CAMAGÜEY.- Cuando René Estevan Arredondo llegó al Centro Meteorológico de Camagüey, tras concluir su Servicio Militar General, no existían plazas para su especialidad de Técnico Medio en Meteorología, así que optó por quedarse allí como custodio, tal era su pasión por la ciencia que redefinió su vida.

Su historia y su origen humilde son ejemplos de cómo una ilusión puede convertirse en realidad cuando se persigue con empeño, cómo el camino de la sabiduría nunca es demasiado largo y menos en Cuba, un país donde una carrera universitaria o un grado científico no resultan privilegios para élites.

Doctor en Ciencias desde 2010, dirigió durante varios años el Grupo de Óptica Atmosférica de la mencionada institución, y la filial de la Sociedad Meteorológica de Cuba en la provincia de Camagüey, y aunque ya hoy no se encuentra vinculado al centro, su trabajo allí lo ha marcado para siempre.

“Interesado en la labor con los radares y en los fenómenos de la naturaleza, aun desde la plaza de guardia, intercambiaba con los especialistas y aprendía, hasta que logré vincularme como observador, y posteriormente cursar la universidad en modalidad de enseñanza para trabajadores”, contó a la ACN.

René se hizo ingeniero eléctrico en la casa de altos estudios agramontina, mientras aumentaba su interés y conocimiento por la ciencia de la atmósfera.

De aquellos años recuerda con orgullo la faena en la estación del radar láser (LIDAR), único existente en Cuba, con tecnología de la antigua Unión Soviética, y también el único del Caribe que midió la presencia de aerosoles en la atmósfera de la región, luego de la erupción del volcán Pinatubo, en 1991.

Ubicado en Islas Filipinas, el cráter envió a la troposfera una carga de partículas que recorrió el orbe, tuvo un efecto de bloqueo en la radiación solar sobre la superficie terrestre y provocó una disminución de un grado Celsius en Cuba, entre los años 1991 y 1993.

Más allá de aquellos que cada día comunican el parte del tiempo en los medios, los meteorólogos suelen ser científicos más bien anónimos, pero a René nunca lo endulzaron las mieles de la vanidad, y por esa sencillez natural que lo caracteriza, las mediciones de lo acontecido con el Pinatubo constituyen el primer hito que él atesora de su carrera.

“Aunque resultan poco perceptibles para la población en general, esos cambios afectan el desarrollo de las plantas, el rendimiento de los cultivos y otros ciclos naturales del planeta como el calentamiento o las características de las estaciones”, explicó.

El estudio del impacto de la nube de aerosoles del Pinatubo en la radiación solar sobre el archipiélago cubano, resultó el tema de tesis de su doctorado, guiado por el doctor Juan Carlos Antuña Marrero, también investigador del Centro Meteorológico del oriental territorio.

René Estevan participó igualmente durante muchos años en el estudio de las nubes de polvo que en el verano se trasladan desde el desierto del Sahara, en África, hasta el Caribe, que además de bloquear la incidencia de los rayos solares, transportan microorganismos perjudiciales para la salud.

“El LIDAR dejó de funcionar en 1997, pero fue sustituido en 2008 por un fotómetro solar de la marca CIMEL, adscrito a la Red Ibérica de Medición de Aerosoles (RIMA), gracias a la cooperación con el Grupo de Óptica Atmosférica de la Universidad de Valladolid, España”, precisó.

Actualmente, René colabora con el Instituto Geofísico de Perú, en el Observatorio de Huancayo, con el fin de elevar el nivel de la investigación científica en la nación andina, donde en 2015 cursó una beca post-doctoral para el estudio de aerosoles atmosféricos en el Valle del Río Mantaro.

Aunque prefiere hablar de su trabajo y no de sí mismo, su experiencia resulta un ejemplo de superación profesional y personal e indica que se puede llegar a ser lo que cada quien se proponga, sin limitarse ante lo que “le tocó” por azar.

“Conocimiento y superación son las mejores armas que posee el ser humano para enfrentar la vida, y nunca serán suficientes para mí”, concluyó.