MATO GROSSO DO SUL, BRASIL.- Cuba, su humanismo, su solidaridad y sus médicos conforman un todo. Así lo siento y sé que somos muchos los que pensamos de esta manera. Quienes distorsionan o tratan de distorsionar esa realidad, lo hacen a sabiendas de que mienten y, peor aún, sin tener en cuenta el sufrimiento y la desprotección en que sumen a sus congéneres.

A propósito de los acontecimientos ocurridos en Brasil y luego de publicada la Declaración del Ministerio de Salud Pública cubano me comuniqué vía Internet con la Dra. Lidia M. Ronquillo, camagüeyana que, a su experiencia en tierra agramontina y después en la capital —donde vive desde 1994— suma las de Brasil. Lidia llegó a ese país el 3 de diciembre del 2016, una fecha muy difícil de olvidar para ella, por comenzar su primera misión internacionalista justo el Día de la Medicina Latinoamericana.

“Como médico me debía esta oportunidad y como ser humano también. Me formé con el propósito de ofrecer salud y amor al prójimo, al más necesitado y ese está en cualquier parte del planeta. Llegó el momento en que mis tres hijos ya son mayores y pude experimentar la satisfacción de trabajar donde más me necesitaban y fue en Brasil”, nos escribió.

—¿Dónde desempeñó sus servicios hasta ahora?

— En el Municipio Bonito, del estado de Mato Grosso do Sul, en la Estrategia de Salud de Familia (ESF) Centro. Este es un sitio privilegiado por su naturaleza, por lo que lo convierte en uno de los principales escogidos para el ecoturismo.

Trabajo en el centro de la ciudad y sin contratiempos; sin embargo, otros colegas, por encontrarse en lugares distantes, como caminos en malas condiciones, por lo tanto con riesgo de accidentes, o cruzar ríos y zonas inhóspitas sí se enfrentaron a problemas en su día a día.

—¿Lamenta el regreso a Cuba?

—Sí, lo lamento, principalmente porque sé que muchos de mis pacientes quedarán desprotegidos, sobre todo aquellos de bajos ingresos, esos que reciben la Bolsa de Familia y pasan inadvertidos a los ojos de otros por ser un lugar con conceptos preconcebidos donde la política y el poder económico definen el destino de ellos.

“Lo sufro porque dejo a mis pacientes encamados con lesiones, úlceras…, esos que veían extrañados que me colocara los guantes y los curara. No estaban acostumbrados a que un médico o un enfermero los tocara, los examinara de esta manera.

“También porque voy a extrañar la gratitud de ellos ante la mejoría o la cura. Las embarazadas continuarán con un sistema de salud en el que no tienen control de riesgo preconcepcional, donde por cultura y religión es muy común encontrar adolescentes en estado de gestación con todas las agravantes, como el abandono escolar, el tener que quedarse en casa solo al cuidado de los hijos sin otras aspiraciones y un mejor futuro como trabajar, estudiar y tener una independencia económica.

“Son suficientes estas razones para lamentarlo, y mucho, porque aquí casi nada alarma, ocurren las complicaciones, las muertes perinatales y ni siquiera hay una discusión científica de esos casos, sucede para esa gran mayoría porque Dios así lo quiso y es por eso que vivo orgullosa del sistema nacional de salud en Cuba.

“Entre tantos programas no puedo dejar de mencionar el de Atención Materno Infantil (PAMI), mediante el cual trabajamos al detalle la identificación de los riesgos y cómo modificarlos, la profilaxis de la prematuridad, el acompañamiento  con los estudios genéticos, el seguimiento por ultrasonido cuando percibimos un crecimiento intrauterino retardado (CIUR), sin olvidar el empleo de equipamientos en las consultas de nivel primario, secundario o terciario si fuera necesario. Solo con esos ejemplos marcamos una diferencia abismal”.

—¿Cuál fue su especialidad o contenido de trabajo allí?

—Similar al que realizo en mi país. En mi caso, y en todas las unidades del municipio está establecido que los menores de 12 años sean atendidos por la pediatra, pero si nos llegan niños enfermos y la especialista en Pediatría terminó allí. Nosotros los atendemos porque estamos bien preparados con vistas a la Atención Primaria de Salud (APS).

“Para un médico cubano es imposible decirle a una madre que no puede atender a su hijo enfermo por causa alguna. Enfrentamos 40 horas de trabajo en la semana, de las cuales dedicamos 32 a la asistencia y ocho a la docencia”.

—¿El principal reto?

—El idioma, pese a que recibimos el curso de portugués en este país fue la primera barrera para comunicarnos; no obstante, con paciencia fuimos acostumbrándonos nosotros. Los nativos —cada región tiene sus características al hablar— también fueron aceptando nuestro “portuñol” con el objetivo de tener una mejor manera de entendernos. Ya desde el punto de vista asistencial, fue más fácil, a pesar de tener que regirnos por los protocolos de trabajo establecidos aquí.

—¿Siguió superándose?

—Por supuesto. Terminé el curso de postgrado, y como yo muchos otros, y ahora estábamos en el segundo ciclo con cursos mensuales y todo marchaba muy bien.

—¿Cómo fue acogida por la comunidad?

—A pesar de que al principio se asombran, luego se acostumbran y lo agradecen porque el médico cubano toca al enfermo, lo examina clínicamente, le explica el porqué del estudio, el porqué del tratamiento.

“Estos pacientes comenzaron a ser tratados con dignidad con la llegada del médico cubano, que los mira a los ojos, prestos a escuchar su queja, su preocupación, además son tratados hasta ser curados o aliviados.

“Por eso es válido el proverbio de que ‘amor con amor se paga’. Así lo sentimos y como dijo Fidel Castro, al ser internacionalistas saldamos nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será lo suficientemente capaz de luchar por sí mismo”.

—¿Qué siente a las puertas del regreso a Cuba de esta manera?

—Estoy segura de que regresamos con la frente en alto, con el deber cumplido. No pudimos permanecer, en mi caso, los tres años previstos por las razones conocidas y a la política inherente a la extrema derecha de esta nación, con su presidente electo Jair Bolsonaro, que hoy quiere desacreditarnos y llamarnos esclavos ante el mundo, término que aclaro porque no es cierto.

“No vinimos en busca de dinero, estamos aquí para trabajar, brindar nuestros conocimientos en lugares apartados donde muchos nunca habían visto un médico de cerca. Firmamos un contrato de manera voluntaria, nadie nos obligó y así contribuimos a que en nuestro país haya un mejor acceso a recursos que el bloqueo genocida que nos impone los EE.UU. encarece o no se consiguen, y posibilitamos con nuestro esfuerzo mantener los servicios de salud a la altura que han llegado y son reconocidos a nivel mundial.

“Me siento conforme con cumplir el deber sagrado de ofrecer salud a otros en Cuba, aquí, o donde sea, y eso es lo que hacemos los cubanos en los 67 países donde estamos presentes los profesionales de la salud”.

“A la vez siento orgullo de que en estos cinco años de la misión Mais Médicos cerca de 20 000 colaboradores cubanos asistieron a más de 113 millones 350 000 pacientes, en alrededor de 3 600 municipios, y en más de 700 de estos tuvieron un médico por primera vez en la historia”.

—¿Qué harás al llegar a Cuba?

—Continuar trabajando como lo he hecho durante mis 27 años de médico y segura de que la Patria nos contempla orgullosa por colocar bien alto su nombre y valía.