CAMAGÜEY.- Dice una añeja frase popular que los ojos son el reflejo del alma, pero los del camagüeyano Armando Espinosa Caballero, aun cubiertos por lentes oscuros que ocultan su ceguera, develan el rostro agradecido y orgulloso de un discapacitado integrado al trabajo y a la sociedad, gracias a la Revolución.

El entusiasmo y la destreza que caracterizan a este hombre han facilitado su participación por 30 años en labores artesanales, en uno de los cinco talleres especiales para personas con discapacidad existentes en la provincia de Camagüey, afiliados a las Industrias Locales Varias del Ministerio de la Industria Ligera de Cuba.

Nacido en Aguilar, comunidad rural del agramontino municipio de Vertientes y único ciego entre siete hermanos, pudo a los 16 años de edad, con el apoyo de su familia, trasladarse a la ciudad capital y cursar estudios en la escuela especial para ciegos y débiles visuales Antonio Suárez Domínguez.

Allí aprendió Armando a leer y a escribir mediante el braille, sistema táctil conocido también como cecografía, y diseñado por el francés Louis Braille a mediados del siglo XIX para la instrucción de personas con tal padecimiento.

Gracias a la dedicación de profesores que todavía recuerdo, culminé satisfactoriamente esta enseñanza elemental para luego incorporarme al taller como uno de sus fundadores, expresó a quien la ceguera no le arrebató los sueños de sentirse útil.

Mi inserción como obrero, junto a mis primeros siete compañeros, significó un gran reto, comentó, pues fue el momento de luchar contra barreras mentales o prejuicios, según los cuales las personas con discapacidad visual, auditiva o físico-motora no eran aptas para realizar ningún tipo de labor.

Tocaba demostrar entonces que era errónea esa creencia, agregó, y entre sonrisas evocó su experiencia en el Centro Nacional de Rehabilitación para Ciegos y Débiles Visuales, en La Habana, entidad inaugurada por Fidel Castro en 1990, uno de los grandes logros de la Revolución Cubana.

Espinosa, como lo llaman sus compañeros y amigos, cuenta haber tenido el privilegio de ser uno de los invidentes del país que inauguró esa institución, considerada una de las más avanzadas de su tipo en América Latina.

Explicó que allí, además de capacitarse en cuanto a orientación y movilidad en el espacio, y el uso del bastón, aprendió numerosos oficios como carpintería, electricidad, tejido, cerámica y mecanografía, y diversos quehaceres domésticos.

ABRIRSE CAMINO Y TAMBIÉN DESARROLLAR APTITUDES

Mientras, la aptitud de Armando para liderar y representar los intereses de los discapacitados no fue instruida en escuela alguna, pues es congénita al igual que su ceguera, y está intrínseca en su personalidad.

Este hombre, privado completamente de la visión, acumula también en su desempeño diario más de dos décadas como dirigente sindical, responsabilidad que le permitió en el 2013 ser delegado a la Conferencia Nacional de Constitución del Sindicato de Industrias.

Como vicepresidente de la Asociación Nacional del Ciego (ANCI), en la ciudad capital, y miembro del Comité Municipal de la Central de Trabajadores de Cuba, tengo el deber de ser vocero de los problemas e inquietudes de aquellas personas con discapacidades visuales, y contribuir a la rehabilitación y reincorporación de ellas en la sociedad, precisó.

El empeño con el cual Armando asume las misiones de liderazgo y los resultados al frente de su colectivo laboral, lo han hecho merecedor de la medalla Jesús Menéndez, alto estímulo que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba.

De igual modo, fue condecorado con la medalla Jesús Ramón Martínez Álvarez, como reconocimiento a una extensa y destacada trayectoria en el sector de la industria ligera, que rebasa ya los 25 años.

Pero no solo entre confecciones textiles y tareas de dirección se resume la labor diaria de este camagüeyano que posee, al mismo tiempo, talento para las artes escénicas y el deporte.

Espinosa integró la representación de su terruño que obtuvo el Gran Premio en el Tercer Festival de Teatro de la ANCI, en la capital, y por el papel que defendió en esa ocasión recibió, a la vez, el lauro a la mejor actuación masculina.

Por otro lado, fue miembro del primer equipo de judo que tuvo la asociación de discapacitados visuales en Camagüey, y resultó subcampeón en esta especialidad, además de participar en competencias nacionales, en deportes como lanzamiento de disco, bala y jabalina.

En Armando se resume entonces un espíritu de voluntad y optimismo, que embriaga a todo el que le rodea y comparte con él.

Son esas ansias de superar obstáculos y crecer las que, unido a las facilidades que brinda el sistema socialista cubano, sustentan las palabras de este hombre, quien aún privado de la oportunidad de apreciar los colores de la vida, afirma a sus 50 años sentirse un hombre realizado.