CAMAGÜEY.- Abril para los cubanos es sinónimo de socialismo, de patriotismo, de Revolución, gracias a hombres como Ramón y David; dos seres humanos como los que abundan en nuestras ciudades, barrios y cuadras; héroes a los que no les hace falta pedestal, a los que la vida les regaló la suerte de estar aquellos tres días del cuarto mes del año 1961 en las arenas de Playa Girón, donde, por primera vez, los cubanos defendieron las banderas de una Revolución socialista hecha en las propias narices del Imperio.

DERROCHE DE HEROÍSMO

Foto: Orlando Durán Hernández/AdelanteFoto: Orlando Durán Hernández/AdelanteRamón Lans Chang, o el Chino, como le dicen los suyos, era miliciano entonces. Ese 17 de abril tenía solo 20 años. A las 5:00 a.m. la alarma de combate los puso en plena disposición para morir por aquello que recién comenzaba, pero ya daba luces de lo que sería. “A finales de 1960 era inminente la invasión, por lo que recibimos un curso intensivo de preparación”, recuerda con una memoria privilegiada, a su edad.

“Prácticamente fuimos de la esquina de 23 y 12 para la batalla. Primero llegamos al central Australia y de allí por la carretera de San Blas hasta Girón. Los primeros en entrar en acción fueron los combatientes de la Columna No. 1 de Fidel, la Policía Nacional Revolucionaria y el Batallón 139. Nosotros estábamos en un segundo anillo, pero también tuvimos escaramuzas con mercenarios que habían quedado desperdigados. De la playa nos regresaron al poblado con la misión de capturar a los invasores dispersados. Cercamos y peinamos todo hasta días después de terminada la Invasión.

“De Girón recuerdo a Fidel en la primera línea. Lo vi bajarse de un yipi y subirse a un tanque para partir rumbo al combate, sin importarle el riesgo. Saber que estaba allí, como un soldado más, era una inspiración para todos.

“Sentir los aviones B-26 bombardeando, los tanques nuestros tirando por arriba, prácticamente rasante, resultaba algo desconocido para muchos de los que allí estábamos; no es lo mismo la preparación que la guerra. Nos ayudó mucho un miliciano que había combatido en la guerra de Corea, porque allí todos sentimos miedo. La valentía es precisamente sobreponerse a los miedos.

“Girón fue un derroche de heroísmo de este pueblo, apenas en los inicios de la historia que contaríamos después y seguimos contando hoy. En aquel momento solo era la satisfacción de haber defendido tu país, de saber que vinieron con todo y no pudieron. La magnitud de aquel hecho se comprende a la vuelta de los años. Girón me dejó el sano orgullo de entender que fui uno de los muchos que lo impedimos”.

Este villareño de nacimiento y camagüeyano de corazón continuó haciendo historia, en Angola, Nicaragua… pero la vida del Coronel Lans está marcada por la juventud. Su mayor mérito es haber contribuido a la formación de miles de oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en los años que dirigió una de sus escuelas. Allí fue donde tomó agua de tinajón y por mucho que lo embullan a regresar a La Habana dice que de su Camagüey no se va. El Chino, satisfecho con lo hecho hasta hoy, dice que entre sus mayores orgullos está que sus hijos hayan seguido su ejemplo de ser hombres de bien y entregarse a su país.

SIEMPRE MILICIANO

Foto: Orlando Durán Hernández/AdelanteFoto: Orlando Durán Hernández/AdelanteDavid Connor Connor el 17 de abril de 1961 cursaba la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas y pertenecía a su segunda compañía. Cuando sonó la alarma de combate corrieron hacia los camiones, sin saber aún con certeza qué pasaba, y ya por el camino se dieron cuenta de que “la cosa era en serio”. La misión fue dirigirse a Playa Larga.

Cincuenta y ocho años después, el hoy capitán retirado recuerda que aquello era prácticamente una misión imposible, incluso tuvieron que retroceder ante el fuego de ametralladoras calibres 30 y 50 muy bien posicionadas para impedirles el paso.

“Era tan fuerte el tiroteo que necesitamos esperar la llegada de la artillería. Luego recibimos la orden de continuar el trayecto, y combatir por tramos. Claro que tenía miedo; sin embargo, ver morir a mis compañeros y el deseo de que su muerte no fuera en vano me llenaron de valor. Ver a Fidel y al Gallego Fernández en la primera línea fue también una bujía. Entonces, no lo dudé ni un segundo”.

A Fidel lo tuvo cerca en la batalla, e incluso, según cuenta, hasta se atrevió a advertirle que no debía exponerse tanto: “usted no debe ir allá, le dije”; su juventud no le permitía darse cuenta de que a aquel hombre poco le importaba su vida cuando de defender la Revolución se trataba, “eso no solo se lo dije yo, el propio Gallego también se lo pidió, pero él no nos hizo caso”.

Aquellos dos días que estuvo en la costa sur matancera fueron en los que más útil se ha sentido. “El haber estado allí y contribuir a la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida”, recuerda, mientras señala inconscientemente la medalla instituida hace ocho años en recordación del suceso. Voltea la mirada y ahora sus ojos miran el único diploma que hay en la sala de su casa, firmado por Fidel, Raúl y el Gallego Fernández: “Seré siempre el mismo miliciano que combatió en Girón”.

Dos hombres, héroes, —de los que caminan por las calles de esta Cuba que hace 58 años decidió defender el socialismo, aun sin mucha claridad de la Revolución naciente y el futuro de la Patria— el Chino y David, jamás han olvidado la canción Girón, la victoria, de la gran Sara González: “...no hay /libertad regalada, sino tallada/ sobre el mármol y la piedra/ de monumentos llenos de flores y de tierra...”.