GUÁIMARO, CAMAGÜEY.- Sobeida Suárez Portuondo comenzó su historia un poco al revés de lo que para muchos suele ser costumbre. Iniciarse en una de las mejores profesiones del mundo, además de lo más hermoso que le ha pasado, representó un reto, sobre todo por la temprana responsabilidad que enfrentó.

Hoy, muchos años después de su primera clase y desde su oriundo pueblo de Guáimaro, donde aún continúa trabajando, nos cuenta sus secretos y sus formas de educar.

Foto: Orlando Durán Hernández /AdelanteFoto: Orlando Durán Hernández /Adelante“Cursaba el sexto grado cuando me enteré de un llamado que se había hecho en todo el país para formar maestros y quise ser parte del proyecto. El entrenamiento me tocó en Minas del Frío. Aprendí mucho, me enseñaron técnicas y formas de hacer, se puede decir que fue allí donde di los primeros pasos en esta profesión”.

Y aunque pensaba que llegaría a las aulas como la maestra que siempre soñó ser, lo cierto es que el destino le tenía previsto otro camino. Por más de diez años fue subdirectora de una escuela y directora de un centro de referencia.

“Así me mantuve hasta que salí a cumplir misión a México, donde me desempeñé como responsable del programa de alfabetización cubano Yo sí Puedo en diferentes estados. Gracias a mi labor en esas tierras tengo el orgullo de haber recibido de manos  del Comandante en Jefe Fidel Castro la condecoración de cuadro destacado de la nación cubana en 1989. Pero es verdad que la tierra llama, porque de regreso todo lo que deseaba era estar en mi secundaria básica Manuel de Jesús Valdés Urra y hacia allí me fui en cuanto llegué como entrenadora de los profesores en formación”.

Sin embargo, Sobeida conocía de la falta de maestros y no dudó en realizar lo que según ella ha sido su mejor elección. “Quería percibir el tan anhelado sentimiento de estar frente a los alumnos y por eso me incorporé a ese centro educacional como Profesora General Integral.

“Comencé en el área de Humanidades y eso me ayudó a adquirir mucha experiencia. Al cabo de los años me trasladé hacia la secundaria Roberto Rodríguez Fernández, en la cual continúo y en la que supe de verdad el sentimiento de ver crecer a los niños con los conocimientos que les has impregnado”.

“Soy de las que piensa que los cambios tienen una razón, una causa y un objetivo. He vivido las tres revoluciones educacionales y en cada momento se ha hecho lo que era correcto. Las alternativas que se han aplicado se deben a situaciones concretas que ha tenido el país y cada una cubrió una necesidad”.

Hace seis años a la profe le llegó la jubilación, pero no el retiro. Dice que, además de su fortaleza física, sintió la necesidad de continuar en las aulas y escuchar el bullicio de los estudiantes.

“Las personas debemos experimentar todas las transformaciones. Para ayudar hay que saber primero dónde uno es útil. Siempre digo que el maestro tiene que estar al frente de las tareas, por eso entreno a mis pioneros para que se enfrenten a cualquier situación que la vida les depare, y sepan vencer los obstáculos, como una vez hice yo.”

Su hijo, dos nietas, esposo y familia en general son el apoyo fundamental. La educadora cuenta que ha estado consagrada a la parte laboral y política, pero nunca descuida la atención en el hogar.

“Precisamente este es uno de los retos mayores que tenemos todos: lograr transformar el vínculo de la familia con la escuela. A veces lo que aspiramos y queremos en las aulas no tiene el apoyo necesario en la casa y hacia allí se mueven las transformaciones en el sector educacional en nuestro país”.

Foto: Leandro Pérez Pérez/AdelanteFoto: Leandro Pérez Pérez/Adelante

—Para terminar: ¿Cuál es el reto del maestro cubano de hoy?

—Ante todo tener la seguridad de que ejerce el mejor trabajo del mundo y que debe hacerlo con pasión. Si amas lo que haces, el alumno también lo amará. Debe ser consciente además de que en sus manos está el futuro de una nación, y que a pesar de las dificultades, siempre se contará con ellos para forjar en los más jóvenes esas virtudes de las que tanto habló Martí.