CAMAGÜEY.- Lissette Hernández tiene 29 años y dos niños, Noel y Luis Enrique. Nos conocimos hace un año, en la Plaza de los Trabajadores, porque participaban en la acción pública por el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.

“Estoy sola”, así retrató su drama cotidiano con el hijo mayor que a los 17 meses debutó con el trastorno del espectro autista, una predisposición tal vez desarrollada por la alta exposición a videos de canciones infantiles y al muñe de Pocoyó.

Noel la dejó de mirar, perdió el control del esfínter, jugaba con la caca y comenzó con perretas desafiantes al punto de tirar los muebles, darse en la cabeza y golpearla; y si se enfermaba lo único que hacía era llorar.

“Un autista es una cajita de sorpresas”, por eso se ha instruido para saberlo estimular. En casa tiene un proyecto de zooterapia con el gato, la paloma y el conejo. Antes rechazaba la perra y ya la monta como si fuera un caballo.

Un ómnibus trae y regresa a Noel y sus compañeros de la escuela.Un ómnibus trae y regresa a Noel y sus compañeros de la escuela.

Ella dejó de trabajar porque “Noel es enfermizo”, la verdad, es de los estudiantes más complejos de la escuela Héroes del Moncada, donde han encontrado un lugar grato, el acompañamiento que en otros espacios de convivencia no se les da.

Esta semana supe por Lissette que el niño ya cursa el primer grado, va solo al baño, se lleva con el hermanito con los altibajos de esa relación filial, y que Noel al fin dice mamá, papá, hola, ei (de saludo) y te amo.