GUÁIMARO, CAMAGÜEY.- Nos esperaba casi a punto del mediodía, con la sonrisa pícara y la mirada que a ratos viajaba lejos, aunque él seguía meciéndose en el portal: “Sí, yo soy el Historiador de Guáimaro, Desiderio Borroto Valdés”.

Como si nos leyera la mente, comienza a contar de la Asamblea de Guáimaro, hasta donde la salud le ha permitido a sus 77 años. Entonces menciona la Constitución para resaltar el Artículo 24 de la libertad como derecho de todos.

“Imagino por la calle Damas, hoy Constitución, a algunos de los hombres salir en sus caballos y dar vueltas a acá, era un pueblo pequeño. Aun así, es la cuna de la República y de la nación cubana”.

Luego lleva como en un paseo a la plaza pública con la disposición a escuchar a una patriota que por voluntad propia en Guáimaro reposa: “Ana Betancourt estaba mirando desde una ventana la Asamblea. Donde habla es en la plaza, el día 14, y también estaban los asambleístas”.

Desiderio calla unos minutos. Se nota el esfuerzo no tanto para recordar, como para expresar cuanto sabe de los hombres de la guerra, entre los cuales sobresalieron coterráneos generales, coroneles, capitanes...

“Desde el 10 de abril hasta el 10 de mayo en que se incendió, Guáimaro fue la primera capital de los cubanos, mientras La Habana era la de los españoles”.

Luego añade el dato de la reunión en Palmarejo de la Cámara de Representantes, el 28 de febrero de 1870, para discutir una ley militar de prohibición de la quema de los potreros, por alimento de los caballos.

“Un lugar donde hablé fue en Villa Clara, en 1998. El actual presidente cubano, Díaz-Canel, dijo: ‘Aquí hay un camagüeyano que no es del centro, póngase de pie’. Y me pidió contar de la Asamblea de Guáimaro”.

Otra vez busca el horizonte de un pasado más antiguo y lo traemos de vuelta con un guiño a su hijo: “Él defiende a Guáimaro donde sea. Es un historiador con mucha inteligencia. Mira, ahí tengo el cuadrito mío de Historiador de la Ciudad. En algunos lugares se han autoproclamado. Yo fui propuesto y aprobado. Eso me satisface mucho”.

No queremos abusar de su tiempo, pero él, medio ansioso, habla del tinajón del museo, pide sus cuadernos y nos lee graciosas décimas suyas. Desiderio ha superado dos infartos cerebrales, con envidiable sentido del humor. He ahí otro misterio de Guáimaro. Evidentemente, la memoria histórica salva, cura.