Camagüey.- Supongamos que Isla de Juventud gana los dos partidos que le quedan por disputar. O que se impone en uno y pacta igualada en el otro. Aunque improbables, ambos escenarios caben dentro del marco de lo posible. ¿Que sucedería entonces? Desde el fin de semana anterior la pregunta tiene para Camagüey una respuesta terrible: el descenso.

Todo se debe a la humillante goleada de 4-0 que los pineros le propinaron a los Miuras en la última fecha del 101º Campeonato Nacional de Fútbol, un certamen que pasará a nuestra historia balompédica como uno de los más agónicos y peor jugados de todos los tiempos.

La del sábado 18 parecía ser una jornada de puro trámite, que les aseguraría a los pupilos del DT Julio Valero su presencia en el torneo del año próximo y abriría un impasse para el análisis acerca de cuánto salió mal en esta ocasión. Pero otra vez lo racional no tuvo nada que ver con la realidad.

El mismo Camagüey que este año superó a las principales potencias del país y por momentos mostró las virtudes que en 2015 lo convirtieron campeón indiscutido, ahora no pudo superar a una selección de segunda línea. No fue porque los de la isla menor jugaran a un nivel inalcanzable sino porque pudieron hacerlo dándose el lujo de enfrentar a una nómina de suplentes.

Por insólito que parezca, incluso con tantas cosas todavía sin definir, la dirección local tomó la decisión de alinear con la banca para el partido de clausura. El hecho pudiera tener consecuencias dramáticas si se produjera un hipotético sorprasso de los pineros.

Entonces estaríamos asistiendo al cierre de liga más terrible, ese que ni siquiera las peores cábalas hubieran podido predecir.

¿Por qué ha ocurrido algo así?

Las respuestas solo pueden brindarlas los propios protagonistas. Por nuestra parte apuntamos aspectos ya tratados en estas páginas, como la falta de estímulo material a los jugadores y los problemas en la preparación física, que terminaron coligándose con el buen paso de otras formaciones para dejar en la estacada a los que en principio se perfilaban como fuertes candidatos a reeditar la corona.

El Camagüey de este campeonato ha sido precisamente el equipo que ningún aficionado quisiera seguir: inestable, inseguro... Por cada jornada de buen fútbol rubricada por sus botines los agramontinos debieron tolerar varias de derrotas inexplicables que los fueron reafirmando en su condición de sotaneros, incluso desde mucho antes de que comenzara la segunda vuelta.

La ausencia de su dirección durante algunas semanas (debido a compromisos con la selección nacional) y los problemas de rendimiento de varios hombres clave pusieron la piedra de toque. No ha sido el año de los Miuras y lo más preocupante es que las cosas pudieran ser aun peor.

Ahora todo depende de lo que ocurra en los dos desafíos que faltan por celebrar. A priori, los villaclareños se anuncian como los más interesados en desbancar a los de La Isla. En conseguirlo les va un título del que solo los separa la victoria en discusión. Menos motivados estarán los santiagueros, pero quién sabe --si llega a celebrarse-- también pudieran dejarlo todo sobre la grama, en particular con vistas a los récords particulares de varios de sus convocados.

Dependiendo de otros, como nunca debiera ser, los Miuras viven los últimos compases del actual nacional. En buena medida por su culpa, todavía nada se sabe.

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