Sin embargo, cuando visitamos la Sala de Oncopediatría del hospital Eduardo Agramonte Piña, hasta el más indiferente se sobrecoge. Allí conversamos con el Profesor Manuel Oliva Palomino, eminente Pediatra y vasto conocedor de esta rama de la especialidad, quien nos dijo: “El tratamiento contra el cáncer está basado en protocolos internacionales en diferentes niveles para atacar las células malignas y cuando algunas de estas reglas no se cumplen, el tumor sigue avanzando, él no entiende de procedimientos médicos interrumpidos por tal o más cual causa”.

Estas palabras son pronunciadas con dolor, con ese sentimiento de impotencia a sabiendas de que la mano de alguien obstaculiza el buen desenvolvimiento de los quehaceres médicos y, por ende, en contra de la salud, en algunos casos de la vida de nuestros niños que padecen la enfermedad.

“Es muy triste —añadió— porque hay otras enfermedades que puedes solucionar con medicamentos sustitutos y este no es el caso. De acuerdo con las normas establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), o aplicas lo necesario, o sencillamente no obtienes buenos resultados”.

Los vericuetos de ese inhumano bloqueo nos obligan a la compra de medicamentos en sitios tan lejanos como la India y China, por lo que agrega el Profesor: “¿Cuánto se encarecen?, ¿cuánto se demoran? Cada tardanza puede cobrar la vida de un niño cubano, tanto es así que el modo de abordar la enfermedad en un niño ya grandecito puede costarle a la nación unos 250 000 dólares porque evidentemente el costo de medicina a utilizar se encarece entre siete y diez veces”.

En casos de esta naturaleza Cuba enfrenta daños por costo, pues incluso no puede obtener tecnología de avanzada porque los equipos son fabricados en EE.UU. o en otros territorios, pero con componentes de allí y nos lo impiden.

“Los niños con tumor en la retina —retinoblastoma— son salvados aquí; no obstante, hay que extraerles el ojo, mientras en los EE.UU. cuentan con una novedosa tecnología, que se la colocan, le aplican la braquiterapia y pese a que pierden la visión mantienen su ojo y eso provoca una superior calidad de vida”.

Y añadió: “Aunque indudablemente hemos avanzado en las vacunas terapéuticas contra algunos tipos de cánceres y en la preparación de nuestros profesionales, hay cosas contra las que no podemos como sucede al recibir un niño con un ostiosarcoma. Si tuviéramos la prótesis interna con que se cuenta en muchos países no habría que amputarle el miembro inferior afectado. Esa es una realidad dura y que daña de manera sensible a nuestros menores con cáncer y a sus familias”.

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