todo el que llega que El signo del tiempo nos compromete. Es esa la carga que Eduardo, como el hombre y la tortuga, lleva siempre sobre su espalda.


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