CAMAGÜEY.- Hablar con Arys Jorge Cebrián Puig durante casi una hora sobre el Che, de su presencia en Camagüey y sobre los diferentes contactos que sostuvo mientras el Guerrillero Heroico  se desempeñó como Ministro de Industrias, es como traer al presente la figura de un hombre de talla universal.

La ruta testimonial trazada por el entrevistado comenzó recordando la vez que  en la delegación provincial del Ministerio de Industrias se recibió un mensaje, vía télex, dirigido a su persona y suscrito por el Che, convocándolo para una reunión en sus oficinas en La Habana.

Después de comunicárselo al delegado en Camagüey, Arys comprendió que no había confusión. El Che quería que los cuadros intermedios tuvieran una visión del desarrollo y funcionamiento de los consejos de dirección a esa instancia a nivel nacional. Viajó el representante de aquí que atendía Minería.

El recorrido lo hizo advertido de que no podía llegar después de las 4:00 p.m. El Che tenía la costumbre, como estilo de dirección, cerrar el acceso al local. A la hora convenida se tomaba esa medida para frenar indisciplinas en el cumplimiento de los horarios.

Fuera quien fuera, después los recibía, con su correspondiente llamado de alerta.

Cuando Cebrián llegó estaban los 52 directores de las distintas empresas, más los viceministros  de la Industria Básica, Orlando Borrego, y el de la Ligera, el Comandante Orlando Castiñeiras, así como los directores de rama.

El entrevistado narró que la primera experiencia fue que el Che entregó a los directivos una planilla para que la llenaran, en cuyos espacios se debían de recoger el salario medio, costo por peso, aportación al presupuesto y otros indicadores económicos para que demostraran conocimiento de sus respectivas entidades.

Resultó un proceso interactivo y Cebrián recordó que el Che recriminó a  Jesús Suárez Gayol, entonces director de la Empresa de la Harina, porque debía dominar los resultados, y de manera particular de la fábrica de galletas La Estrella.

—¿Cómo fue que conoció al Che?

—Es importante decirlo para relacionarlo con las posteriores visitas. Antonio del Pino, que era el delegado de Industrias, me dijo: “Cebrián,  tenemos que ir al aeropuerto a recibir al Che”. Fuimos hasta la pista  en lo que antes le decían Alas Cívicas, empleada durante la II Guerra Mundial.

“Se apareció en una avioneta verde. Aterrizó más o menos cabeceando. Resultó que el piloto era el Che. De ahí fuimos para la casa de visita de Garrido, donde estaban Benito Sánchez, secretario de la CTC, Tomasevich, Comandante jefe de la plaza, y Felipe Torres Trujillo, primer secretario del Partido.

“En la conversación explicó el programa de su visita a las fábricas de bombas de agua, de turbinas Hermanos Steere, a un taller cercano donde fabricaban land plane para la preparación de tierra, tejas infinitas, la productora de galletas La Paloma de Castilla y la industria de ladrillos refractarios Azorín para las calderas de centrales azucareros, entre otras”.

Cebrián explicó que el Che  se sentó a almorzar de mala gana porque le parecía un exceso el menú, mientras en la sobremesa aprovechó para plantear algunas dudas:

“¿Usted me permite Comandante? Yo atiendo las industrias locales y dentro de ellas la fábrica de hielo. La Pesca está solicitando hielo y es fundamentalmente  para la población”.

“Despreocupate, respondió el Che. No le vendas hielo a la Pesca. Ellos van a hacer sus fábricas, mediante un contrato hecho en Bulgaria, una para Camagüey de tres tanques de 33 toneladas y otra para Nuevitas, de 33 toneladas”.

Cebrián cumplió la misión asignada por el Guerrrillero Heroico de visitar en Sierra de Cubitas, en los predios de Paso de Lesca, una fábrica, muy modesta, que se dedicaba a la destilación de madera y a producir alcohol metílico a baja escala, con el objetivo de generalizar esa experiencia en la Ciénaga de Zapata. Poco tiempo después llegaron dos ingenieros enviados por él, entre ellos una mexicana, para la precisión de todos los detalles de esa tecnología.

El testimoniante recuerda la vez que estuvo con el Che en la inauguración de la fábrica de alambre con púas y de electrodos de Nuevitas y trajo a colación una anécdota relacionada con la asignación de un edificio multifamiliar que se asignaba a los trabajadores de la industria,  y la posición intransigente que asumió cuando supo que no se tenía en cuenta  al compañero que generó el desarrollo de la producción de alcohol metílico.

Cebrián salió del local y al regreso lo hizo con una  botella que contenía esa sustancia, y cuando lo vio entrar le dijo el Che:

“Cálmese, se ha puesto medio colorado”. A modo de jarana, estimó: “¿Por qué no trajiste otro refresco?”.  De esa manera la tensión disminuyó y Benito Sánchez recibió la orientación de revisar el caso. Finalmente Damián Sánchez recibió el apartamento.

Muchas anécdotas quedan por contar, de cómo Cebrián, de viajante de diferentes productos, antes del triunfo de la Revolución, se convertiría con los años en un recio trabajador del sector de industrias y administraría fábricas como la de tejas infinitas

El 14 de junio el hombre que irradia ejemplo no solo para los cubanos sino para el resto de la humanidad cumpliría 90 años. Me veo obligado a preguntarle a Cebrián: ¿Cuál es la imagen que quedó de él en su mente?.

“El Che se adelantó a su siglo. Sus ideales eran tan puros, bebió de las enseñanzas de Lenin, de la teoría de Carlos Marx. En su vida se comportó como debe ser un puro comunista. Esa es la estampa que recibí del Che, predicaba con su ejemplo y sencillez.

“Tenía dos cosas, al que incumplía le quedaban dos caminos: renunciar al cargo o aceptar la sanción que se le aplicara; después se analizaba si iba para otro cargo. Si estaba enfermo lo mandaba a tomar reposo o fuera al sanatorio de Topes de Collantes. Unía a la rectitud el humanismo”.

En su hogar, ubicado en la calle San Patricio, en esta ciudad, conserva con orgullo el nombramiento que le hiciera el Che, mediante Resolución, suscrita el 20 de febrero de 1961, designándolo como delegado de Industrias Locales en Camagüey.