ESMERALDA, CAMAGÜEY.- Pavel Toledo Castro se destaca por encima de los demás campesinos porque pasa menos trabajo con la tierra. Tiene 36 años y muchas máquinas que lo ayudan en el campo. Todas las fabrica él.

Ha construido más de una veintena de equipos agrícolas. Nunca estudió académicamente sobre sus funcionalidades o cómo crearlas, pero la forma en que lucen en la siembra no dejan muestras de mala calidad.

“Siempre me gustó eso de imaginarme cosas y tratar de traerlas a la realidad. Cuando al fin pude tener mi tallercito con lo indispensable, me arriesgué y me ‘tiré’ completo a la construcción de una máquina para cultivar granos. Esta hace varias funciones a la vez: siembra, abona y tapa”.

Según comentó a Adelante Digital, cuando requería que sus cosechas aumentaran se ponía a pensar cómo facilitar el trabajo del hombre y minimizar los gastos. Así dio el paso al frente y con algunos conocimientos sobre soldadura y tornería, le “metió el pecho” a las invenciones.

“Tengo unas ‘tierritas’ y en ellas siembro frijol, maíz y otros productos de ciclo corto. Al inicio me costaba mucho y tenía que pagarles a otras personas para que me ayudaran. Ahora yo solo con mi tractor y la máquina de sembrar logro mejores resultados en menor tiempo”.

“A veces lo que hago es tomar ideas, adaptarlas y mejorar el mecanismo. Me lleva mucho tiempo hacer un equipo desde cero. Requieren de gran cantidad de hierro y está perdido. Solo buscando materiales puedo pasarme de cinco a seis meses”.

Este agricultor vivía en el municipio de Carlos Manuel de Céspedes, pero la vida lo llevó hacia Esmeralda. Dice que desde niño ha andado encima de una máquina de arroz y por eso le gusta tanto el campo. En la actualidad se gana la vida trabajando para otros campesinos que necesitan de sus “aparatos” y de alguna que otra máquina que vende.

El dueño de “instrumentos Pavel” se empeña ahora en un molino de martillo para procesar comida para puercos, y aunque en eso de inventar no hay quien le gane, espera legalizar un quiosco de venta de alimentos para “probar” también en otros negocios.

“Me gusta estar en constante inventiva. No soporto pasar trabajo con algo que se puede solucionar con una soldadura o con un tornillo. Tampoco espero por quien me lo arregle y me cobre mucho, pues yo mismo intento repararlo, y generalmente lo logro”.

Pero hay dos cosas más que resaltan en Pavel. Una es la estética de sus equipos: pintura, soldaduras pulidas, simetría y hasta un logotipo con su nombre; la otra, su carisma y sencillez. La grandeza no cabe en su cuerpo, dice que no va con él. Según sus propias palabras es un inventor de las necesidades.

—¿A qué se debe eso?.

—Es que siempre estoy preocupado por lo que falta, lo que necesitamos. Busco una solución allí en lo común donde nadie ha mirado.

Y tiene razón. A las personas las observa muy distinto, las mira con nobleza, seguridad e inteligencia, pero las trata aún mejor, llega donde pocos. Quizá por eso son tan buenos sus resultados.