CAMAGÜEY.- Albio Barreira López dedicó cuarenta años al sector de la Educación, la mayor parte de ellos como docente del Instituto Politécnico Ferroviario Cándido González Morales, en la especialidad de locomotora; el retiro laboral lo sorprendió como profesor en el perfil de informática en el pedagógico José Martí.

Después de jubilado no perdió la vocación de enseñar. Desde hace dos años, para escapar de limitaciones económicas, estableció en su hogar un punto de venta de agua con todas las de la ley, ubicado en la calle Heredia y Bembeta, en el reparto América Latina.

¿Dónde está la originalidad de educar de este hombre, quien a través de cursos dirigidos para trabajadores, de la Universidad Ignacio Agramonte, de Camagüey, llegó a graduarse como ingeniero mecánico?

Modestamente hace galas de utilizar la propaganda como un medio de comunicación para ejercer influencia en la mente de los clientes y de las personas que transitan por el lugar, apelando a mensajes que incitan a algunos a la meditación y a otros a la risa.

“Ojalá todos hiciéramos esto: llegas-saluda; te vas-despídete; te hablan-contesta; prometes-cumple; no sabes-aprende; sabes-enseña; te necesitan-ayuda; amas-exprésalo; no te aman, acéptalo; y mentiste-discúlpate”, se muestran en uno de los carteles.

Debajo del muro del lavadero, donde los clientes generalmente llenan los envases pequeños, otra pancarta remueve a los hipercríticos: “Exigir es fácil, señalar es fácil, delegar es fácil, juzgar es fácil, quejarse es fácil, pero dar el ejemplo eso si es difícil”.

--¿De dónde se nutre para no repetir los mensajes?

--“De la lectura. Ahora reviso El Diablo Ilustrado, apelo a proverbios, a pensamientos de cualquier fuente, a materiales de internet. La idea me surgió primeramente para promover la educación de los padres hacia los hijos”, algo ampliado con el tiempo.

--¿Has incorporado algunas frases personales?

--“Sí, pero pocas, lo que más hago es reelaborar ideas”.

--¿Qué satisfacción te ha traído esta práctica?

-—“Muchas. Hay personas que aunque no vienen a buscar agua, se paran frente a los carteles y exclaman: me gusta y me sirve”.

Albio queda allí con la patente de aguador y conservando las cuatro libretas llenas de frases y mensajes, con la esperanza de que le alcancen, si no buscará más, porque la dinámica suya es variar dos veces por semana (de miércoles para jueves y de sábado para lunes) esos símbolos para que la gente no se aburra y lleve a sus hogares nuevas prédicas sin secreto alguno.