CAMAGÜEY.- Recién despuntaba el 16 de diciembre de 1958; las primeras personas que, en medio de la invernal madrugada, circularon por la calle Independencia, rumbo a la Plaza Maceo, no se atrevían a articular palabras; unos aterrados, otros ahogados por la impotencia, tal era el terrible espectáculo que encontraban en su camino: tirados sobre la acera, prácticamente destrozados, los cuerpos sin vida de tres jóvenes anunciaban la cobardía de una dictadura cargada de miedo y odio ante la certeza de la aproximación de su final.

No era de extrañar por entonces que Juan Félix Quintanilla Jústiz, José Ramón Sánchez Artiles y Antonio Suárez Domínguez, miembros activos del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), fueran apresados indistintamente, con el único propósito de desmoralizar la fuerza y el empuje de la Revolución. Ante la imposibilidad de hacerlos claudicar, fueron asesinados y luego arrojados a la vía pública en el último gesto posible de una prepotencia agonizante.

Valiente, callado, doloroso y heroico fue el camino escogido por aquellos revolucionarios: primero morir que ser traidores.

JUAN FÉLIX tenía la completa madurez de los 36 años, la mayoría de los cuales los había dedicado a conformar una conciencia que le indicó la vía de las armas para la lucha.

Nació en el poblado de Galbis, Guáimaro, solo pudo estudiar hasta el 4to. grado, se hizo camionero, se casó y tuvo dos hijos. Organizó el M-26-7 en esta zona del norte camagüeyano, y apoyó decisivamente a las fuerzas de la columna 11 "Cándido González Morales" grupos que al mando del capitán Pepe Botello operaban en el lugar.

Para el 15 de noviembre de 1958 vivía en Monte Oscuro, la finquita heredada de sus padres, la que sirvió de campamento a los rebeldes; esa mañana lo fueron a detener, lo trasladan a Camagüey y un mes después las horribles huellas dejadas en su cadáver dieron fe de lo que con él hicieron.

JOSÉ RAMÓN contaba 26 años, había nacido en Minas y ya para finales de 1958 había contado mucha caña para ayudar a la humilde familia; luego se va a Morón y allí se enfrenta al rudo trabajo de las canteras.

Como otros tantos de su generación se integra al M-26-7 para inscribir una larga lista de acciones, entre ellas la quema del central Adelaida, estallido de bombas..., hasta que la persecución del SIM le obligó a alzarse en la Sierra de Cubitas donde permaneció hasta que la dirección revolucionaria le asignó otras misiones en la ciudad de Camagüey; precisamente, cuando iba al cumplimiento de una de ellas, fue detenido el 8 de noviembre y desde ese día hasta el de la aparición de su cadáver fue sometido a crueles torturas, sin que de sus labios brotara una sola palabra delatora.

ANTONIO era el mayor de los tres, había nacido en 1916 en Camagüey, hijo de campesinos, tuvo que dedicarse al trabajo desde pequeño por haber quedado huérfano primero en un taller de aprendiz y luego en las minas de cromo de la "Juraguá Iron Company" donde se hizo mecánico. Esta vida de obrero alentó su espíritu revolucionario al sentirse explotado, por lo que trató de fundar el sindicato entre los mineros. La gerencia de la Juraguá se opuso y es expulsado, luego regresa, pero ya la compañía había decidido trasladar su planta para Oriente, desoyendo las demandas obreras y apoyada por el Gobierno de turno en 1944.

Suárez Domínguez fue al central Senado donde permaneció hasta que logró comprar el camión donde tiraba caña y leña día y noche. A raíz del Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 se traslada para la ciudad de Camagüey, se une a la lucha, con su camión traslada armas primero y luego hombres y medicamentos para la Sierra Maestra. Es detenido, pero lo dejaron en libertad por falta de pruebas. Se fue hacia La Habana donde trabajó un tiempo en la fábrica de gomas "Good Year" hasta que se reincorporó nuevamente a las actividades revolucionarias en el traslado de combatientes hacia la Sierra; lo detienen en Camagüey, convencidos los esbirros de que éste era un activo revolucionario.

Durante 45 días sufrió torturas y humillaciones de todo tipo sin que pudieran arrancarle ni una sola palabra.

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