CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES, CAMAGÜEY.- Esther anda despacio, 67 años vividos le dictan el ritmo a sus pasos. Aún así no se detiene. Cada mañana camina casi cinco kilómetros desde su casa hasta el organopónico Carlos Manuel de Céspedes, ubicado en el municipio camagüeyano de igual nombre. Muy temprano sale de casa, y quienes madrugan la ven pasar con su pañuelo atado para protegerla del sol, su pantalón y camisa de mangas largas.

“Hay que aprovechar la mañanita para regar las hortalizas y escardarlas. Esa es la mejor hora”, asegura esta cespedeña de nacimiento. Es difícil imaginarse que esa morena añosa con probadas habilidades para cultivar hortalizas y condimentos frescos se acercó a la tierra cuando casi llegaba a los 50.

“Trabajé muchos años en Comercio y por convencer a mi hermana para que trabajara en el contingente, le hice compañía. Descubrí una parte de mi que estaba oculta. Casi 20 años después sigo ligada a la tierra, desde hace 10 en este organopónico. Atiendo 13 canteros y los mantengo sembrados. Cuando saco uno, enseguida lo vuelvo a sembrar. Los cultivos fundamentales que tengo son: pepino, lechuga, acelga, rabanito y remolacha”.

“Prefiero la lechuga, se ve tan bonita —dice orgullosa mientras nos la muestra. Ella es la reina de la hortaliza, la que le da vida. Disfruto lo que hago y eso a mis años es súper importante, tener ganas de hacer por mí y por los demás. Lo que se produce se lleva para los niños en el círculo infantil y en la escuela especial, también para el policlínico y la casa de ancianos. Además de vender para la feria que se realiza cada sábado en la localidad”.

“Este es un colectivo muy unido. Somos nueve trabajadores y la única mujer soy yo. Solo trabajo hasta pasado el mediodía, me tienen esa consideración por ser fémina, y por mis años, me imagino. Mientras tenga mis canteros produciendo no hay problemas”.

“Aquí todo es natural, ecológico. Como fertilizantes utilizamos materia orgánica, también mantenemos plantas repelentes como barrera para evitar las plagas. Por ejemplo la albahaca y el orégano por el olor intenso y la planta de flor copetúa por el color amarillo intenso. Las prácticas agroecológicas son saludables para el suelo y para las personas”.

Esther Martínez Puig asegura que se siente muy bien, que no le da dolor en las piernas ni en la espalda cuando pasa la mañana encorvada encargándose de “sus plantas”. “Seguiré trabajando mientras tenga fuerzas y espero que eso sea durante largo tiempo”.