ESMERALDA, CAMAGÜEY.- Inventor, ese es el oficio de Ariel Escalona Pérez, quien dice haber llegado a duras penas al grado 12. La confesión no lo avergüenza, se sabe inteligente y útil.

Loco, eso dice ser él, porque hace una década escuchó a los que, conociéndolo tan innovador, le hablaron de una fábrica de hielo; porque luego recorrió sitios de Camagüey y de otras regiones del país viendo las que había y buscando máquinas o pedazos de máquinas; porque “se quemó las pestañas” estudiando refrigeración; porque no se rindió todas las veces que pudo, porque duerme a pierna suelta a pesar del ruido que su invención hace día y noche…

Loco, lo juzga quien, sin tener sus principios, se entera de que regaló por tres meses el producto que suele vender para sustentar a su familia. Fue después de Irma, cuando el Gobierno llevó una planta eléctrica a su casa y al momento de negociar precios él sostuvo que una rebaja no era lo justo, sino la gratuidad. Entregaban hielo a toda hora, además cargaban celulares y difundían las noticias del huracán, que seguía deshaciendo en el occidente de Cuba.

No le bastó esa ayuda. Con sus trabajadores también limpió de escombros el cine y otras sedes de instituciones del pueblo. Y en medio del renacer esmeraldense, le dio por inventar un parque del amor.

 Otra vez el Partido y el Gobierno le escucharon y no tardó en edificarse su sueño. “Quedó más lindo de lo que esperaba”, revela in situ, realizado al ver a los niños disfrutando.

Los cisnes del estanque los hizo él, que googleó hasta hallar unos juntos, en forma de corazón, y adaptó la idea. Encontró los nenúfares y los trajo. Las piedras que adornan el lugar las recogió de la playa, de un río, de un camino donde solo se detuvo a eso. Si una luz no enciende o alguien halla algo fuera de sitio, toca la puerta de Ariel. Saben que él se siente dueño, responsable, de ese parque “que es de toda Esmeralda y de quien la visite”.

Inventor, ese es su oficio. Lo encontramos con nuevas ideas, de un espacio en “el paseo” para honrar a Caonao y de una mini-industria que produzca helado. Y no solo quiere que sus proyectos trasciendan allí, cuenta que se muda pronto a Camagüey, donde también aspira a ser útil.

Loco, sí, porque escribió Aristóteles que toda gran mente lo es un poco, y Cervantes dejó dicho que estarlo es ver la vida como debería ser, no como es. Son los síntomas de Ariel; para dicha propia y ajena, él los asume.