MINAS, CAMAGÜEY.- Leidiana Pacheco Martínez llegó a la entrevista treinta minutos antes. Hablar de su labor como secretaria de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en este municipio es todo un placer. “Cuando quieras empezamos,” dice como para comenzar rápido y aprovechar el poco tiempo que teníamos para conversar.

¿Cuáles fueron sus primeros contactos con la FMC?

—Me vinculé a la organización desde pequeña. Mi mamá y mi abuela eran las encargadas de atender a las mujeres en Mola, la comunidad donde vivíamos. De ellas aprendí mucho, sobre todo a respetar este trabajo.

“A los 14 años me inicié como activista de Historia en la delegación. Esa tarea la llevé a la par de mis estudios en la Vocacional y en la Universidad. Cuando terminé la carrera de Médico Veterinario, ya era la secretaria ideológica del bloque 34 en Mola. Allí trabajé diez años”.

En 1996 se mudó para Minas y le proponen ser la secretaria del municipio. ¿Cómo fue ese cambio?

—Cuando me hicieron la pregunta no lo pensé mucho. Estaba convencida de la respuesta, pero debía contar con la familia. Les consulté de primeros. Serían muchas horas fuera de la casa; los fines de semana sin jugar con mis dos niños; recorridos a cualquier hora… Como siempre, me apoyaron y yo pa’lante.

“Pasé un poco de trabajo para adaptarme. No es lo mismo estar al frente en el bloque de un poblado que dirigir al municipio completo. En ese tiempo tuve la ayuda de todas aquí. Con su esfuerzo logramos fortalecer el equipo y mantenernos en los primeros lugares de la provincia”.

¿Qué supuso dirigir en los años del período especial?

—Esa etapa resultó muy difícil. La gente no tenía ni el tiempo ni las condiciones para dedicarse de a lleno a esta labor; sin embargo, no paramos de hacer cosas, de asistir a los más necesitados y de atender a las mujeres.

“Recuerdo una campaña que hicimos en todas las delegaciones con el nombre Un juguete para cada niño. Se trataba de donar un muñeco o un carrito para repartirlos por las casas. Con esa iniciativa logramos que cada pequeño tuviera al menos uno.

“Fueron los años de la constitución de la brigada Ana Betancourt, una columna que comenzamos con 133 mujeres, y que llegó a incluir un grupo de 30 macheteras. Por sus méritos recibieron en dos ocasiones a la presidenta nacional de la FMC, Vilma Espín. Este ha sido uno de los mayores orgullos que pude vivir como dirigente.

“Puedo contarte muchas historias de aquellos tiempos. Desde la de una niña de 14 años que perdió a sus padres y la incorporamos a la columna para ayudarla, hasta la colaboración en un estudio genético que se hizo en el 2003”.

Conociendo la organización desde adentro, ¿cuáles considera sus mayores retos?

—Los tiempos han cambiado; las personas y los hábitos también. Las formas que empleábamos antes no pueden ser las mismas de ahora. Hay que trabajar mucho con la familia y la comunidad, eso nos garantizará mejores resultados.

“Si se conversa más con los jóvenes y se buscan vías para incentivarlos, no tengo dudas de que tendremos mayor reconocimiento social. Atender a las mujeres que ocupan cargos de dirección, trabajar de conjunto con la comisión de prevención y vincularse más con otras organizaciones, son acciones que pueden contribuir a mejorar nuestra imagen.

“Aunque muchos crean que la Federación solo está para cobrar la cotización, no debe olvidarse de que hoy ese es el mecanismo de adelanto para la mujer en Cuba. No hay ley que salga sin que la revisen las dirigentes de nuestra organización. En ellas hay que confiar un poco más”.

Hace doce años que Leidiana dejó de ser la secretaria en el territorio y todavía la saludan por la calle. Para ella ese es el mejor premio, porque dedicarse a las mujeres, más que un trabajo, es su vida.