-Dos veces Premio Nacional de Periodismo: el cultural José Antonio Fernández de Castro y el José Martí, también por la obra de la vida. Hombre sencillo y humilde, José Aurelio Paz es uno de los colegas que prestigió el Coloquio Nacional sobre Periodismo Cultural, donde conversó de memoria y futuro del periodista cultural.

CAMAGÜEY.- Es probable que si el escritor Fiódor Dostoyevski hubiera delineado un personaje similar a José Aurelio Paz Jiménez, ni Raskolnikov ni Crimen y Castigo hubieran existido. Bajo su porte de hombre cordial y a la vez irreverente, el periodista avileño esconde a un detective empedernido para el que 40 años de labor resultan una bagatela. Carga a sus espaldas con un morral lleno de anécdotas raras y estrafalarias que le ocurren a la gente que “juega con fuego” y se sumerge en un rosario de batallas desde la crítica, en su caso, la cultural.

Antes de firmar sus candentes espacios de opinión como JOPA, antes de ser vetado como personaje non gratum por varios artistas, mucho antes de recibir este marzo el Premio Nacional de Periodismo por la obra de la vida, y de arribar como invitado al Coloquio Nacional sobre Periodismo Cultural, José Aurelio fue un técnico de nivel medio en Organización y Normación del Trabajo. Al valorarse a través de su jocosa lupa no era más que un llena papeles que luego intentó, sin más opciones, brillar en un futuro como un excelente veterinario.

“Estudié los seis primeros meses en la Universidad de Camagüey y antes de la prueba semestral me dije: o seré el peor veterinario de la historia o dejaré mi carrera a punto de graduarme. Y abandoné esa disciplina. Cuando volví a Ciego y le conté a mi esposa lo sucedido me preguntó si estaba loco y yo le contesté que sabía lo que hacía”.

Un tiempo después la rueda de la vida y su creciente interés por la literatura lo motivaron a matricular en la disciplina de Filología en la Universidad Central de Las Villas y “allí supe que el mundo de las letras era el mío. Luego me convencí, por segunda ocasión, al ocupar la plaza de periodista cultural en el periódico Invasor”.

—¿Cómo te las ingeniaste para marcar una diferencia en tu trabajo?

—Lo más importante es que no me aferré nunca a una manera de fácil hacer, a la simpleza, a la oración sencilla. Intenté buscarles a mis textos un lenguaje melódico, un encabalgamiento, un ritmo que al final formó parte de mi estilo. Al terminar de escribir siempre leo en voz alta para encontrar musicalidad en lo que escribo.

—Pero además de la forma, ¿hay algo que justifique el sobrenombre José Aurelio Paz con Nadie?

—Sí. Tuve muchos detractores en el ámbito de la cultura que no quedaban conformes con mis críticas. El teléfono de la redacción del Invasor se cayó en muchas ocasiones para amenazarme y las cartas que me llegaban tampoco eran amistosas. Recuerdo que un día opiné sobre las parrandas del pueblo de Punta Alegre donde compiten varios bandos y me incliné por un ganador. Al próximo año regresé a esa celebración y me llevé varias sorpresas: un hombre me dio un brochazo de pegamento en un pie y en la cabeza y otro se me acercó por detrás diciéndome que me haría daño si hablaba mal de su bando.

—Además de periodista ¿músico?

—El componer canciones ha sido un desahogo. Con el tema En qué tono canta la señora pava gané un premio en el concurso de literatura y música infantil La Edad de Oro y en Arcoiris Musical ponían una canción muy conocida llamada Patato perro sato, también escrita por mí.

—¿Le molesta que lo critiquen?

—Todo lo contrario. El crítico debe aceptar todos los criterios que se le hagan porque al final no somos más que un cúmulo de imperfecciones.

—¿Qué opina de este primer Coloquio sobre Periodismo Cultural?

—El hecho de realizarse ya es un logro porque le estás dando voz a ese ámbito que en este momento se encuentra tan ninguneado en el país al no entenderse, entre otras causas, como un ejercicio duro como el análisis económico. Además ha sido oportuna la mayoritaria presencia juvenil, de los que van a reflejar en el futuro la crítica desde su perspectiva, desde su generación. El reto está en que el primer latido no se detenga, sino que se multiplique.