Por unos segundos quedé mudo hasta que me propuso conversara con Rosendo Agüero Caballero, un veterano dirigente sindical, quien se hallaba en la primera fila junto a Héroes del Trabajo de la República de Cuba. Fue efectivamente uno de los protagonistas del histórico e inédito acontecimiento.

No podía dejar pasar la oportunidad y en uno de los asientos del Salón de Protocolo “Nicolás Guillén”, con el bullicio del desfile de fondo, entablamos el diálogo, sobre un momento excepcional en la historia de las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética y a pocos días de la conmemoración de los 70 años de la victoria sobre el fascismo que se cumple este 9 de mayo.

-¿Cuéntanos esa vivencia?

-Nosotros éramos un grupo de 24 dirigentes sindicales que estábamos estudiando en Moscú en la Escuela Superior del Movimiento Sindical. De Camagüey habíamos cuatro compañeros: Manuel Nuñez Varona, de los Gráficos; Julián Antonio Blanco (Nené), de Transporte, ambos fallecidos; Francisco Durán Harvey, de Educación y yo, que estaba por Comercio.

“Ese día de octubre de 1962 encontrándonos en clases, el director que era muy respetuoso y no le gustaba interrumpir pidió permiso, y nos enviaron a todos cubanos y latinoamericanos para la sala de conferencia.

“Allí nos comunicó que Cuba había sido bloqueada por el imperialismo yanqui, de que había una situación muy tensa y propensa a una guerra. Figúrate, nos exaltamos, éramos muy jóvenes, teníamos veintipico de años y pedimos urgente ir para la embajada.

“La dirección del centro previó nuestra reacción (era lógica ante la Crisis de Octubre) y había puesto un ómnibus en la puerta de la escuela. Nos montamos en el transporte y fuimos para la embajada. Había mucho frío y nieve. En el jardín de la sede diplomática nos situamos todos los cubanos y latinoamericanos; se agregaron, después africanos, rusos y todo el mundo gritando: ¡Para Cuba!”.

El reclamo era para defender la Revolución. Como a la hora de aquel intenso frío, Carlos Olivares Sánchez, embajador de Cuba, salió al balcón que daba al jardín y razonó con ellos: Que sus fusiles eran los lápices y las trincheras, las aulas. De que debían de estudiar para superarse y ayudar a la Revolución.

Al cabo de los años Rosendo sigue reconociendo lo que dijo el entonces jefe de la misión diplomática nuestra, de que si se producía la III Guerra Mundial no se trataba de la voluntad de hombres, sino de armas estratégicas y propuso suscribieran un documento en el cual se pusieran a disposición del Ejército Rojo.

Ninguno vaciló. Firmaron el pergamino: cubanos, latinoamericanos y africanos. El álbum llegó a manos del Mariscal Rodión Malinovski, Ministro de Defensa de la Unión Soviética, en el período comprendido desde 1957 hasta 1967. Él jugó un papel central en la II Guerra Mundial, incluida la Gran Derrota de la Alemania Nazi durante la Batalla de Stalingrado.

Según testimonió Rosendo, posteriormente Malinovski le contestó al embajador que todos fueron aceptados para ingresar en el Ejército Rojo y que de producirse la III Guerra Mundial pasaban de inmediato al servicio activo.

Los dirigentes sindicales cubanos, por orientación del embajador, participaron inmediatamente en mítines que se efectuaban en los centros de trabajo de apoyo a la Revolución Cubana.

A Rosendo a pesar de transcurrir 53 años no se le olvida que le tocó visitar una gran industria metalúrgica. En su memoria tiene a aquel hombre gigantesco, un ruso grande, con manos callosas y que al mostrárselas le dijo:

“Mire: estas manos era de un cazador de lenguas cuando las guerras contra los alemanes y voy para Cuba con mi brigada para ayudar a cazar lenguas ahí. Caza lenguas era, coger a altos oficiales del ejército nazi, hacerlo prisioneros y a que hablaran.


“Para mí fue muy emocionante todo aquello. A lo largo de más de 50 años uno medita y en el transcurso de toda mi vida ha sido igual, reconozco el apoyo desinteresado y decidido de la Unión Soviética hacia la Revolución cubana. Los jóvenes y los obreros pidiéndonos que habláramos con ellos y le dijéramos cosas de la Revolución. Lo hicimos con mucho gusto”.

Rosendo, quien en el 2016 cumple 80 años, dice que lo que aprendió en el curso superior de dirigentes sindicales de Moscú lo puso al servicio de la Revolución cubana y de la angolana. Tiene el honor de ser el único camagüeyano vivo y en activo que asesoró al movimiento sindical de esa nación africana a donde llegó en 1976.

Por último Rosendo: ¿Qué valor le concedes al derrocamiento del fascismo y al papel desempeñado por la Unión Soviética, hecho del que se cumple 70 años este sábado 9 de mayo?

“No tengo palabras con que expresarlo y más nosotros que lo vivimos. Pudimos conversar mucho con combatientes de esa gesta heroica y tuve el honor de estar en Leningrado y conocer allí la Casa del Sargento Pablo, donde se peleaba cuarto a cuarto.

“A él no lo pudimos conocer. Quedó ciego y después del triunfo de la Revolución recobró la vista. Nos contaron de que tenía una visión de Leningrado destruida y después de un Leningrado floreciente…”

Este sencillo hombre, con una historia admirable, siente el orgullo de haber participado en Moscú en los festejos por los 45 años del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre en la Plaza Roja, de haber visto aquel desfile militar con armas modernas, y el momento de la primera visita de Fidel a Moscú, a fines de abril 1963, ocasión de la que conserva una foto porque estaba frente a frente, no muy lejos, del Líder Histórico.

Este material periodístico no estaría completo de no insertarse en él las referencias de una conversación telefónica sostenida con Francisco Durán Harvey, residente hoy en la capital, quien fungió como segundo secretario de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) hasta la celebración del XVIII Congreso de la organización obrera.

Ratificó los pasajes narrados por Rosendo Agüero y dijo que la decisión adoptada por ellos “fue una actitud consecuente en esa coyuntura internacional y que jugó un papel decisivo no solo para los cubanos, sino para la paz mundial.

“Recuerdo que en esos días hubo muchas manifestaciones de apoyo y solidaridad con Cuba”, incluso frente a la sede diplomática de Estados Unidos en Moscú se dieron muestras también de hermandad, mientras en ese mismo lugar cubanos se opusieron airados a la posición de fuerza adoptada por el centro de poder imperial.

 
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