CAMAGÜEY.- En los días que corren la adicción a la tecnología o ciberadicción, se conoce también como trastorno de adicción a internet (IAD por sus siglas en inglés), es una alteración caracterizada por el uso excesivo de Internet mediante diversos dispositivos (ordenadores, teléfonos celulares, tabletas…), lo cual interfiere y afecta la vida diaria de quien lo padece.

Esta afección no es privativa de Cuba, en el mundo actual prolifera el uso exagerado y sin control de estos medios que atañen igual a los videojuegos y a la redes sociales.

Mi entrevistado nos acerca a su vida de conflictos propiciados por la adicción al juego; no obstante, lo llamaré Mario que no es el suyo, porque así me lo pidieron él y José Eduardo Vázquez Benítez, Licenciado en Psicología y Defectología, Máster en Psiquiatría Social y en Atención al Niño con Discapacidad y Profesor Asistente de la carrera de Psicología en la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, quien estaba al frente del grupo de terapia que atendía a adolescentes y sesionaba en el museo provincial Ignacio Agramonte y Loynaz, de esta ciudad, adonde asistió el joven.

No me fue difícil intercambiar con Mario, más bien me pareció aliviaba tanta carga que llevó encima y quiso hacerme partícipe de su triunfo actual.

Empecemos por conocer tu edad, si estudias y cuándo empezaste a inclinarte por el juego.

—Tengo 18 años, estudio el tercero del nivel tecnológico. Empecé a jugar a los 13 años, en los conocidos como de estrategia en tiempo real, o RPG, las siglas se corresponden a la expresión inglesa role playing game —juego de rol—, o sea, lleva a los participantes a asumir un rol o papel, uno es un personaje que va caminando por un mundo, realiza misiones que ayudan a las personas…

¿Solo ese sentido?

—No, otros van matando a la gente.

¿Te era fácil acceder a estos?

—Me era difícil, buscaba la manera de ir a casa de un amigo o a un Joven Club de Computación, pues tuve mi propia computadora a los 15 años. Me la regaló un tío para hacerme un bien y fue todo lo contrario.

¿Ibas a casas donde eran alquilados los equipos?

—En los inicios no era así.

Quiere decir que no pagabas…

—Todavía…

Si me dices todavía es porque llegaste a hacerlo…

—Sí, claro, a los 15 años, cuando empezaron los Xboz —una consola de videojuego creada por Microsoft—. Aquí se alquilaban a seis pesos la hora, actualmente cobran 10, siempre en moneda nacional.

¿Cuál era tu tema favorito?

—El de peleas.

¿Eras el ganador?

—No, qué va, eso depende. Me gustaba ganar, pero no lo lograba siempre.

¿Cuánto te percataste de que era exagerada tu inclinación por esta práctica?

—Como todo adicto no me daba cuenta. Tuvieron que llamarme la atención desde afuera, la primera fue mi madre. Yo simplemente jugaba y mientras más lo hacía más quería. Mi mamá me decía que estaba enviciado y yo no le hacía caso.

¿Algo fuera de lo normal te hizo reaccionar?

—Sí, un incidente.

¿Puedo saber cuál?

—Lo más duro fue que en tercer año de mi carrera comencé a ausentarme a clases, hasta 15 días seguidos. Estaba sumergido en un juego muy interesante, me llevaba días y no tuve control.

De las 24 horas del día, ¿cuántas empleabas en esa distracción?

—Entre 13 o 14 horas. Era incontrolable.

¿Salías con amigos, con muchachas?

—No, nada me motivaba más que jugar, ni siquiera las muchachas. El mayor vicio comenzó en una época que me fui a vivir con mi abuela que estaba malita y tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiera y lo utilizaba en eso, no tenía freno. Ganaba uno y comenzaba otro, así, sin control.

¿Nunca te aburriste de esa “soledad” acompañada de equipos?

—Sí, por eso comencé a ir a los Joven Club, y en ese tiempo era gratis, iba dos horas y al regreso seguía en la casa y lo hacía mediante MMORPG

¿Puedes explicarme?

MMORPG son las siglas en inglés de un término de videojuegos que significa ‘videojuego de rol multiplicador masivo en línea’, posibilita jugar con otros que no estaban a mi lado, es por una red y así otros. Me sentaba en un Joven Club, ya después era pagado, a las ocho de la mañana y regresaba a casa a las ocho de la noche.

Cuando tenías que pagar, ¿cómo lograbas hacerlo?

—Sacaba el dinero del monedero de mi madre, lo llegué a hacer con mi abuela y hasta con mi hermano, uno se siente mal por hacerlo, pero la euforia por jugar no me dejaba pensar y luego si me preguntaban decía que no había sido yo. Ellos lo sabían, no había nadie más.

¿Decides tú solito pedir ayuda al especialista?

—No. Mi profesora al preocuparse por mis ausencias busca a mi madre para saber qué me ocurría y ella asombrada le dice que no, yo estaba bien, me hacía en la escuela, y mi pobre abuela no se daba cuenta. MI madre va en el horario que salía con mi uniforme y ahí comenzó todo el conflicto familiar, yo no tenía conciencia de mi problema.

“Ahora es diferente, me avergüenzo de que llegué a quitarle el dinero a mi familia sin su consentimiento y eso tiene un nombre que me apena”.

¿En estos momentos juegas?

—Si acaso una hora.

Mientras uno pruebe lo que le gusta aunque esté prohibido no se desprende, me parece…

—Voy a pensar en eso. Trato de opacar el juego con el anime, pero mi madre dice que es un vicio igual, se disgusta, parece que teme.

¿Has sido violento alguna vez?

—No, pero en un juego siempre me mataban y un día le dije a otro: “ese quiere que me pare y le dé un piñazo”, no lo hice, pero lo pensé.

¿Has estado en peligro por el juego?

—Caminaba 45 minutos de ida y lo mismo de regreso por las noches, además, otro riesgo fue que estuve a punto de perder la carrera.

¿Te recuperaste en los estudios?

—Totalmente. Mi familia me ayudó y mi profesora y todos en la escuela también, ya estoy terminando.

¿Llegaste a deprimirte alguna vez?

—Sí, cuando no podía jugar por alguna causa, o al perder mucho en el juego.

¿Hasta dónde llegaron tus pensamientos negativos?

—He pensado no vivir, no valía la pena para mí.

¿Te sirvió la terapia de grupo?

—Por supuesto, e igual para mejorar mi autoestima.

¿Por qué si eres bonito, inteligente…, te sientes con baja autoestima?

—He vivido mucho encerrado en mi mundo, no me relaciono bien, no me veo bonito y le temo a las decepciones como me sucedió con mi mejor amiga, ella mantuvo comportamientos inadecuados para mí, lo sufrí y me desencantó.

La vida te traerá otras decepciones y muchas satisfacciones…

—Es cierto, hay que aprender eso.

¿Así y todo nos hemos comunicado bien nosotros?

—Ese es uno de mis propósitos y ya lo estoy logrando.

Me encantaría saber que un día dejaste de jugar totalmente…

—Lo tendré en cuenta.

¿Cuál es tu mayor virtud, la que te reconoces tú mismo?

—La fidelidad.

¿Cómo desearías fuera tu novia?

—No me importaría tanto su belleza física, sí que fuera fiel y sincera, así debe ser el amor.

Algún consejo para los de tu edad y hasta más jóvenes…

—Si tienen acceso a la tecnología que lo hagan con cordura, la adicción al juego daña, mientras me dormía pensaba qué iba a jugar al otro día, no se descansa, es muy malo eso. Y que en los Joven Club no dejen entrar a estudiantes en uniforme.

Al terminar los estudios, ¿qué piensas hacer?

—Primero, mi servicio social y trabajar donde me ubiquen, ahorrar un dinerito y pasar un curso para aprender a cocinar, es algo que me agrada mucho y cuando tenga mis dos títulos veré qué camino seguir.